Apelo a las propias palabras
del ensayista de variados asuntos como es
Freddy Yépez, en su trabajo sobre el “Antiimperialismo e
internacionalismo de Bolívar”, en el sentido de que “No se trata de buscarle
cinco patas al gato, sino de la necesidad de estudiar a profundidad las ideas
del Libertador Bolívar, indagar sobre su vocación o espíritu antiimperialista
con el mismo ímpetu que a otros próceres…”.
Yépez nos dice que el
verdadero héroe americano fue un hombre que “supo jugar el papel de la personalidad
en la historia de su época en una buena parte de la América Latina” y que para
“reencarnarlo o resucitarlo en otro tiempo, superior al suyo, es necesario
tener el cuidado de entender correctamente las limitaciones de su era, las
realidades que le rodearon, y las oportunidades que le fueron provechosas o
contrarias a sus voluntades y luchas”.
Tal apreciación nos permite
el tiempo de reflexión indispensable –como Maestro y Comunicador Social- para atrevernos a decir, sin cargar la culpa
por estos tiempos ignorantes y de malversación de la mente que vivimos, que la
evolución del mundo en que nos encontramos, sin la evolución pareja de la
conciencia, ha generado ese estado de disparate que tienen las mentes que
estamos apreciando en algunos seudo líderes de este planeta.
Bolívar, a nuestro juicio,
no tiene parangón en la historia del mundo.
Y nuestro ensayista
pareciera, exagerando un poco, comulgar con ese modo de ver a Simón Bolívar,
cuando escribe:
“Querer encontrar en el
pensamiento de Espartaco, por ejemplo, una categoría acabada y científica que
nos defina las características del imperio seria como buscar en las ideas de
Cristo algún planteamiento proponiendo la propiedad social sobre los medios de
producción en su lucha contra el imperio romano”.
Esta interesante discusión
la soltó Freddy Yépez –posiblemente en el 2005-06- pues el ensayo fue editado
en 2007 por el Consejo Nacional de la Cultura, Conac, que regía los destinos de la
cultura en Venezuela antes de ser creado el Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
Referirnos a Simón Bolívar,
es más complicado que hacerlo frente a otros hombres que están en la historia,
porque nos encontramos frente a un ser visionario y pragmático a la misma vez.
Tuvo sus ideas, fue premonitorio, luchó en batallas, fue un enamorado de la
vida, vivió la pasión del amor, y, pese a ello, fue traicionado y abandonado.
Para Yépez, “Lo acertado es
juzgar la obra y el pensamiento de un importante personaje histórico, como
Bolívar, por ejemplo, en su tiempo, porque de allí se desprenden la necesidad y
el deber de tomar, como legado, sus aportes a las luchas e ideas futuras en la
búsqueda de redención social”.
“Al César lo que es del César”
Para este ensayista dar los
méritos a quien se lo merece, cuando se trata de una individualidad significa Al César lo que es del César. Y luego
refuerza su idea al escribir “Lisonjear
a Bolívar no es enaltecerlo sino desmeritarlo; idealizarlo es crucificarlo y no
sentirlo como ejemplo vibrador en las luchas por la emancipación de la
humanidad”. .
Lo escrito por Freddy Yépez pareciera
estar en la dirección en la que también se sumerge el profesor Jaime Ureña
Cervera quien en su libro Bolívar
Republicano, refiere que “…censurar o criticar la ambición personal de
Bolívar por alcanza la gloria es
anacrónico. Peor aún, equivale a echar por la borda una de las claves de la
comprensión de su personalidad histórica. En efecto, en esto Bolívar no se distinguía de sus contemporáneos
europeos y americanos. Para ellos no podía haber contradicción entre el compromiso activo de
un republicano a favor de la libertad y su aspiración personal a la
inmortalidad. Esas dos pasiones –acota el historiador colombiano- hacían parte
de una misma visión del mundo en la cual el interés individual se asociaba con
el interés de la comunidad. Como bien lo demostró el historiador Douglas Adair
en su estudio sobre el caso de los Padres Fundadores de América del Norte, el
sincero patriotismo de Washington, Adams, Jefferson, Hamilton y Madison no era
desinteresado. “Ellos mismos reconocían –dice Adair- que la búsqueda de la fama
(pursuit off ame) era una manera de transformar el egotismo (egotism) y el
autoengrandecimiento en dedicación a la causa de la comunidad; todos habían
comprendido que el servicio público era la vía segura para alcanza la
posteridad”. (Véase Adair, 1974, p.8).
Comenta Ureña Cervera que de acuerdo a la tesis de Adair,
en aquel entonces la lucha por la independencia había transformado en
profundidad los espíritus de aquella época. “A partir de 1776, -el deseo
(lust) de fama, de honor, de gloria,
vino a ser un ingrediente esencia del comportamiento de de Washington y de sus
grandes contemporáneos. Al comparar los textos anteriores y posteriores a la
revolución, Adair constató una
sorprendente mutación de las mentalidades de los grandes personajes: la guerra
de independencia y, luego, la batalla
constitucional habían cambiado las ambiciones y los espíritus de los Padres
Fundadores”.
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