Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 8 de septiembre de 2009

Escribir, el riesgo y el sentido


Pertinentes descansa con la mayor seguridad en quienes tienen esa interesante cualidad de investigar, recolectar datos importantes de los hechos históricos y, por supuesto, ensayar con ellos imprimiéndole fuerza, pasión y dedicación. Por eso, siempre apelamos para escribir estas páginas en la red en aquellos quienes saben escribir, lo hacen con gran sentido y con visiones muy particulares de los temas tratados. Tal circunstancia es la que nos hace acudir a un texto de un interesante poeta como lo es el filósofo Miguel Márquez, quien publicara en el segundo número de Letra en Movimiento, una publicación periódica de la Fundación Editorial El perro y la rana, su artículo Riesgo y sentido, porque en cierto modo expresa ese sentir de la escritura, un objetivo compartido con la idea y la verdad de nuestra historia hecha y la que es construida. Así, Márquez escribe:
“Es cierto. Toda obra es fruto de la rebeldía existencial, ontológica, política. Es producto de una acción liberadora. De lo contrario, no sería de veras un libro: testimonio de la tarea, siempre inacabada, de descifrar los signos de la vida y su coloratura desigual y enigmática. La escritura consagra la decidida apuesta por no quedarse con lo dado; es la zanja que abren la inteligencia y la sensibilidad en la materia corpórea de la costumbre, de lo estatuido, de las convenciones, de los lugares comunes. Así, los libros son cosmovisiones singulares que expresan pactos y rupturas con la realidad psíquica, social, ideológica, de quien arma los mosaicos de su vecindad plural con lo que lo rodea.”
Sin ir lejos, los libros tienen las historias del mundo en sus hojas. Las que se identifican con la gente, con los pueblos, pero también llevan historias de ignominias y eso lo sabemos muy bien. Atrapan el tiempo de ayer y también el del presente y el del futuro cuando quien lo piensa, lo dice y lo escribe es un visionario. Por eso, el Director de El perro y la rana, le concede aún mayor importancia al decir:

Entender las circunstancias que nos rodean
“Son por ellos testimonios de lo humano. Separación de lo que existe por la locuacidad de porfía en darle sentido a la fragmentación con la conciencia de la incompletad. Nunca calzarán las partes de un modo perfecto, pero a esa destacada realización muchas veces sorpresiva de la lengua, a esa odisea por conseguir el extraño acoplamiento del espíritu con la materia fónica de nuestros símbolos, le debemos la continuidad inacabable de los intentos, los ensayos, de los retos al empeñarnos en entender la circunstancia que nos rodea y comunicar, transmitir, compartir un complejo mundo de equivalencias, puntos de vista, modulaciones, formas distintas de organizar lo que acontece”.
Si como dice Miguel Márquez “…escribir un libro es comparable a poner en movimiento las contradicciones…”; no cabe duda que tomar de los libros esas contradicciones y exponerlas a los lectores en un blog como el Pertinentes, es igualmente entrar en esa gran fiesta donde todo es posible desde el lenguaje que muestra la historia y por eso él continúa al decir “las que surgen, no sólo de las lecturas que otros harán, sino también de las propias, las que resultan del riesgo mismo de otorgar sentido o de darle escenografía al absurdo. Nada se queda quieto decía Heráclito y con razón. –El movimiento, signo molesto de la realidad- escribió el cumanés universal. Entre ambos polos vamos, leyendo y escribiendo para que, como lo apuntó el poeta mexicano José Emilio Pacheco: los hijos, de los hijos de nuestros hijos conozcan por fin la sociedad perfecta”.

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