Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 30 de noviembre de 2014

Antonio José de Sucre, el mejor General de Colombia





 
Antonio José de Sucre integra el grupo de los cinco varones eximios de Venezuela en el siglo diecinueve. Los otros se llaman Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Andrés Bello y Simón Rodríguez. 
Con esas palabras, el fallecido historiador y también profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela, UCV, Alfonso Rumazo González, inició el prólogo del libro Antonio José de Sucre /Documentos Selectos, de la serie Inventamos o erramos, de la Biblioteca Popular para los Consejos Comunales, publicado por la Fundación Editorial el perro y la rana, una edición cedida por la Fundación Biblioteca Ayacucho.
La fuerza -en todos los aspectos- que tuvo y mantiene Simón Bolívar quizá ha influido -sin desmerecimiento alguno- en que poco hayamos descubierto sobre la personalidad del guerrero cumanés Antonio José de Sucre y mas en estos 15 años de la Revolución Bolivariana.
Refirió el historiador lo que escribió el general O'Leary - Quien fuera edecán del Libertador por años- escribió sobre el héroe de Ayacucho: “Era el mejor General de Colombia; tenía bravura personal, adivinaba a simple vista, y era infatigable. Hacía todo él mismo, escribía su propia correspondencia, examinaba cada cosa, conducía el espionaje, hacía reconocimientos, visitaba día y noche las avanzadas, examinaba incluso las raciones que se daban a la tropa. Y aún así, no gozaba de muchas simpatías en el ejército. Era un hombre muy orgulloso. Comandante en Jefe del ejército peruano y del aliado, en el Perú en 1823, les habló a los generales así:
- Probablemente ustedes suponen, porque soy inferior en rango a algunos y mas joven que otros, que yo voy a relajar la disciplina. Ustedes se engañan. Yo debo ser obedecido; conozco mi deber y lo cumpliré, y ustedes deben cumplir el suyo. Yo no quiero sus consejos sino su obediencia; yo he ganado victorias anteriormente, sin su asistencia!
En camino a la vida dura
Cuenta el profesor Rumazo González que cuando estalla la revolución de independencia en Caracas, el 19 de abril de 1810, Sucre estaba en la Escuela de Ingenieros, donde aprendió matemática, geometría, álgebra, topografía, agrimensura, fortificación y artillería durante cuatro o cinco años. Fue llamado a Cumaná y allá entra al ejército como oficial de las Milicias Regladas, en el cuerpo de ingenieros.
“Rueda hacia la vida dura -reseña el fallecido profesor de historia-, de sacrificio, demasiado pronto; sus estudios han quedado interrumpidos; también las alegrías y la abundancia. Pónenle a disciplinar reclutas. Necesitará volverse autodidáctico, leyendo mucho, estudiando sin método, absorbiendo conocimientos y experiencias simultáneamente, en una muy difícil brega.
Nos explica el historiador que Sucre vivió en campaña, esa situación tensa durante unos 14 años. “Y aún después de la emancipación, habrá de afrontar el prócer la guerra contra el Perú invasor, al que derrotará en Tarqui. En el inicio de la vasta hazaña conocerá a Miranda, en la toma de Valencia. Aprenderá ahí el significado realista de la palabra guerra; 800 muertos, mas de 1.500 heridos solo en el lado suyo, el republicano. Por primera vez, ante esos ojos juveniles de diecisiete años, la sangre y el estertor de los que mueren, hombres y caballos: ayes, blasfemias, relinchos, gritos de ira y dolor, maldiciones, todo mezclado con balas y polvo, lanzazos y calor quemante; el humo y la furia satánica se retuercen; todo se vuelve monstruoso; los soldados matan con odio y rencor; hay rictus feroces. Muchas veces se repitieron estas graves escenas, en las batallas, en los combates. El jefe no puede ser sentimental; sereno, impávido, alerta al máximum, ha de regir el choque para obtener la victoria, lo único importante en ese trágico trabarse.
Antonio José de Sucre no las tuvo fáciles, salvo en los tiempos de su juventud: Hijo de una familia aristocrática, con muchas casas, esclavos y dinero abundante, un padre coronel e imaginamos que con muchas relaciones quizá no imaginaría ese increíble y futuro acontecer que le esperaba. 
La grandeza peldaño a peldaño
Cuando decimos que hemos conocido muy poco del Gran Mariscal de Ayacucho, reiteramos la ignorancia al respecto. Antonio José de Sucre no fue bañado por la aristocracia familiar pues, todo se lo ganó a punta de dedicación:
“No hubo para él, el subteniente  de quince años –escribió Rumazo González en el prólogo-, sino e ascenso militar de peldaño en peldaño, de grado en grado, cuando otros se autodenominaron directamente  coroneles o generales. No se le permitió el salto; su comportamiento  aristocrático  y su costumbre de hablar  solo lo indispensable, le produjeron distanciamiento. Dos años tardó en legar a teniente; luego mediante sus capacidades, valentía, serenidad  y sentido increíble de previsión, ascendió a comandante, al dirigir la artillería en el sitio de Cartagena, en 1815. Sus armas –las estudiadas teóricamente en la Escuela de Ingenieros de Mires- fueron la infantería y la artillería. Llegó  a la gallarda fecha  de los veintiún años  con el grado de coronel; a los pocos meses, el general Mariño le ascendió  a Mayor General. Bolívar en Angostura al descubrir su inmenso valor militar, hízole General de Brigada, en el lapso del celebérrimo Congreso de esa ciudad del Orinoco.
Añade el historiador Rumazo González que por la capacidad que había demostrado Antonio José de Sucre, le encomendaron “el mando de la Legión Británica en el Apure –una legión muy difícil de gobernar-; a él, por experto, se le encargó la compra de armas en las Antillas (armas inglesas). Y a los 25 años, llevóle el Libertador  a la inmensa responsabilidad de Jefe de Estado Mayor General, para enviarlo con esa dignidad y esa autoridad a la magna campaña del Sur (el Ecuador y el Perú, no libertados todavía). El otro ascenso, el postrero, se lo conquistó directamente el cumanés en la batalla final de la independencia; se le nombró entonces, con honor único e inigualable, Gran Mariscal de Ayacucho. Allá, Sucre hubiese podido decir lo que Napoleón  exclamó ante Cadoudal: “¡Uníos todos a mi gloria!”.  Ese día emergió una evidencia que tal vez muchos no habían descubierto todavía: la de que el Mariscal  era un hombre insustituible; el único militar  supercapaz, después de Bolívar; su único posible sucesor.                   
   
Antonio José de Sucre
DOCUMENTOS SELECTOS
Biblioteca Popular para los Consejos Comunales
serie Inventamos o erramos
Fundación Editorial el perro y la rana



jueves, 27 de noviembre de 2014

EL BOLÍVAR QUE SI HIZO POSIBLE A BOLÍVAR




Abrimos el libro del poeta y Premio Nacional de Literatura, Gustavo Pereira, Doctor en estudios literarios de la Universidad de París y autor del prólogo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y apreciamos su calidad como hombre de la literatura que es. Se encarga Pereira de la introducción, las notas y de la selección de los tópicos para el libro.
En su introducción enamora con el lenguaje al decir en las dos primeras líneas “Un fantasma llamado Bolívar recorre de nuevo Nuestra América”.Y con esas palabras nos hace entrar en la magia con que nos envuelve su lectura:
No el amurallado por la bruma o la falsía, el convertido en superhombre o divinidad de infranqueable vallado, objeto de culto o de liturgia y, por lo tanto, cumplido ya su afán o su destino, yerto, inofensivo, embalsamado. Ni aquel cuya estatua, para decirlo en palabras de Pocaterra, sacan a cada aniversario de su base, la ponen a danzar en una mesa de procesión de aldea con coronas barrocas y a cuya majestad se pronuncian discursos y se disparan fuegos artificiales”.
Y sigue Pereira:
Ese Bolívar desposeído ya no de su sombra o su fulgor sino de su espíritu, yace en plazas y homenajes como una tumba, lacrado, mortecino, impedido ya de defenderse ante quienes adulteraron, disociaron y aún falsean todo cuanto en él existió conjugado, inseparable, persistente”.
Expresa nuestro Premio Nacional de Literatura lo que el vulgo en la calle suele recordar con otras palabras, ese sentimiento de que algunos han querido al Libertador allí, en el Panteón Nacional y en las plazas de todas las ciudades y que permanezca allí, exclusivamente para ser recordado en ocasiones especiales y no para hablar de su visión de país, de su comprensión de la realidad americana, de los que padecieron por años. 
Ese es el Bolívar de sus intereses.
Y sigue Gustavo Pereira:
¡Si hasta de sus facciones forjóse perfil ajeno al suyo! Aquel rostro moreno labrado y curtido por sol e intemperie de de trópicos y páramos fue convertido en almibarado semblante de salón, lo mismo que el pelo crespo, alisado para que el rasgo de pertenencia no desdijera del héroe de estirpe grecorromana que en los retratos oficiales y las monedas imponen la figura obligada o supuesta en todo gran hombre”.
Y mas en su escritura:
Pero no es ese el ser humano que pudo sobrevivir a la hagiografía y al olvido”.
Al menos no es el Bolívar que hizo posible a Bolívar.

Y continúa el poeta:

-Ese Bolívar oráculo o semidiós, infalible, todopoderoso y único autor, clausurado, inaccesible, transmutado en papa o invicto guerrero para velar o tapiar o silenciar lo mas audaz y luminoso de su pensamiento, no es aquel hijo de las ideas que convulsionaron y transformaron su tiempo ni el conductor que osó ir mas allá de una clase social -la suya- que en la América meridional colonizada pugnó por alcanzar con la emancipación de las riendas de su propio destino político: “Si algunas personas -escribió el mismo en cierta ocasión, premonitoriamente, a Santander – interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates”.


El Bolívar sensible, contraventor, apasionado, justiciero...


-El fantasma que vivió y vive y trasciende y llega hasta nosotros, o al menos hasta mi -dice el poeta Pereira-, envuelto en su raída manta y presa de osadías y delirios y arrebatos y obsesiones y contradicciones y saberes e intuiciones es el Bolívar sensible, contraventor, apasionado, justiciero -revolucionario verdadero en suma-, cuyo empeño, valor, generosidad, desprendimiento y talento infatigables de osado dirigente y soñador ayudaron a liberar y conformar naciones y mentalidades en un continente abatido por tres siglos de opresión y despojo.
-Ese Bolívar -comenta- nos fue trocado o escamoteado durante largo tiempo y la historia oficial y sus enemigos y sus hagiógrafos se encargaron de reducirlo a fábula o anécdota, cuando no a omnímoda presencia, desplazando el cuerpo matriz de su ideario y de sus luchas y convirtiendo su ejemplo en asignatura moldeable para justificar la iniquidad establecida y hasta la trama o la celada vendepatria.
Y mas:
Ese Bolívar, presente en casi todos los actos de su vida y en sus escritos, sobre todo en aquellos que precedieron a Ayacucho, no batalla ni discurre bajo dictados de tradiciones o privilegios seculares y mucho menos circunscrito a la sola acción antimonárquica e independentista.
El autor nos habla mas del héroe caraqueño y nos refiere que el hombre se había nutrido bajo los influjos de Simón Rodríguez y en la Francia revolucionaria, de las luces y vivencias de quienes habían contribuido, antes y entonces, a hacer posible un nuevo tipo de sociedad. 
Hay mucho mas en Simón Bolívar escritos anticolonialistas, de Gustavo Pereira, pues su contenido -independientemente de ser una lectura apasionante- nos acerca mucho al Simón Bolívar que todos debemos conocer, como cuando nos escribe para señalar que nuestro Libertador prefería la vida del campo a la ciudad, no quería saber nada de los borrachos ni de los jugadores y tampoco de los embusteros y era tan leal y caballeroso “que no permitía que en su presencia se hablase mal de los otros. La amistad era para él palabra sagrada. Confiado como nadie, si descubría engaño o falsía , no perdonaba al que de su confianza hubiese abusado. Su generosidad rayaba en lo pródigo. No solo daba cuanto tenía suyo, sino que se endeudaba para servir a los demás. Pródigo con lo propio, era casi mezquino con los caudales públicos. Pudo alguna vez dar oídos a la lisonja, pero le indignaba la adulación. Hablaba mucho y bien; poseía el raro don de la conversación y gustaba de referir anécdotas de su vida pasada.

Simón Bolívar, escritos
anticolonialistas
PEREIRA Gustavo
Ediciones Correo del Orinoco

Junio 2013

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Bolívar y su concepción del periodismo

El  examen de los diversos campos en que Bolívar despliega su creadora e insólita energía tiene que centrarse en el hecho que lo define y caracteriza: el estar “magistralmente dotado para practicar la política en forma total”. 
Con ese planteamiento afirmativo, el fallecido periodista y profesor e investigador de la Universidad del Zulia, Ignacio de La Cruz inicia la II parte de su libro “Bolívar y su concepción del periodismo”, que pertenece a la Colección Tilde, de las Ediciones del Ministerio de la Comunicación e Información, Minci.
Precisó en su trabajo Ignacio de la Cruz al indicar que “Solo este punto de vista permite explicar las particularidades del pensamiento del Libertador acerca de la imprenta y el periodismo y apuntala ese punto de vista al decir que “El gran medio de su época para la difusión de las ideas está ligado de manera permanente e indisoluble a la obra del Libertador”.     
Registra el reconocido periodista que, cuando Simón Bolívar regresa de Londres en 1810, se trajo una imprenta y seis años después en la expedición de Haití, regresa con armas, dinero para s lucha  y con una imprenta, posteriormente, luego de 2 años, funda el Correo del Orinoco.
Uno de sus grandes seguidores, Hugo Chávez, Comandante Supremo de la revolución bolivariana, reeditó el Correo del Orinoco.

Pero de vuelta al trabajo  del profesor Ignacio de la Cruz, es bueno destacar que este investigador universitario consideraba que el Libertador Simón Bolívar tenía una esclarecida conciencia sobre la importancia  que tenía la imprenta. Así, nuestro autor de seguidas añade:” Era un arma de devastadoras consecuencias”. De allí su carta a Fernando Peñalver: “sobre todo mándeme Ud., de un modo u otro, la imprenta que es tan útil como los pertrechos”.
El investigador comenta que Bolívar valoraba con tal interés y fuerza la imprenta, que “no hacía sus grandes campañas militares si no llevaba consigo una imprenta. No le bastaba la fundación de periódicos en tal o cualquier ciudad”.
Refiere el fallecido docente que “En el Alto Perú llevaba  en la mula trasera la carga de una imprenta, del tamaño que fuese e iba distribuyendo dondequiera en hojas volantes las impresiones. Sacó en esta etapa un periódico llamado El Centinela en Campaña, al tiempo que iba dejando, por ejemplo, en la ciudad de Trujillo en el Perú, un periódico que formalizaba la influencia en esa área. Aquel, que era un periodiquito, al ritmo de la marcha  daba los resultados de las batallas, incluía las proclamas y así sucesivamente, como lo recogió el profesor Jesús Sanoja Hernández en la publicación “Vigencia de Bolívar en el periodismo venezolano”, del CNP, año 1982. Registra el profesor Ignacio de la Cruz que, según Pedro Grases:
Hasta su muerte, en 1830, el Libertador se sirvió de los impresos en hojas volantes y folletos… lo que nos da una idea bastante clara  de cómo utilizó la imprenta para fines de la guerra o como medio de difusión  de las ideas de libertad y de gobierno.(Texto citado por José Rato Ciarlo en Libertad de Prensa en Venezuela durante la Guerra de Emancipación hasta Carabobo.
Lo cierto de todo –como cita el profesor de la Cruz- Bolívar, conocía muy bien la historia, sabía del trascendente papel que habían jugado  la imprenta  y el periodismo en los grandes procesos  de la reforma, la revolución inglesa, la revolución  francesa y en la independencia de los Estado Unidos. 
La artillería del pensamiento

Explica el profesor Ignacio de la Cruz, que siendo Simón Bolívar un revolucionario integral, el guerrero va a utilizar todas las formas de la lucha para realizar su proyecto político y, -señala- como ha demostrado Acosta Saignes, que Bolívar poseía “una concepción de la política, de la cual para él la guerra era solo una porción, un instrumento (...) pues no dividía la guerra de la política; no parcelaba los factores sociales, ni los separaba de los militares”.
Continúa con el tratamiento del tema y explica que dentro de esa visión global de la política Bolívar ubicará el rol que les compete realizar a la imprenta y el periodismo en la guerra de la independencia. Dice que el periodista que el Libertador le otorga un papel prominente debido a que la opinión pública “es la primera de todas las fuerzas” y “sin su auxilio la fuerza física apenas produce un efecto muy precario”.
Refiere el investigador que simultáneamente con la batalla de las armas, el luchador Bolívar desarrollará siempre la guerra de la opinión, la gran lucha ideológica. “La gaceta extraordinaria -le escribe a Santander- me parece muy buena y debe producir efectos admirables entre los enemigos”.
Y así, le escribe a Tomás Heres en los siguientes términos: “Usted verá, por algunos impresos, las perfidias del señor Tagle y los combates de papel que se están dando”. Escribe el periodista que en una posdata, al mismo Heres: “No mando los papeles públicos porque desde aquí pensamos hacer la guerra con ellos; yo hago que trabajen como puedan”. Y luego, al mismo Heres: “Supongo que usted mandará impresos en todas direcciones, pues a mi me han venido pocos”.
Lo cierto de todo, de acuerdo al investigador zuliano, en el “esfuerzo por darle al periódico el mayor alcance para acrecentar su eficacia competirán republicanos y realistas. Se penetrarán las líneas enemigas”.
Reseña el periodista zuliano que Heres le escribe a Bolìvar el 24 de abril de 1824 y le plantea:
Entretanto que los enemigos inundan el país de papeles, nosotros no le podemos oponer una fuerza de igual naturaleza, porque no hay un pliego de papel. Si esta falta no se remedia, no tendremos gaceta el domingo que viene: cuento con que a fuerza de trabajos saldrá la de mañana”. La posdata señala que ha prohibido “fuertemente la circulación de los papeles enemigos”.

“Bolívar y su concepción del periodismo”
DE LA CRUZ, Ignacio
Colección Tilde
Ministerio de Comunicación e Información, 2014

             

lunes, 24 de noviembre de 2014

LA IDEA DE BOLÍVAR: DEMOCRACIA SIN DICTADORES NI HACENDADOS




Bolivar educacion 2
Unir a los países latinoamericanos bajo una sola bandera, una sola lucha y un mismo destino, fue su sueño, ese que ya se percibe en el Juramento del Monte Sacro. Allí, en esas inteligentes, cultas y, a la vez, delirantes palabras, está la idea de la unidad, de la integración; pero no para levantar un imperio lleno de vicios y edificado sobre las cenizas de otros pueblos, sino para construir una nueva sociedad que él solo avizoraba en el Nuevo Mundo, en este continente.
Tal es la lo que escriben Pedro Salima y Luis Aníbal Velàsquez, al comenzar a desarrollar el punto relativo al Legado del Monte Sacro y en donde destacan que la idea de unidad que tenía Bolìvar nada tenia que ver con una liga de naciones que se apoyaran en lo económico, sino su idea era crear una próspera naciòn, en la que los ciudadanos vivieran en democracia, sin la presencia de dictadores ni hacendados poderosos que pervirtieran a la sociedad ni se levantaran en contra de la pobreza del pueblo y en donde la educación fuese ejemplar.
La idea de Bolìvar -plantean- sigue teniendo vigencia, aunque no en las grandes proporciones visualizadas por él. Quizá no sea posible una nación única, pero si la unidad de propósitos, la integración de varios países para lograr superar la pobreza y fortalecer la democracia en plena libertad, sin estar sometidos a un imperio poderoso.
Permítaseme acotar (Pedro Estacio, pertinentes), a propósito de este punto, que el 20 de noviembre pasado, el Consejo Ministerial de Petrocaribe, al realizar su decimocuarta reunión, presentó el cronograma de actividades del Plan para la Erradicación del Hambre y la Pobreza “Hugo Chávez”, que va a desarrollar junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.
Ni los venezolanos ni latinoamericanos han estado alejados de esa idea de Bolívar de la unidad e integración para superar la pobreza y fortalecer la democracia. Es mas, el reto los integrantes de Petrocaribe es saltar a crear una Zona Económica, pasar del intercambio energético al relacionamiento productivo, en el marco de promover la complementariedad entre las economías de los integrantes en base al comercio justo entre los pueblos.
Un inédito esfuerzo que tiene 9 años, pero que resume las esencia de las ideas de un hombre con una visión por encima de los tiempos y que la revolución bolivariana con su Comandante Supremo Hugo Chávez supieron concretar.

El cáncer de la corrupción

Dicen los ensayistas Salima y Velàsquez que “si nos volcamos a lo que hoy vivimos podremos observar que la democracia representativa solidificó a lo largo de cuarenta años con una especie de legitimidad política e institucional, un cáncer: la corrupción. Ese mal fue mermando la credibilidad del pueblo en los políticos. Asimismo, convirtió en espectáculo cotidiano, en panorama diario, la hediondez y suciedad de nuestras ciudades. Le dio una especie de certificado de legalidad a la desidia, el desorden y el caos en la suministración pública, patentó como normal la viveza conciudadana para alcanzar metas sin mayores esfuerzos.
Luego añaden:
Bolívar nos advierte desde el Monte Sacro que una sociedad que se levante sobre ese sustento no puede caer sino en la perversión”. Mucho mas peligroso -añadimos nosotros- cuando esos vicios todavía son demasiado fuertes en la Venezuela de hoy., en esa Venezuela que procura consolidar un proceso revolucionario y de transformación social. De allí la urgencia de atender al llamado del Libertador.
Los tiempos parecieran acercarse, porque de la fuerza y el clamor bolivariano de luchar contra la perversión surgen acontecimientos, hoy día, que parecieran corresponderse, como pareciera ser con la reciente aprobación de 40 artículos que facilitarán la defensa de la ciudadanía ante la embestida económica que se ha venido registrando en Venezuela, lo que da una idea de como el país viene interpretando al héroe de la independencia.      

miércoles, 19 de noviembre de 2014

REFLEXIONES en torno al Juramento del Monte Sacro




Los autores Pedro Salima y Anìbal Velàsquez, narrador y ensayista el primero y sociólogo, narrador y poeta el segundo, hacen unas cuantas reflexiones alrededor del Juramento de Simón Bolívar en el Monte Sacro y sobre las cuales, escribimos en esta entrega   de pertinentes.
Sin desmeritar el enfoque global de la publicación, integrado por varios ensayos, abordamos el tópico El Juramento, sobre el cual los autores indican que “El maestro Simón Rodrìguez era el poseedor de los conocimientos, de los valores culturales, de los saberes de la historia; su antiguo alumno, el joven Simón llevaba consigo la pasión juvenil, el arrojo, los deseos de luchar y también muchas lecturas bajo el influjo de su mentor y las realizadas por cuenta propia o bajo la custodia de otra gente cercana, lo que le abrìa paso de manera fácil al conocimiento del mundo”.
Los autores en su discurrir dejan claro que “el naturalismo -dialéctico y la visión social en las ideas de Simón Rodrìguez tomaron cuerpo en Bolívar”. Sin embargo, no dejan de lado el hecho que, para ese entonces, el maestro Rodrìguez carecía de las relaciones con los denominados socialistas utópicos, sin embargo ya este hombre albergaba las ideas del cooperativismo.
Relatan que envueltos Simón Bolívar y Simón Rodrìguez en conceptos y sueños, *acompañados de Fernando Toro, se llegaron al Monte Sacro un 15 de agosto de 1805. “El joven Bolìvar con su maestro -escriben- absorbiendo todavía conocimientos de las palabras de Rodrìguez, bebiendo de ese saber que le permitía ir diciendo al viento, al mundo o a la nada, un discurso donde brotaba el conocimiento de la cercana historia de Roma y la perversión social y moral que caminaba de mano de sus personajes e instituciones”.
El intelecto en la primera parte del discurso de Bolìvar en el Monte Sacro, el argumento que se esgrime desde la élite para condenar los desbarajustes de un poder que se ha corrompido, no es casual. No es una condena llevada por la pasión, presa fácil de frases altisonantes, sin profundidad; al contrario -dicen los autores-, la pasión es acompañada por el conocimiento de la historia, de la sociedad y de los personajes que conforman el poder de la Roma de aquellos años.

Releamos el Juramento del Monte Sacro:

¿Conque este es el pueblo de Ròmulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Neròn, de Cèsar y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquì todas las grandezas han tenido su su tipo y todas las miserias de su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pùblica para ocultar la suspicacia de su caràcter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazòn de su protector para reemplazar la tiranìa de Cèsar con la suya propia, Antonio renuncia a los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrìo como la noche y depravado como el crìmen, divide su tiempo entre la concuspicencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Calìgulas, y por un Vespasiano cien Claudios.
Este pueblo ha dado para todo; severidad para los viejos tiempos; austeridad para la Repùblica; depravaciòn para los emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para



conquistar el mundo entero; ambiciòn para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrìlegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover , como Ciceròn; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satìricos como Juvenal y Lucrecio; filòosofos dèbiles, como Sèneca, y ciudadanos enteros, como Catòn.
Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad; Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procònsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crìmenes groseros; pero para la emancipaciòn del espìritu , para la extirpaciòn de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razòn, bien poco, por no decir nada.
La civilizaciòn que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquì todas sus fases, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en liberetad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incògnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no darè descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.

Las dudas de Vicente Lecuna

Salima y Velàsquez, los autores de las Reflexiones en torno al Juramento del Monte Sacro, refieren en su trabajo que “Percibimos en el discurso la presencia de las lecturas, del conocimiento; aunque algunos historiadores, como Vicente Lecuna, dudan que Bolìvar haya sido el autor de estas palabras.Sustenta su tesis en que el texto del Juramento fue publicado varios años despuès de la muerte del Libertador y que el mismo fue dictadopor Simòn Rodrìguez al doctor Manuel Uribe Àngel, colombiano en 1850. Desde nuestro punto de vista observamos que el intento de expresar en un breve discurso tantos conocimientos, tal como se observa en el mismo, requiere de una mezcla de lecturas, pasiòn y delirio, por no incluir la parte màgica que acompaña a los nacidos en el Caribe o cerca de èl.
En todo caso -añaden-, si consideramos la juventud de Bolìvar para entonces y el tono filosòfico de la primera parte del discurso, podrìamos abocarnos hacia un joven intrèpido, soñador, que aferrado a muchas lecturas, afectado por la perversiòn del poder qure veìa en Francia e Italia, se siente capaz de soltar al viento todo ese cùmulo de nombres y situaciones, hacièndolo de manera apresurada, solo que bajo la correspondencia de un muchacho educado para hablar de manera correcta.

Si releemos con cuidado esta parte del juramento -siguen-, percibiremos a un joven deslumbrado por tantas lecturas, por el saber de personajes, historias, datos y perversiones en una sociedad; y que son saberes recientes, que se llevan a flor de piel, que parecieran tocarse. De esta manera explotan en su voz con ìmpetu, adentràndose en puntos esenciales en la vida de esos personajes, pero sin profundizar en ellos. Solo lo que se puede percibir a partir de las lecturas y de las tantas lecciones tomadas de su maestro, hombre enèrgico y radical, tal como se percibe Bolìvar en el discurso.
De allì la posibilidad de un discurso o proclama en boca de un joven inteligente, leìdo, audaz, tambièn engreìdo y que, no sabemos si llevado por el maestro, se siente capaz de colocarse por encima de las dificultades adversas para luchar por su paìs.
La parte final del discurso -escriben ambos ensayistas- es el joven Bolìvar desbocado, incontrolable y arrogante , creyèndose en condiciones de librar y ganar batallas, no importa contra quien. Preludio a discursos, frases y procla,mas que años despuès lo presentaron como un resuelto lìder polìtico y militar. Indagar en otros textos del libertador serà encontrar la fuerza y la pasiòn de esta parte final del juramento.
Bolìvar, en el Juramento del Monte Sacro, anuncia que en el Nuevo Mundo, en nuestro continente, serà posible resolver los problemas del hombre en libertad. Asimismo, es el preàmbulo de una lucha si cuartel. Avizoramos en su juramento lo que luego expresarìa en el Decreto de Guerra a Muerte: nada podrìa detener el logro de la independencia.
¿Producto de lo emotivo del momento? ¿Llevado por un impulso? Si bien la juventud de Simòn Bolìvar hace posible tal hipòtesis , no es menos cierto que mel conocimiento adquirido por èl sobre la nhistoria de Europa, la presencia de una diversidad de pensamientos a su alrededor, las enseñanzas de su maestro Simòn Rodrìguez, el contacto con Humboldt; aunados a los vicios enquistados en aquellos gobiernos, le señalaban la necesidad de transitar por otros senderos para construir una nueva sociedad , de cierta manera obedecìa a la urgencia de inventar antes que errar, dentro de los esquemas ya conocidos.
Y continùan los autores:
Pudo entender en ese momento (se refieren a Simòn Bolìvar) que los poderes monàrquicos, conservadores y arbitrarios, daban pie a la corrupciòn; una corrupciòn que bajo el amparo del poder econòmico se cernìa peligrosa contra los pueblos y sus deseos de liberaciòn.
Plantean los ensayistas que Bolìvar, con su juramento, “se anticipa a lo que años despuès, el 3 de julio de 1811, dirìa: ¡Vacilar es perdernos! Frase que nos sigue hasta nuestros dìas cuando debamos asumir que cualquier momento de vacilaciòn, cualquier actitud de unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatìa, como alertara Bolìvar en 1811, serìa fatal parea la lucha por una sociedad justa. Nace de allì, en el Monte Sacro, la urgencia de plantearnos una lucha sin descanso contra todo tipo de imperio.


SALIMA Pedro y
VELÀSQUEZ Anìbal
REFLEXIONES en torno al Juramento del Monte Sacro (Selecciòn de ensayos)
Colecciòn Historias
Fundaciòn Editorial el perro y la rana, 2008