Abrimos
el libro del poeta y Premio Nacional de Literatura, Gustavo Pereira,
Doctor en estudios literarios de la Universidad de París y autor del
prólogo de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela y apreciamos su calidad como hombre de la literatura que
es. Se encarga Pereira de la introducción, las notas y de la
selección de los tópicos para el libro.
En
su introducción enamora con el lenguaje al decir en las dos primeras
líneas “Un fantasma llamado Bolívar recorre de nuevo Nuestra
América”.Y con esas palabras nos hace entrar en la magia con que
nos envuelve su lectura:
“No
el amurallado por la bruma o la falsía, el convertido en superhombre
o divinidad de infranqueable vallado, objeto de culto o de liturgia
y, por lo tanto, cumplido ya su afán o su destino, yerto,
inofensivo, embalsamado. Ni aquel cuya estatua, para decirlo en
palabras de Pocaterra, sacan a cada aniversario de su base, la ponen
a danzar en una mesa de procesión de aldea con coronas barrocas y a
cuya majestad se pronuncian discursos y se disparan fuegos
artificiales”.
Y
sigue Pereira:
“Ese
Bolívar desposeído ya no de su sombra o su fulgor sino de su
espíritu, yace en plazas y homenajes como una tumba, lacrado,
mortecino, impedido ya de defenderse ante quienes adulteraron,
disociaron y aún falsean todo cuanto en él existió conjugado,
inseparable, persistente”.
Expresa
nuestro Premio Nacional de Literatura lo que el vulgo en la calle
suele recordar con otras palabras, ese sentimiento de que algunos han
querido al Libertador allí, en el Panteón Nacional y en las plazas
de todas las ciudades y que permanezca allí, exclusivamente para ser
recordado en ocasiones especiales y no para hablar de su visión de
país, de su comprensión de la realidad americana, de los que
padecieron por años.
Ese es el Bolívar de sus intereses.
Y
sigue Gustavo Pereira:
“¡Si
hasta de sus facciones forjóse perfil ajeno al suyo! Aquel rostro
moreno labrado y curtido por sol e intemperie de de trópicos y
páramos fue convertido en almibarado semblante de salón, lo mismo
que el pelo crespo, alisado para que el rasgo de pertenencia no
desdijera del héroe de estirpe grecorromana que en los retratos
oficiales y las monedas imponen la figura obligada o supuesta en
todo gran hombre”.
Y
mas en su escritura:
“Pero
no es ese el ser humano que pudo sobrevivir a la hagiografía y al
olvido”.
Al
menos no es el Bolívar que hizo posible a Bolívar.
Y
continúa el poeta:
-Ese
Bolívar oráculo o semidiós, infalible, todopoderoso y único
autor, clausurado, inaccesible, transmutado en papa o invicto
guerrero para velar o tapiar o silenciar lo mas audaz y luminoso de
su pensamiento, no es aquel hijo de las ideas que convulsionaron y
transformaron su tiempo ni el conductor que osó ir mas allá de una
clase social -la suya- que en la América meridional colonizada pugnó
por alcanzar con la emancipación de las riendas de su propio
destino político: “Si algunas personas -escribió el mismo en
cierta ocasión, premonitoriamente, a Santander – interpretan mi
modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero
inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el
mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates”.
El
Bolívar sensible, contraventor, apasionado, justiciero...
-El
fantasma que vivió y vive y trasciende y llega hasta nosotros, o al
menos hasta mi -dice el poeta Pereira-, envuelto en su raída manta y
presa de osadías y delirios y arrebatos y obsesiones y
contradicciones y saberes e intuiciones es el Bolívar sensible,
contraventor, apasionado, justiciero -revolucionario verdadero en
suma-, cuyo empeño, valor, generosidad, desprendimiento y talento
infatigables de osado dirigente y soñador ayudaron a liberar y
conformar naciones y mentalidades en un continente abatido por tres
siglos de opresión y despojo.
-Ese
Bolívar -comenta- nos fue trocado o escamoteado durante largo tiempo
y la historia oficial y sus enemigos y sus hagiógrafos se encargaron
de reducirlo a fábula o anécdota, cuando no a omnímoda presencia,
desplazando el cuerpo matriz de su ideario y de sus luchas y
convirtiendo su ejemplo en asignatura moldeable para justificar la
iniquidad establecida y hasta la trama o la celada vendepatria.
Y
mas:
Ese
Bolívar, presente en casi todos los actos de su vida y en sus
escritos, sobre todo en aquellos que precedieron a Ayacucho, no
batalla ni discurre bajo dictados de tradiciones o privilegios
seculares y mucho menos circunscrito a la sola acción
antimonárquica e independentista.
El autor nos habla mas del héroe caraqueño y nos refiere que el hombre se había
nutrido bajo los influjos de Simón Rodríguez y en la Francia
revolucionaria, de las luces y vivencias de quienes habían
contribuido, antes y entonces, a hacer posible un nuevo tipo de
sociedad.
Hay mucho mas en Simón Bolívar escritos
anticolonialistas, de Gustavo Pereira, pues su contenido
-independientemente de ser una lectura apasionante- nos acerca mucho
al Simón Bolívar que todos debemos conocer, como cuando nos escribe para señalar que nuestro Libertador prefería la vida del campo a la ciudad, no
quería saber nada de los borrachos ni de los jugadores y tampoco de
los embusteros y era tan leal y caballeroso “que no permitía que
en su presencia se hablase mal de los otros. La amistad era para él
palabra sagrada. Confiado como nadie, si descubría engaño o falsía
, no perdonaba al que de su confianza hubiese abusado. Su generosidad
rayaba en lo pródigo. No solo daba cuanto tenía suyo, sino que se
endeudaba para servir a los demás. Pródigo con lo propio, era casi
mezquino con los caudales públicos. Pudo alguna vez dar oídos a la
lisonja, pero le indignaba la adulación. Hablaba mucho y bien;
poseía el raro don de la conversación y gustaba de referir
anécdotas de su vida pasada.
Simón
Bolívar, escritos
anticolonialistas
PEREIRA
Gustavo
Ediciones
Correo del Orinoco
Junio
2013
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