Nunca ha sido fácil escribir
sobre Simón Bolívar y por eso, le concedo desde este blog mucha importancia a
esos hombres que se dedicaron y se han dedicado a investigar la vida de este genio
latinoamericano. Y además, la vida del Libertador fue y sigue siendo tan
ejemplar que ha insuflado, aún después de hacer la guerra y morir decepcionado,
el espíritu de los latinoamericanos de revolución.
Pero, ¿Lo sabemos todo sobre
El Libertador?
Indalecio Liévano Aguirre,
cuyo libro Bolívar, ha sido considerado una obra biográfica y
apasionada sobre este importante y verdadero héroe Latinoamericano, nos
presenta en el Capítulo XV, La tierra prometida, la
descripción que hace un oficial británico, integrante del primer regimiento de
lanceros venezolanos sobre este guerrero y que considero necesario dejar acá,
con la idea de que tengamos una aproximación más sincera hacia este grande
hombre:
(,,,) Cuando yo
conocí a Bolívar tenía treinta y cinco años; no era alto, pero bien
proporcionado y bastante flaco. Llevaba un casco, una chaqueta de paño
azul con vueltas rojas y tres series de botones dorados, pantalones azules y, a
guisa de zapatos, sandalias de cuero (…) Los oficiales que lo rodeaban eran casi
todos de color, excepto los generales Páez y Urdaneta. Pocos de ellos tenían
chaqueta. Su vestido consistía en una camisa hecha de pañuelos de diferentes
colores, muy ancha y con grandes mangas; pantalones blancos rotos, que les
llegaban a las rodillas, y un sombrero de hojas de palmera con penacho de
plumas. Casi todos estaban descalzos, pero ceñían grandes espuelas de
plata con rodajas de cinco pulgadas, a lo menos, de diámetro.
Pero hay otro
momento en que Indalecio Liévano Aguirre, en su libro, nos ofrece la
descripción que, de Simón Bolívar da el oficial Gustavo Hippisley, uno de los
jefes de las tropas inglesas y e irlandesas que vinieron a luchar a favor de
nuestra independencia:
El general
Bolívar tiene una apariencia poco interesante, y, no contando sino 38 años,
aparenta 50. Su estatura es de cinco pies, seis pulgadas, seco, demacrado,
inquieto, febril. Parece haber soportado grandes fatigas. Sus ojos
oscuros, a juzgar por lo que refieren sus amigos, eran brillantes, pero ahora
son opacos y pesados. Pelo negro, atado atrás por una cinta; bigotes largos,
pañuelo negro alrededor del cuello, gran casaca azul y pantalones del mismo
color, botas y espuelas. Ante mis ojos pudo haber pasado por todo, menos por lo
que era en realidad. En la hamaca, donde se recostaba hundido, mientras
conversaba, no permanecía dos minutos en la misma posición.
Las
desobediencias de Páez
Le añadimos aquí lo escrito
por Liévano Aguirre, quien sobre los malestares del guerrero apuntó:
“Poco contribuyeron las
noticias recibidas en estos tristes días para ayudar a su convalecencia; por
ellas supo que Cedeño había sido batido en Calabozo por Morales, y La Torre había obligado a Páez
internarse definitivamente en el Apure. Los Llanos de occidente y del centro
estaban perdidos o, cuando menos gravemente amenazados, y la causa republicana,
cuyo renacimiento en 1817 había puesto en marcha las excepcionales energías que
llevaron sus ejércitos hasta las puertas mismas de Caracas, entraba en
peligroso eclipse, pues los territorios aún dominados por los patriotas se
encogían como una piel de zapa; solamente parecía segura la Guayana , punto inicial de
partida”.
Señaló el autor que las “apariencias
señalaban a Bolívar como el culpable del fracaso de la campaña
sobre Caracas; pero él sabía muy bien que la causa de la derrota residía en las
desobediencias del general Páez, que, preocupado por mantener su feudo del
Apure, había privado al ejército republicano, en los momentos decisivos, del
necesario apoyo de la caballería llanera. Lo que más ha
contribuido –escribía a Brión- a prolongar esta campaña ha sido la temeraria
resistencia de San Fernando, y el empeño del general Páez de tomar esta plaza,
que siempre se habría rendido con el simple bloqueo que se le había puesto
desde mi llegada aquí”.
Pero hay más sobre
Simón Bolívar, que el escritor colombiano nos entregó en su libro:
“El día 29 de mayo, todavía
muy débil, Bolívar subió a una pequeña embarcación de su escuadrilla, que debía
conducirle por el Orinoco hasta Angostura, donde estaba próximo a instalarse el
Congreso, convocado por él en los momentos de euforia que precedieron a la
catástrofe. Pocas horas después se desplegaron las velas y los escombros de San
Fernando, capital soñada por Páez para su imperio llanero, se alejaban de su
vista, como se alejaban dolorosos recuerdos de esta agitada etapa de su
existencia ante las nuevas preocupaciones que, muy a su pesar, le llenaban de
inquietud. ¿Cómo recibiría los leales las malas nuevas y qué harían
los descontentos y los rebeldes al conocer los últimos contratiempos?
Tales eran las preguntas que se formulaba el Libertador, mientras la
embarcación se deslizaba velozmente sobre las ondas del Orinoco, y el
general Morillo, convaleciente como él, recibía de su rey, en premio de la victoria,
el título de marqués de La
Puerta ”.
BOLÍVAR
Liévano Aguirre, Indalecio
Colección Clásicos Americanos/serie Biografías
Tomado de las ediciones de las editoriales
Ciencias Sociales y José Martí
Fundación Editorial El perro y la rana, 2011
Alba Cultural
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