Sin
desmeritar el enfoque global de la publicación, integrado por
varios ensayos, abordamos el tópico El Juramento, sobre el cual los
autores indican que “El maestro Simón Rodrìguez era el poseedor
de los conocimientos, de los valores culturales, de los saberes de
la historia; su antiguo alumno, el joven Simón llevaba consigo la pasión juvenil, el arrojo, los deseos de luchar y también muchas
lecturas bajo el influjo de su mentor y las realizadas por cuenta
propia o bajo la custodia de otra gente cercana, lo que le abrìa
paso de manera fácil al conocimiento del mundo”.
Los
autores en su discurrir dejan claro que “el naturalismo
-dialéctico y la visión social en las ideas de Simón Rodrìguez
tomaron cuerpo en Bolívar”. Sin embargo, no dejan de lado el
hecho que, para ese entonces, el maestro Rodrìguez carecía de las
relaciones con los denominados socialistas utópicos, sin embargo ya
este hombre albergaba las ideas del cooperativismo.
Relatan
que envueltos Simón Bolívar y Simón Rodrìguez en conceptos y
sueños, *acompañados de Fernando Toro, se llegaron al Monte Sacro un
15 de agosto de 1805. “El joven Bolìvar
con su maestro -escriben- absorbiendo todavía conocimientos de las
palabras de Rodrìguez, bebiendo de ese saber que le permitía ir
diciendo al viento, al mundo o a la nada, un discurso donde brotaba
el conocimiento de la cercana historia de Roma y la perversión
social y moral que caminaba de mano de sus personajes e
instituciones”.
“El
intelecto en la primera parte del discurso de Bolìvar en el Monte
Sacro, el argumento que se esgrime desde la élite para condenar los
desbarajustes de un poder que se ha corrompido, no es casual. No es
una condena llevada por la pasión, presa fácil de frases
altisonantes, sin profundidad; al contrario -dicen los autores-, la
pasión es acompañada por el conocimiento de la historia, de la
sociedad y de los personajes que conforman el poder de la Roma de
aquellos años.
Releamos
el Juramento del Monte Sacro:
¿Conque
este es el pueblo de Ròmulo y Numa, de los Gracos y los Horacios,
de Augusto y de Neròn, de Cèsar y de Bruto, de Tiberio y de
Trajano? Aquì todas las grandezas han tenido su su tipo y todas las
miserias de su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad
pùblica para ocultar la suspicacia de su caràcter y sus arrebatos
sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazòn de su protector
para reemplazar la tiranìa de Cèsar con la suya propia, Antonio
renuncia a los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras
de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus
compatriotas, y Tiberio, sombrìo como la noche y depravado como el
crìmen, divide su tiempo entre la concuspicencia y la matanza. Por
un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Calìgulas, y
por un Vespasiano cien Claudios.
conquistar
el mundo entero; ambiciòn para convertir todos los Estados de la
tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas
sacrìlegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres;
oradores para conmover , como Ciceròn; poetas para seducir con su
canto, como Virgilio; satìricos como Juvenal y Lucrecio; filòosofos
dèbiles, como Sèneca, y ciudadanos enteros, como Catòn.
Este
pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad;
Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes
historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres,
procònsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes
y crìmenes groseros; pero para la emancipaciòn del espìritu ,
para la extirpaciòn de las preocupaciones, para el enaltecimiento
del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razòn, bien
poco, por no decir nada.
La
civilizaciòn que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquì todas
sus fases, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a
resolver el gran problema del hombre en liberetad, parece que el
asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa
incògnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.
¡Juro
delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos;
juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no darè descanso a mi
brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos
oprimen por voluntad del poder español.
Las
dudas de Vicente Lecuna
Salima
y Velàsquez, los autores de las Reflexiones en torno al Juramento
del Monte Sacro, refieren en su trabajo que “Percibimos en el
discurso la presencia de las lecturas, del conocimiento; aunque
algunos historiadores, como Vicente Lecuna, dudan que Bolìvar haya
sido el autor de estas palabras.Sustenta su tesis en que el texto del
Juramento fue publicado varios años despuès de la muerte del
Libertador y que el mismo fue dictadopor Simòn Rodrìguez al doctor
Manuel Uribe Àngel, colombiano en 1850. Desde nuestro punto de vista
observamos que el intento de expresar en un breve discurso tantos
conocimientos, tal como se observa en el mismo, requiere de una
mezcla de lecturas, pasiòn y delirio, por no incluir la parte màgica
que acompaña a los nacidos en el Caribe o cerca de èl.
En
todo caso -añaden-, si consideramos la juventud de Bolìvar para
entonces y el tono filosòfico de la primera parte del discurso,
podrìamos abocarnos hacia un joven intrèpido, soñador, que
aferrado a muchas lecturas, afectado por la perversiòn del poder
qure veìa en Francia e Italia, se siente capaz de soltar al viento
todo ese cùmulo de nombres y situaciones, hacièndolo
de manera apresurada, solo que bajo la correspondencia de un muchacho
educado para hablar de manera correcta.
Si
releemos con cuidado esta parte del juramento -siguen-, percibiremos
a un joven deslumbrado por tantas lecturas, por el saber de
personajes, historias, datos y perversiones en una sociedad; y que
son saberes recientes, que se llevan a flor de piel, que parecieran
tocarse. De esta manera explotan en su voz con ìmpetu, adentràndose
en puntos esenciales en la vida de esos personajes, pero sin
profundizar en ellos. Solo lo que se puede percibir a partir de las
lecturas y de las tantas lecciones tomadas de su maestro, hombre
enèrgico y radical, tal como se percibe Bolìvar en el discurso.
De
allì la posibilidad de un discurso o proclama en boca de un joven
inteligente, leìdo, audaz, tambièn engreìdo y que, no sabemos si
llevado por el maestro, se siente capaz de colocarse por encima de
las dificultades adversas para luchar por su paìs.
La
parte final del discurso -escriben ambos ensayistas- es el joven
Bolìvar desbocado, incontrolable y arrogante , creyèndose en
condiciones de librar y ganar batallas, no importa contra quien.
Preludio a discursos, frases y procla,mas que años despuès lo
presentaron como un resuelto lìder polìtico y militar. Indagar en
otros textos del libertador serà encontrar la fuerza y la pasiòn de
esta parte final del juramento.
Bolìvar,
en el Juramento del Monte Sacro, anuncia que en el Nuevo Mundo, en
nuestro continente, serà posible resolver los problemas del hombre
en libertad. Asimismo, es el preàmbulo de una lucha si cuartel.
Avizoramos en su juramento lo que luego expresarìa en el Decreto de
Guerra a Muerte: nada podrìa detener el logro de la independencia.
¿Producto
de lo emotivo del momento? ¿Llevado por un impulso? Si bien la
juventud de Simòn Bolìvar hace posible tal hipòtesis , no es menos
cierto que mel conocimiento adquirido por èl sobre la nhistoria de
Europa, la presencia de una diversidad de pensamientos a su
alrededor, las enseñanzas de su maestro Simòn Rodrìguez, el
contacto con Humboldt; aunados a los vicios enquistados en aquellos
gobiernos, le señalaban la necesidad de transitar por otros senderos
para construir una nueva sociedad , de cierta manera obedecìa a la
urgencia de inventar antes que errar, dentro de los esquemas ya
conocidos.
Y
continùan los autores:
Pudo
entender en ese momento (se refieren a Simòn Bolìvar) que los
poderes monàrquicos, conservadores y arbitrarios, daban pie a la
corrupciòn; una corrupciòn que bajo el amparo del poder econòmico
se cernìa peligrosa contra los pueblos y sus deseos de liberaciòn.
Plantean
los ensayistas que Bolìvar, con su juramento, “se anticipa a lo
que años despuès, el 3 de julio de 1811, dirìa: ¡Vacilar es
perdernos! Frase que nos sigue hasta nuestros dìas cuando debamos
asumir que cualquier momento de vacilaciòn, cualquier actitud de
unirnos
para reposar, para dormir en los brazos de la apatìa,
como alertara Bolìvar en 1811, serìa fatal parea la lucha por una
sociedad justa. Nace de allì, en el Monte Sacro, la urgencia de
plantearnos una lucha sin descanso contra todo tipo de imperio.
SALIMA Pedro y
VELÀSQUEZ Anìbal
REFLEXIONES en torno al Juramento del Monte Sacro (Selecciòn de ensayos)
Colecciòn Historias
Fundaciòn Editorial el perro y la rana, 2008
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