Los latinoamericanos debemos estar muy bien informados acerca de los acontecimientos y circunstancias que vivían nuestros héroes independentistas en nuestro pasado histórico, porque es la única forma de comprender lo que sucede en estos días, ya que de una u otra forma tienen una vinculación.
Indalecio Liévano Aguirre, historiador colombiano, esboza un tema pasado que, sin duda alguna, tiene que ver con los nuevos acontecimientos de este siglo XXI.
En su libro Bolivarismo y monroísmo (*), este estadista, conocedor de las ciencias sociales y económicas, recoge el pensamiento del Libertador, en la preparación del Congreso Anfictiónico de Panamá.
“Esta mitad del globo (refiriéndose a América) pertenece a quien Dios hizo nacer en su suelo”, dijo Simón Bolívar en su discurso pronunciado en Santa Fe de Bogotá el 13 de enero de 1815. La definición, bien anterior al mensaje del presidente Monroe, era y ha debido ser la doctrina internacional de los pueblos hispanoamericanos, de las repúblicas que antes fueron colonias españolas; y si ello no ocurrió así, si el hispanoamericanismo de Bolívar fue sustituido por el monroísmo y el panamericanismo de estirpe anglosajona, de tal claudicación de nuestra cultura y de nuestra raza no puede responsabilizarse al Libertador, quien realizó todos los esfuerzos intelectuales y políticos a su alcance para conseguir que la gran hermandad hispanoamericana creara oportunamente las instituciones de colaboración supra-nacional que le eran indispensables para tutelar su personalidad histórica, sus intereses y su heredad común”.
El sueño unificador
-Un sueño (dice el argentino Mitre) suele ser el hilo fijo de la trama de la vida de un hombre. El de Bolívar fue la unificación de l América Meridional. De este sueño sacó sus fuerzas morales para crear una gran potencia militar y llevar sus armas triunfantes por todo el continente, como Alejandro a través del Asia. Su primera intención fue la creación del imperio colombiano. Su segunda visión fue el establecimiento de una Confederación suramericana sobre las bases de una Liga política y militar, regida por una Asamblea Internacional de Plenipotenciarios, a la manera de la liga aquea de Grecia (**).
No sorprende la aversión
Luego, Liévano Aguirre añade:
“No resulta sorprendente, por tanto, la aversión y alarma que manifestaron los países anglosajones, y particularmente los Estados Unidos, ante la política hispanoamericana de Bolívar, ni el acucioso interés que les indujo a ofrecer su respaldo a cuantos esfuerzos se realizaban entonces para consumar la balcanización de la antigua América española. Una organización política que parcelara a la gran sociedad hispanoamericana en un archipiélago de estados hostiles entre sí, era el marco ideal para los nuevos imperialismos que se proponían ocupar el puesto de metrópoli que España dejaba vacante; y estos imperialismos se iban a sumar, por lo mismo, a la oposición que desatarían los patriciados criollos de Hispanoamérica contra el proyectado Congreso anfictiónico de Panamá”.
Y ayer como hoy, la política imperial se mantiene por la misma ruta, intentando, en las primeras de cambio, fracturar a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA y por supuesto, cualquier gestión política que intente fortalecer la unidad de los pueblos latinoamericanos, como son los casos de Unasur y el nuevo mecanismo regional en el que estarán todas las naciones latinoamericanas y del Caribe, sin Estados Unidos ni Canadá.
(*)
Bolivarismo y monroísmo
LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio
Editorial El perro y la rana
Ministerio del Poder Popular para la Cultura
Venezuela
(**)
MITRE, Bartolomé (1890)
Historia de San Martín y de la Emancipación
Sud-Americana. Buenos Aires, Argentina
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