En
un trabajo titulado “Bolívar y la
Iglesia”, que escribe Jorge Mier Hoffman, nos comenta que “La
sociedad caraqueña estaba inmersa en una religiosidad exacerbada, impuesta
desde el Vaticano bajo el siguiente principio papal:
“Los frailes son los aliados inseparables de la oligarquía y
voceros de la monarquía en el Nuevo Mundo, porque sobre la fe católica reposa
la fuerza mística del rey por la gracia de Dios, de suerte que los privilegios
del poder y del dinero, estaban seguros bajo la guardia del Vaticano, como fiel
defensor de la monarquía europea”
Y además, Mier
Hoffman (escritor de unos 15 libros sobre historia) nos recuerda que “Para el momento en que nació el futuro Libertador, Venezuela
estaba sometida al imperio inexorable de la iglesia católica y a los designios
del Vaticano, donde los templos, conventos y seminarios e iglesias, se
construían preferentemente a los hospitales, escuelas públicas y teatros que
carecía la capital de la
Provincia, y de esta forma los jesuitas reclutaban los
misioneros que demandaba la colonia en todo el continente…”.
Hemos
apelado a estos párrafos para introducirnos en un tema bastante interesante
publicado en el 2007 por el licenciado en Educación (1984), mención Teología de
la
Corporación Universitaria Adventista, Jonás Flores, así como
también graduado en Educación en la Universidad Simón
Rodríguez (1993) y Magíster en Historia de Venezuela por la Universidad de
Carabobo con mención honorífica a su trabajo de grado titulado “El problema de la libertad de cultos en el
período 1810-1834 y sus incidencias en la consolidación del Estado
venezolano”.
¿Qué
publicó Flores?
Con el sello de la Fundación Editorial El perro y la rana, publicó en la colección
Cada día un Libro, el tema “Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de
Venezuela”, y precisamente aborda asuntos tan interesantes que no podemos
obviar, como cuando comenta al final de la página 30 lo siguiente:
LA RELIGIÓN QUE HEREDÓ EL NUEVO MUNDO NO FUE LA
DE JESUCRISTO
“Lamentablemente la religión heredada en
el Nuevo Mundo bajo el imperialismo español no fue la religión de Jesucristo; por cuanto no armoniza con su carácter las costumbres bélicas, la violencia política, ni mucho
menos el fanatismo y la inclinación a la
intolerancia o la anarquía de los terratenientes quienes despojaron a los
aborígenes de sus tierras, situación lamentable que empaña profundamente a
nuestra historia”.
Hoy en Venezuela sucede una situación extraña
de la Iglesia
ante lo que hace el Estado:
La revolución bolivariana ha rescatado
tierras ilegales, abandonadas sin desarrollar y las está entregando a los
campesinos además de darles insumos, equipos, orientación técnica y créditos,
pero un sector de la iglesia católica no está de acuerdo con esa política y se
opone a la revolución, pese a haber entregado más de 2 millones de hectáreas.
Pero sigamos con el trabajo de Jonás Flores.
¿NO TENDRÍA NADA QUE VER LA IGLESIA?
Escribe nuestro autor que luego de caer la Primera República,
Simón Bolívar, “desde Cartagena de Indias en 1812 en su famoso Manifiesto trata de buscar las causas de
tan nefasto hecho”. Refiere que las inquietudes del guerrero llegan hasta
nuestros días: ¿No tendría nada que ver la Santa Madre Iglesia? Le
horroriza al libertador –sigue Jonás- la posición de la Iglesia católica
incluyendo en tan valioso documento las siguientes palabras:
Es
muy probable que al expirar la
Península, haya una prodigiosa emigración de hombres de todas
clases, y particularmente de cardenales,
arzobispos, obispos, canónigos y clérigos revolucionarios capaces de subvertir, no sólo nuestros
tiernos y lánguidos Estados, sino de envolver al Nuevo Mundo entero en una
espantosa anarquía. La influencia religiosa, el imperio de la dominación civil
y militar, y cuantos prestigios puedan obrar sobre el espíritu humano, serán
otros tantos instrumentos que se valdrán para someter estas regiones.
Continúa en su investigación el educador
Flores y considera que “Sería una falta de honestidad atribuirle sólo a la Iglesia toda la
responsabilidad en la caída de la Primera República; sin embargo en el análisis de
Bolívar en cuanto a las causas probables de la caída de la Primera República
en este famoso manifiesto, explica en qué sentido el clero fue el responsable
de este hecho.
Seguimos en la misma publicación de Jonás
Flores y en el mismo tópico de la caída de la Primera República
y de esa inquietud de Simón Bolívar de averiguar, conocer sus posibles causas.
No deja este autor de ignorar el terremoto del 26 de marzo de 1812 que “pudo
producir una impresión desfavorable en los espíritus supersticiosos e
ignorantes, quienes gracias a la influencia del clero, aseveraban que dicho
terremoto era un castigo de Dios por haberse sublevado contra Fernando VII.
Para mayor estigma, la destitución del capitán general Vicente Emparan había
ocurrido un Jueves Santo del 19 de abril de 1810, y precisamente este terremoto
ocurrió un Jueves Santo de 1812”.
Escribe Jonás Flores, al hacer referencia
a Arístides Rojas (1891) en sus Leyendas históricas de Venezuela “que los
fanático bajo el dominio del clero lanzaban sus consignas diciendo: “en Jueves
Santo lo hicieron, en Jueves Santo lo pagaron”. De una hoja suelta, impresa en el taller caraqueño de Juan
Baillío en abril de 1812, titulada El terremoto: ¿castigo de Dios?, dirigida a
los militares de Caracas, se argumentan una serie de razones para no creer en
el fanatismo popular alentado por el clero y se reflexiona de la siguiente
manera:
¿Qué rey había desconocido Caracas, cuando
en el año 1641 fue destruida por otro terremoto en términos que repensó
trasladar la ciudad al sitio de Sabana Grande, y vinieron de Canarias cuarenta
familias lo que había despoblado aquel meteoro? ¿Qué rey había desconocido ela
misma cuando el 21 de octubre de 1766 sufrió muchos estragos por la misma causa? ¿No estaba Caracas en
estas épocas humillada a los monarcas de España? Lima, Acapulco, Guatemala y
otros pueblos de América, ¿no han sido también anonadados y destruidos por los
temblores de tierra bajo el imperio de los reyes? ¿Lisboa no pereció con igual
motivo adorando al monarca de Portugal? Pues si han perecido tantos pueblos que
reconocía a los reyes, ¿cómo puede hacerse creer que e3l desconocimiento de éstos h sido la causa del terremoto que
hemos sufrido? (De una hoja
suelta, impresa en el taller caraqueño de Juan Baillío en abril de 1812. Se
conserva en el archivo del Libertador, volumen 68, folio3)
VALIÉNDOSE DE LA
SUPERSTICIÓN Y EL ENGAÑO
Jonás Flores narra que el anterior “extracto
documental es otra evidencia de cómo el
poder político de religiosos a lo argo de los siglos, se había valido de la
superstición y el engaño para cauterizar
las conciencias. El ser humano apegado por naturaleza lo trascendente,
admirando lo inexplicable y lo que no se ve, ha sido víctima de cuantas
fábulas, especulaciones y tradiciones inventadas por los maestros de la
religión, sometiendo a ser humano a sus intereses y teorías. Y es que el
terremoto de 1812 es solo un hecho
aislado en la historia venezolana de cómo el clero se ha valido de estos
instrumentos para preservar su infalible religión, porque pareciera que el fin
justificara los medios, aunque se violen los preceptos más sagrados”.
No hay que ir muy lejos para decir que,
desde entonces, la iglesia católica nada ha cambiado. Con unas cuantas
variaciones se ha comportado igual en las naciones latinoamericanas y en el
mundo entero. Las agresiones del clero venezolano contra la revolución
bolivariana están registradas así como las crisis del Vaticano. Hoy día renuncia un Papa y entre las razones
finales, de un informe elaborado por tres cardenales, Eduardo Febres, en Página
12, escribe lo siguiente:
“El
Vaticano era un nido de hienas enardecidas, un pugilato sin límites ni moral
alguna donde la curia hambrienta de poder fomentaba delaciones, traiciones,
zancadillas, lavado de dinero, operaciones de Inteligencia para mantener sus
prerrogativas y privilegios al frente de las instituciones religiosas y
financieras. Muy lejos del cielo y muy cerca de los pecados terrestres. Bajo el
mandato de Benedicto XVI, el Vaticano fue uno de los Estados más oscuros del
planeta. Josef Ratzinger tuvo el mérito de destapar el inmenso agujero negro de
los curas pedófilos, pero no el de modernizar la Iglesia y dar vuelta la
página del legado de asuntos turbios que dejó su predecesor, Juan Pablo II”.
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