Sobre el Libertador
Simón Bolívar han dicho muchas cosas. Lo han calificado de gran guerrero, de
hombre con una alta visión política, capaz de haber mirado por encima de los
años, de buen lector, de estadista, de ser un individuo apegado a la estricta verdad,
de valiente, de estratega militar, de hombre de riesgos y de asumir las
dificultades.
Y en el año 2010,
el general de Brigada retirado, Héctor Bencomo Barrios, quien se ha dedicado a
la docencia militar, publicó el libro Bolívar ante la política, bajo los
auspicios del Archivo General de la Nación y el Centro Nacional del Libro y en
el prólogo, escrito por Alfonso Ramírez, éste nos escribe que:
“Si creyéramos a
Germán Arciniegas, este libro de Héctor Bencomo Barrios estaría de más, porque
para el escritor colombiano, de Bolívar lo único que se salva es el guerrero,
con lo cual se olvida el conocido aforismo de que “la guerra es la
continuación de la política por otros medios”, porque, en efecto, hasta
un Arciniegas debió comprender que las
campañas militares perseguían un
propósito. Y es este objeto tan variado
y tan esencial en la vida del Libertador
-la política-el que toma entre sus manos el general Héctor Bencomo
Barrios.
Es importante que
se diga que la mayoría de los libros históricos que ha escrito este general,
han sido sobre asuntos militares, pero el tema fundamental en este nuevo libro
tiene que ver con el pensamiento político de Simón Bolívar y la manera en lo
que llevó a la práctica.
Dificultades que habían de ser superadas
En el Capítulo El
Gobernante, Obstáculos ante la acción de
mando de Bolívar, el militar escribe lo siguiente:
“Los
elogiosos conceptos emitidos acerca de la actuación política de Bolívar,
inspirados sólo en la cantidad de sus acciones, no serían del todo consistentes
porque es propio de todo gobernante el despliegue de una gran actividad para el cumplimiento cabal y eficiente de sus obligaciones.
Creemos que su mérito descansa, primero, en la notabilidad de ciertas acciones,
y, segundo, en las circunstancias en que
se desarrolló su labor de gobierno; es decir,
el cúmulo de dificultades que hubo de superar
durante el ejercicio del mando. Con sobrada razón se autocalificó “el hombre de las
dificultades”. El hecho de instaurar un gobierno completamente en el lugar
donde existió otro de vario siglos de raigambre, según nuestro entender,
constituye el primero de los tantos embarazos
y situaciones limitativas de la
acción del gobernante Bolívar”.
Un detalle muy
significativo del general Bencomo es que deja bien claro que una de las
dificultades que tenía ante si Bolívar,
es que el país había sido manejado por funcionarios que imponía la
corona española. Ese tiempo en manos en manos de la corona se extendió por un
amplio lapso de 300 años.
Otro asunto
dificultoso fue la conducta de la población, ya que los preceptos de lo que
estaba ocurriendo no eran inicialmente aceptados por las personas y, por
supuesto, habría de ocurrir porque el movimiento liderado por el caraqueño,
tenía que desconocer normas, principios, costumbres y hasta en las áreas,
cultural, sociales y religiosa. Se trató de un proceso de construcción y por
ende, estuvo sepultando todo lo habitual de la sociedad caraqueña de aquellos
tiempos y estaba en la tarea de construir un hombre distinto.
Los escogidos que traspasaron las barreras establecidas
“Si bien es cierto –escribe
Bencomo Barrios- que durante la Colonia había en Venezuela universidad,
seminarios y escuelas, también lo es que el pueblo, en su mayoría, no adquirió los conocimientos mínimos indispensables; primero, porque era
insuficiente la cantidad de planteles y,
segundo, los innumerables requisitos exigidos a los aspirantes limitaban su
acceso a dicho centros. Bolívar, Bello, los Ustáriz, los Salias, los Rodríguez
del Toro, Roscio, Sanz son algunos de
los hombres eminentes producidos por el sistema colonial; es decir, que
recibieron educación y formación
intelectual en los institutos de la
Colonia; pero ellos representaban esa
clase escogida que logró traspasar las barreras establecidas. Esta
discriminación dio sus frutos; amargos para Venezuela, claro está, porque en el
momento del grito revolucionario del pueblo desconocía el significado de los
conceptos de independencia, libertad, soberanía, republicanismo”.
A lo anterior,
había que sumar, dentro de ese proceso de construcción, no solo imaginar sino
de crear una sociedad diferente con una variada gama de elementos que existían
en la época, entre ellos la pobreza, la ausencia de conocimientos y unos
hábitos acentuados con sangre, sudor y lágrimas durante muchos varios
siglos.
Imaginamos que una
de las interrogantes sobre la que trabajó el Libertador estaba relacionada con
la idea de transformar a una legión de vasallos monárquicos en verdaderos
republicanos, de allí que nunca fue fácil para el hombre de las dificultades
resolver esos problemas que confrontó.
Y sigue el general
Bencomo Barrios:
“La revolución
emancipadora transcurrió en medio de privaciones sin cuento* (*Sin cuento:
expresión castiza que significa “sin número, incontable, muchos”), derivadas de
la pobreza de Venezuela, agudizada por la circunstancia de que el país debía
proporcionar medios de subsistencia y de
combate, no sólo para los republicanos
sino también para los realistas, como ocupantes, éstos, de gran parte
del territorio. La carencia de recursos y de dinero para adquirirlos , condujo
a Bolívar , en 1814, a la requisición de las alhajas y vasos sagrados de los
templos, para ser transformados en moneda.. En 1823, en Perú, puso en práctica
de nuevos este expediente generador de críticas,
negativas, desde luego, provenientes de de
la opinión pública acerca de la revolución. El 10 de octubre de 1817, emitió en
Guayana un decreto, por el cual debían ser repartidos entre los militares los
bines secuestrados a los realistas y sus partidarios. De esta manera remediaba
la conflictiva situación creada por la necesidad de recompensar al personal del
ejército y la carencia de dinero para hacerlo. La miseria del país dio
nacimiento al endeudamiento con varios estados; en particular con Inglaterra,
donde se adquiría la mayor parte de los suministros que acompañaban a los combatientes contratados, a quienes
había que pagar. El 22 de octubre de 1828, en carta para O’Leary, decía
Bolívar: “(…)la pobreza de la República
y la última conspiración nos
reduce a una situación deplorable”;
afirmación indicativa del estado de negligencia que para ese año todavía
existía”.
La esclavitud, toda una perturbación
Pero el docente
militar, registra otras manifestaciones que, para entonces, molestaban a Simón
Bolívar, como ocurría con la existencia de los esclavos quienes, si bien
constituían “…los brazos para la
explotación agrícola y minera, (…) La preocupación de Bolívar era por el aspecto social, vistas las
condiciones en que eran tenidos los
esclavos: en el nivel más bajo de la sociedad, sin acceso a la ilustración y al
goce de los derechos cívicos”.
De hecho, cita el escritor
que en el conocido Manifiesto de Carúpano, cuando expuso los problemas que
afectaban el accionar de su gobierno, aborda, entre otros temas al establecimiento de la libertad en un país de
esclavos.
Y otro asunto que
también enfrentaba el Libertador estaba vinculada a quienes le hacían oposición
a sus ideas. Sobre el punto, el militar escritor cita que:
“Una de las
primeras acciones opuestas a la
política de Bolívar fue encabezada por
el general Santiago Mariño en 1814, lo cual determinó la división de la República en dos estados:
el de Oriente y el de Occidente. Ocupada Caracas por el ejército que había
llevado a feliz término la Campaña Admirable de 1813, Bolívar procedió a dar a
Venezuela un sistema de gobierno sobre las bases política y civil. En
consecuencia, pidió a varios ciudadanos de reconocidas luces y virtudes
republicanas que le ilustrasen acerca de la forma que más convenía dar a la administración suprema”.
Nos cuenta Héctor
Bencomo Barrios que la doctrina bolivariana no fue aceptada por todos los que participaron
en el proceso independentista. Es más, unos cuantos la combatieron, sin
embargo, refiere que “…circunstancia que enaltece a Bolívar por admitir y respetar el derecho de los ciudadanos a la expresión
de sus ideas. Nunca se atrevió a descalificar a sus oponentes, ni a considerarlos
enemigos del sistema: tampoco los trató con epítetos ofensivos. Para él, sólo
fueron personas con ideas diferentes a
las suyas. Mandó siempre con mano dura, pero sin pérdida de la majestad de su
alta investidura. El tacto en el ejercicio del mando fue para Bolívar un instrumento del cual hizo un buen uso”.
1 comentario:
buenisimo
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