En “Bolivarismo y monroísmo” (1), del reconocido historiador y político colombiano, Indalecio Liévano Aguirre, encontramos una visión estudiada del autor que nos permite comprender y fortalecer, aún más, la figura del Padre de la revolución americana que fue Simón Bolívar.
Siguiendo los pasos a tan interesante y emocionante visión nos encontramos con lo escrito por el autor, quien señaló que La adecuada comprensión que de los problemas sociales y políticos de Hispanoamérica demostró tener Bolívar en el curso de su existencia, no puede atribuirse a especiales conocimientos suyos en el campo de la economía o de las ciencias sociales, sino a una cualidad peculiarísima de su genio, que algunos de sus biógrafos destacan, aunque sin darle la debida importancia: Su vigoroso instinto del espacio. Bolívar recorrió a caballo gran parte del continente, pero esta hazaña habría carecido de importancia y de consecuencias, de no encontrar, como encontró en su espíritu, el eco originalísimo que el general Julio Londoño describe en los siguientes términos:
Bolívar, como Alejandro, estaba dominado por la categoría del espacio. Pero no se trataba del espacio en si mismo, de la extensión por la extensión a la manera de Atila o Gengis Kan, de Tamerlain o de Filipo, sino del espacio organizado, del suelo convertido en política, del limo transformado en nacionalidad.
Instinto políticoLa opinión anterior del geopolítico colombiano, nos permite comentar que dicho enfoque, dinámico por cierto, tiene vigencia más que nunca y nos hace sentir más orgullosos a los latinoamericanos, al comprobar que líderes como Simón Bolívar, visionario él, vislumbraba de modo poderoso, en su tiempo, las realidades del poder político y militar que hoy daña, perturba, la vida en el planeta.
Muy metido en la historia y en lo político, Indalecio Liévano Aguirre fortalece su opinión inicial al reiterar que “El seguro instinto político de Bolívar y su clara percepción de la poderosa fuerza que lleva en si la vastedad de la extensión territorial le indujeron a decidirse, desde temprano, por las nacionalidades extensas, lo cual no quiere decir que él ignorara o hiciera caso omiso de los poderosos factores de índole geográfica, económica o histórica que conspiraban contra ese tipo de nacionalidades en el continente”.
Ideal unificador
Refiere este autor que el Libertador, en su conocida Carta de Jamaica (1815) ya apuntaba “su ideal unificador y su clara comprensión del valor político y económico de los grandes espacios, pero se descubren también los temores que le asaltan al presentir las tremendas resistencias que le va a ser preciso vencer para oponerse a la definitiva fragmentación de la América española”.
Es una idea grandiosa {escribía entonces Bolívar} pretender formar de todo este mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diversos Estados que vayan a formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, o caracteres desemejantes dividen la América. ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el de Corinto para los griegos.
LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio
Bolivarismo y Monroísmo
Colección Alfredo Maneiro
Editorial El perro y la rana
Ministerio del Poder Popular para la Cultura
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario