El
mundo hoy ya no puede repartirse por ser posesión casi exclusiva de la que a
final de esta azarosa historia emerge como superpotencia única y el más poderoso imperio que jamás
existió. (Fidel
Castro, Quinto Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y
Problemas del Desarrollo. 14 febrero de 2003. La Habana, Palacio de Convenciones)
Hablar o escribir
acerca del 19 de abril de 1810 es históricamente interesante y actual porque
pareciera que en el destino de las naciones, asunto que nadie puede adivinar,
los momentos, las coincidencias y los intereses parecieran semejarse, con
algunas variantes dado el tiempo que transcurre entre unos y otros.
Obvio en estas
líneas los aconteceres escritos por testigos y quienes no lo fueron, pero escribieron
sobre los hechos acontecidos ese 19 de abril de 1810.
Esa importante
fecha que se acerca a la declaración de independencia del 5 de julio de 1811,
tiene un detalle muy importante que pareciera estar cerca de lo acontecido el
11 de abril de 2002 en la actual República Bolivariana de Venezuela, 192 años
después.
En realidad, el
pueblo constituido por una minoría de blancos peninsulares y criollos
(mantuanos), indios, negros, tercerones, cuarterones, quinterones y zambos fue
el escenario en que se movieron las fuerzas que querían desprenderse de España
y las que querían mantener relaciones con esa nación pero sin depender de ella
porque la idea era gobernarse sin dependencias, con autonomía.
La mayor parte del
pueblo, valga decir, quienes nada poseían, por supuesto, no manejaba idea
alguna para desprenderse del gobierno de España, ya que le habían visto los
colmillos a los blancos criollos, cuyos intereses nada tenían que ver con ellos
en el buen sentido, ya que la esclavitud formaba parte de sus negocios.
En otro lado, los
blancos criollos o mantuanos estaban constituidos por dos sectores: quienes
querían desprenderse de España y ejercer el poder político y hasta se
encontraban identificados con las ideas mirandinas de la patria grande; estos constituían
la nobleza intelectual criolla, muy identificados con los enciclopedistas. Otro
sector de los blancos, deseaba separar del poder a los peninsulares para ellos controlar
el gobierno de la provincia que crecía.
Casi
dos siglos entre abriles
Aquí es donde los
dos abriles, 192 años después, se acercan en el parecido, porque en aquel de
1810 estaba siendo tejida una especie de Golpe de Estado por parte de los mantuanos,
incluso con el apoyo del Clero y también germinaba el ánimo independentista
dentro del otro sector de los blancos criollos, donde estaban los patriotas muy
seguidores de las ideas de los enciclopedistas.
Detalle de valor es
el que registra Caracciolo Parra Pérez, en
“Historia
de la Primera República de Venezuela”, de la Colección Clásica, de la Fundación
Biblioteca Ayacucho, Primera Reimpresión 2011, en la que
escribe que Martín Tovar Ponte y de Anzola “contaba más tarde a Level de
Goda , en Curazao, que Bolívar (Simón) rehusó entrar
en el movimiento porque él no pudo darle seguridades de que se formaría
un gobierno aristocrático en reemplazo del español, a lo cual respondió Tovar
que la nobleza venezolana por reducida y pobre no podía gobernar el país. Fue
entonces cuando Bolívar decidió irse
fuera de Caracas.
El doctor
Caracciolo Parra Pérez nos aclara un
poco el asunto del movimiento cuando escribe:
“El
impetuoso ardor de los jóvenes caraqueños
decidió la marcha de los sucesos y marcó con su sello indeleble los
destinos del Continente americano.
Reunidos algunos de aquellos, el 18 de abril, en la casa de Manuel Díaz Casado –según
Austria- (valga
decir el general de división José de Austria, autor del Bosquejo de la Historia
Militar de Venezuela)
resolvieron intentar un golpe al día siguiente y aprovechando las festividades
del jueves santo, deponer las autoridades
y establecer un nuevo gobierno en
nombre de Fernando VII, con el fin de no alarmar prematuramente al pueblo,
gobierno que presidiría, al principio por lo menos, el propio Capitán General”.
Vuelven
los mantuanos
Ya desde 1999, el
sociólogo Germán Sánchez Otero, ex embajador de Cuba en Venezuela, en su libro “Abril
sin Censura”, publicación Memoria editada por el Correo del Orinoco en 2012, ya
escribe sobre los rumores de conspiración cuando le dice al Comandante Supremo
de la Revolución:
-Oye,
Hugo, se está rumorando cada vez más que
hay ruidos de sables en los cuarteles…como
decían en Chile, en la época de Allende que me tocó vivir allí. ¿Es verdad?
Sí,
estoy seguro: el pueblo no lo va a permitir, ni tampoco la abrumadora mayoría
de las Fuerzas Armadas. De eso no tengan dudas…
Escribe Sánchez Otero
que la primera vez que se enteró de la preocupación de Chávez al respecto fue
de una manera indirecta, en julio de 1999, cuando al despedirse del general
Isaías Baduel, en un acto con motivo de un homenaje a oficiales promovidos a grados
superiores, el general Baduel le dijo que el Presidente Chávez estarían pensando
en designarlo para que estuviera al frente de la 42 Brigada de Paracaidistas
que está en Maracay y luego le dijo –registra Sánchez Otero que en un tono secreteante-
“Si el Presidente adopta esa decisión, es
que él presume que en algún momento puede ocurrir un intento de golpe de Estado
y desde ahora quiere curarse en salud nombrándome en Maracay”.
Y la segunda vez
que Sánchez Otero trató el tema del Golpe de Estado con Chávez fue en La
Casona. Y el líder le habría dicho:
“Sí.
Estoy recibiendo muchos reportes y conjeturas. Pero he dado instrucciones de
evitar suspicacias que provoquen acusaciones infundadas y divisiones en el Alto
Mando y la oficialidad”.
Lo cierto de todo
es que el Presidente Hugo Chávez estaba en conocimiento de los acontecimientos,
como también sabía de la participación de civiles de la oposición con la
iglesia y que el pueblo lo evitaría de llegar a ocurrir algo.
“Sigo
creyendo que el pueblo derrotaría cualquier aventura golpista. Tal vez lo
intenten, que tengan éxito, imposible. Nuestra gente saldría a las calles a
enfrentarlos y la inmensa mayoría de las Fuerzas Armadas no va a apoyar a los
golpistas.
Y
lo siguen intentando
La Defensoría del
Pueblo y la Fundación Juan Vives Suriá, con el apoyo de la Fundación Editorial
El perro y la rana, publicaron “Los Documentos del Golpe”. Fueron 7 mil
ejemplares en los que quedó de manifiesta la participación de los golpistas
civiles como gente vinculada a los partidos políticos, organismos empresariales,
periódicos, radios y estaciones de televisión, militares y personas del clero.
Como escribió el colega
periodista y ex presidente de la República, Dr. José Vicente Rangel, en su
página El Espejo, publicada el 20 de octubre de 2008, refiriéndose a la publicación
Los Documentos del Golpe:}
“Los
testimonios de la infamia se acumulan a lo largo del libro. La vileza de la
información, el cinismo de los promotores de la
aventura y de la manipulación de los hechos, provoca náuseas. Pero lo que más molesta de esta singular
recopilación, basada en fuentes directas, de irrecusable veracidad, es el
caradurismo de los actores: detrás de cada medio hay un dueño, un inspirador.
La forma como éstos se involucraron
confirma su condición de operadores de excepción en la trampa conspirativa.
Y la manera como luego se lavaron las manos,
lo negaron todo y rehuyeron la responsabilidad en los hechos es antológica.
En este tiempo, ya
sin el Comandante Supremo Hugo Chávez, quien habría dicho que los mantuanos
seguirían insistiendo siempre para intentar controlar el poder y por ende al
país, el blanco de los mantuanos modernos ha sido el Presidente Nicolás Maduro.
Contra Nicolás Maduro
los mantuanos modernos, conjuntamente con el imperio estadounidense y los
identificados como vasallos latinoamericanos e instancias como la OTAN y otras de
carácter financiero, han intentado por todos los medios de eliminar la
Revolución Bolivariana de Venezuela.
Los hijos de
Bolívar y Chávez –como se definen los venezolanos- han estado soportando una violencia ilimitada
de la oposición guiada por EE.UU y un terrible bloqueo, todo porque la Revolución
Bolivariana, como modelo político a seguir se ha convertido en el compañero
amigo, protector y defensor de su pueblo, mientras sus agresores –moral y
éticamente incapacitados- mantienen a distancia y empobrecidos a sus pueblos y
buscan seguir atropellando a las naciones que se le resisten como la cubana y
la venezolana y demás integrantes de las organizaciones latinoamericanas como Unasur,
Celac y Alba.
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