Antonio
José de Sucre integra el grupo de los cinco varones eximios de Venezuela en el
siglo diecinueve. Los otros se llaman Francisco de Miranda, Simón Bolívar,
Andrés Bello y Simón Rodríguez.
Con esas palabras, el fallecido
historiador y también profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad
Central de Venezuela, UCV, Alfonso Rumazo González, inició el prólogo del libro
Antonio José de Sucre /Documentos Selectos, de la serie Inventamos o erramos, de
la Biblioteca Popular para los Consejos Comunales, publicado por la Fundación
Editorial el perro y la rana, una edición cedida por la Fundación Biblioteca
Ayacucho.
La fuerza -en todos los aspectos- que
tuvo y mantiene Simón Bolívar quizá ha influido -sin desmerecimiento alguno- en
que poco hayamos descubierto sobre la personalidad del guerrero cumanés Antonio
José de Sucre y mas en estos 15 años de la Revolución Bolivariana.
Refirió el historiador lo que escribió
el general O'Leary - Quien fuera edecán del Libertador por años- escribió sobre
el héroe de Ayacucho: “Era el mejor General de Colombia; tenía bravura
personal, adivinaba a simple vista, y era infatigable. Hacía todo él mismo,
escribía su propia correspondencia, examinaba cada cosa, conducía el espionaje,
hacía reconocimientos, visitaba día y noche las avanzadas, examinaba incluso
las raciones que se daban a la tropa. Y aún así, no gozaba de muchas simpatías
en el ejército. Era un hombre muy orgulloso. Comandante en Jefe del ejército peruano
y del aliado, en el Perú en 1823, les habló a los generales así:
- Probablemente ustedes suponen, porque
soy inferior en rango a algunos y mas joven que otros, que yo voy a relajar la
disciplina. Ustedes se engañan. Yo debo ser obedecido; conozco mi deber y lo
cumpliré, y ustedes deben cumplir el suyo. Yo no quiero sus consejos sino su
obediencia; yo he ganado victorias anteriormente, sin su asistencia!
En
camino a la vida dura
Cuenta el profesor Rumazo González que
cuando estalla la revolución de independencia en Caracas, el 19 de abril de
1810, Sucre estaba en la Escuela de Ingenieros, donde aprendió matemática,
geometría, álgebra, topografía, agrimensura, fortificación y artillería durante
cuatro o cinco años. Fue llamado a Cumaná y allá entra al ejército como oficial
de las Milicias Regladas, en el cuerpo de ingenieros.
“Rueda hacia la vida dura -reseña el
fallecido profesor de historia-, de sacrificio, demasiado pronto; sus estudios
han quedado interrumpidos; también las alegrías y la abundancia. Pónenle a
disciplinar reclutas. Necesitará volverse autodidáctico, leyendo mucho,
estudiando sin método, absorbiendo conocimientos y experiencias
simultáneamente, en una muy difícil brega.
Nos explica el historiador que Sucre
vivió en campaña, esa situación tensa durante unos 14 años. “Y aún después de
la emancipación, habrá de afrontar el prócer la guerra contra el Perú invasor,
al que derrotará en Tarqui. En el inicio de la vasta hazaña conocerá a Miranda,
en la toma de Valencia. Aprenderá ahí el significado realista de la palabra
guerra; 800 muertos, mas de 1.500 heridos solo en el lado suyo, el republicano.
Por primera vez, ante esos ojos juveniles de diecisiete años, la sangre y el
estertor de los que mueren, hombres y caballos: ayes, blasfemias, relinchos,
gritos de ira y dolor, maldiciones, todo mezclado con balas y polvo, lanzazos y
calor quemante; el humo y la furia satánica se retuercen; todo se vuelve
monstruoso; los soldados matan con odio y rencor; hay rictus feroces. Muchas
veces se repitieron estas graves escenas, en las batallas, en los combates. El
jefe no puede ser sentimental; sereno, impávido, alerta al máximum, ha de regir
el choque para obtener la victoria, lo único importante en ese trágico
trabarse.
Antonio José de Sucre no las tuvo fáciles,
salvo en los tiempos de su juventud: Hijo de una familia aristocrática, con
muchas casas, esclavos y dinero abundante, un padre coronel e imaginamos que
con muchas relaciones quizá no imaginaría ese increíble y futuro acontecer que
le esperaba.
La grandeza peldaño a peldaño
Cuando decimos que hemos conocido muy poco del Gran
Mariscal de Ayacucho, reiteramos la ignorancia al respecto. Antonio José de
Sucre no fue bañado por la aristocracia familiar pues, todo se lo ganó a punta
de dedicación:
“No hubo para él, el subteniente de quince años –escribió Rumazo González en
el prólogo-, sino e ascenso militar de peldaño en peldaño, de grado en grado,
cuando otros se autodenominaron directamente
coroneles o generales. No se le permitió el salto; su comportamiento aristocrático
y su costumbre de hablar solo lo
indispensable, le produjeron distanciamiento. Dos años tardó en legar a teniente;
luego mediante sus capacidades, valentía, serenidad y sentido increíble de previsión, ascendió a comandante,
al dirigir la artillería en el sitio de Cartagena, en 1815. Sus armas –las
estudiadas teóricamente en la Escuela de Ingenieros de Mires- fueron la
infantería y la artillería. Llegó a la
gallarda fecha de los veintiún años con el grado de coronel; a los pocos meses,
el general Mariño le ascendió a Mayor
General. Bolívar en Angostura al descubrir su inmenso valor militar, hízole
General de Brigada, en el lapso del celebérrimo Congreso de esa ciudad del
Orinoco.
Añade el historiador Rumazo González que por la
capacidad que había demostrado Antonio José de Sucre, le encomendaron “el mando
de la Legión Británica en el Apure –una legión muy difícil de gobernar-; a él,
por experto, se le encargó la compra de armas en las Antillas (armas inglesas).
Y a los 25 años, llevóle el Libertador a
la inmensa responsabilidad de Jefe de Estado Mayor General, para enviarlo con
esa dignidad y esa autoridad a la magna campaña del Sur (el Ecuador y el Perú,
no libertados todavía). El otro ascenso, el postrero, se lo conquistó
directamente el cumanés en la batalla final de la independencia; se le nombró
entonces, con honor único e inigualable, Gran Mariscal de Ayacucho. Allá, Sucre
hubiese podido decir lo que Napoleón
exclamó ante Cadoudal: “¡Uníos todos a mi gloria!”. Ese día emergió una evidencia que tal vez
muchos no habían descubierto todavía: la de que el Mariscal era un hombre insustituible; el único
militar supercapaz, después de Bolívar; su
único posible sucesor.
Antonio José de Sucre
DOCUMENTOS SELECTOS
Biblioteca Popular para los Consejos Comunales
serie Inventamos o erramos
Fundación Editorial el perro y la rana
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