Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



miércoles, 19 de noviembre de 2014

REFLEXIONES en torno al Juramento del Monte Sacro




Los autores Pedro Salima y Anìbal Velàsquez, narrador y ensayista el primero y sociólogo, narrador y poeta el segundo, hacen unas cuantas reflexiones alrededor del Juramento de Simón Bolívar en el Monte Sacro y sobre las cuales, escribimos en esta entrega   de pertinentes.
Sin desmeritar el enfoque global de la publicación, integrado por varios ensayos, abordamos el tópico El Juramento, sobre el cual los autores indican que “El maestro Simón Rodrìguez era el poseedor de los conocimientos, de los valores culturales, de los saberes de la historia; su antiguo alumno, el joven Simón llevaba consigo la pasión juvenil, el arrojo, los deseos de luchar y también muchas lecturas bajo el influjo de su mentor y las realizadas por cuenta propia o bajo la custodia de otra gente cercana, lo que le abrìa paso de manera fácil al conocimiento del mundo”.
Los autores en su discurrir dejan claro que “el naturalismo -dialéctico y la visión social en las ideas de Simón Rodrìguez tomaron cuerpo en Bolívar”. Sin embargo, no dejan de lado el hecho que, para ese entonces, el maestro Rodrìguez carecía de las relaciones con los denominados socialistas utópicos, sin embargo ya este hombre albergaba las ideas del cooperativismo.
Relatan que envueltos Simón Bolívar y Simón Rodrìguez en conceptos y sueños, *acompañados de Fernando Toro, se llegaron al Monte Sacro un 15 de agosto de 1805. “El joven Bolìvar con su maestro -escriben- absorbiendo todavía conocimientos de las palabras de Rodrìguez, bebiendo de ese saber que le permitía ir diciendo al viento, al mundo o a la nada, un discurso donde brotaba el conocimiento de la cercana historia de Roma y la perversión social y moral que caminaba de mano de sus personajes e instituciones”.
El intelecto en la primera parte del discurso de Bolìvar en el Monte Sacro, el argumento que se esgrime desde la élite para condenar los desbarajustes de un poder que se ha corrompido, no es casual. No es una condena llevada por la pasión, presa fácil de frases altisonantes, sin profundidad; al contrario -dicen los autores-, la pasión es acompañada por el conocimiento de la historia, de la sociedad y de los personajes que conforman el poder de la Roma de aquellos años.

Releamos el Juramento del Monte Sacro:

¿Conque este es el pueblo de Ròmulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Neròn, de Cèsar y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquì todas las grandezas han tenido su su tipo y todas las miserias de su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pùblica para ocultar la suspicacia de su caràcter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazòn de su protector para reemplazar la tiranìa de Cèsar con la suya propia, Antonio renuncia a los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrìo como la noche y depravado como el crìmen, divide su tiempo entre la concuspicencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Calìgulas, y por un Vespasiano cien Claudios.
Este pueblo ha dado para todo; severidad para los viejos tiempos; austeridad para la Repùblica; depravaciòn para los emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para



conquistar el mundo entero; ambiciòn para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrìlegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover , como Ciceròn; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satìricos como Juvenal y Lucrecio; filòosofos dèbiles, como Sèneca, y ciudadanos enteros, como Catòn.
Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad; Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procònsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crìmenes groseros; pero para la emancipaciòn del espìritu , para la extirpaciòn de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razòn, bien poco, por no decir nada.
La civilizaciòn que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquì todas sus fases, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en liberetad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incògnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no darè descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.

Las dudas de Vicente Lecuna

Salima y Velàsquez, los autores de las Reflexiones en torno al Juramento del Monte Sacro, refieren en su trabajo que “Percibimos en el discurso la presencia de las lecturas, del conocimiento; aunque algunos historiadores, como Vicente Lecuna, dudan que Bolìvar haya sido el autor de estas palabras.Sustenta su tesis en que el texto del Juramento fue publicado varios años despuès de la muerte del Libertador y que el mismo fue dictadopor Simòn Rodrìguez al doctor Manuel Uribe Àngel, colombiano en 1850. Desde nuestro punto de vista observamos que el intento de expresar en un breve discurso tantos conocimientos, tal como se observa en el mismo, requiere de una mezcla de lecturas, pasiòn y delirio, por no incluir la parte màgica que acompaña a los nacidos en el Caribe o cerca de èl.
En todo caso -añaden-, si consideramos la juventud de Bolìvar para entonces y el tono filosòfico de la primera parte del discurso, podrìamos abocarnos hacia un joven intrèpido, soñador, que aferrado a muchas lecturas, afectado por la perversiòn del poder qure veìa en Francia e Italia, se siente capaz de soltar al viento todo ese cùmulo de nombres y situaciones, hacièndolo de manera apresurada, solo que bajo la correspondencia de un muchacho educado para hablar de manera correcta.

Si releemos con cuidado esta parte del juramento -siguen-, percibiremos a un joven deslumbrado por tantas lecturas, por el saber de personajes, historias, datos y perversiones en una sociedad; y que son saberes recientes, que se llevan a flor de piel, que parecieran tocarse. De esta manera explotan en su voz con ìmpetu, adentràndose en puntos esenciales en la vida de esos personajes, pero sin profundizar en ellos. Solo lo que se puede percibir a partir de las lecturas y de las tantas lecciones tomadas de su maestro, hombre enèrgico y radical, tal como se percibe Bolìvar en el discurso.
De allì la posibilidad de un discurso o proclama en boca de un joven inteligente, leìdo, audaz, tambièn engreìdo y que, no sabemos si llevado por el maestro, se siente capaz de colocarse por encima de las dificultades adversas para luchar por su paìs.
La parte final del discurso -escriben ambos ensayistas- es el joven Bolìvar desbocado, incontrolable y arrogante , creyèndose en condiciones de librar y ganar batallas, no importa contra quien. Preludio a discursos, frases y procla,mas que años despuès lo presentaron como un resuelto lìder polìtico y militar. Indagar en otros textos del libertador serà encontrar la fuerza y la pasiòn de esta parte final del juramento.
Bolìvar, en el Juramento del Monte Sacro, anuncia que en el Nuevo Mundo, en nuestro continente, serà posible resolver los problemas del hombre en libertad. Asimismo, es el preàmbulo de una lucha si cuartel. Avizoramos en su juramento lo que luego expresarìa en el Decreto de Guerra a Muerte: nada podrìa detener el logro de la independencia.
¿Producto de lo emotivo del momento? ¿Llevado por un impulso? Si bien la juventud de Simòn Bolìvar hace posible tal hipòtesis , no es menos cierto que mel conocimiento adquirido por èl sobre la nhistoria de Europa, la presencia de una diversidad de pensamientos a su alrededor, las enseñanzas de su maestro Simòn Rodrìguez, el contacto con Humboldt; aunados a los vicios enquistados en aquellos gobiernos, le señalaban la necesidad de transitar por otros senderos para construir una nueva sociedad , de cierta manera obedecìa a la urgencia de inventar antes que errar, dentro de los esquemas ya conocidos.
Y continùan los autores:
Pudo entender en ese momento (se refieren a Simòn Bolìvar) que los poderes monàrquicos, conservadores y arbitrarios, daban pie a la corrupciòn; una corrupciòn que bajo el amparo del poder econòmico se cernìa peligrosa contra los pueblos y sus deseos de liberaciòn.
Plantean los ensayistas que Bolìvar, con su juramento, “se anticipa a lo que años despuès, el 3 de julio de 1811, dirìa: ¡Vacilar es perdernos! Frase que nos sigue hasta nuestros dìas cuando debamos asumir que cualquier momento de vacilaciòn, cualquier actitud de unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatìa, como alertara Bolìvar en 1811, serìa fatal parea la lucha por una sociedad justa. Nace de allì, en el Monte Sacro, la urgencia de plantearnos una lucha sin descanso contra todo tipo de imperio.


SALIMA Pedro y
VELÀSQUEZ Anìbal
REFLEXIONES en torno al Juramento del Monte Sacro (Selecciòn de ensayos)
Colecciòn Historias
Fundaciòn Editorial el perro y la rana, 2008





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