La
historia de Venezuela y de toda Latinoamérica, es más rica y prolija de lo que
muchos pueden imaginar y que, de paso, deberían sentirse altamente orgullosos
si leyeran y se apropiaran del conocimiento de lo que somos y de dónde venimos.
En
su libro, nos habla en letras el profesor Hermoso González, en el tópico La frustración de la vía
pacífica, que
cuando llegó Cristóbal Colón a nuestras tierras, nuestros antecesores, los
indígenas, los dueños de estas tierras, los denominados nativos, los recibieron
en paz, altamente amables y hasta Colón –que no bajó a tierra como han mentido-
en sus fantasías creyó haber llegado al “paraíso terrenal”.
El
doctor Hermoso González nos refiere en su trabajo que, las noticias sobre lo
que habían descubierto los españoles se
dispararon e hicieron saltar “la ambición de los peninsulares…”.
Los
lectores, pienso, deben interpretar que esa ambición se tradujo en tropelías de
quienes vinieron a nuestro continente. Es bueno que no se ignore que, cuando Colón
vendía su idea del viaje a lo que consideraban las indias –no a nuestra tierra-
llevó a sus naves un cargamento de ex presidiarios que no lo pensaron dos
veces: la cárcel para toda la vida o la posibilidad incierta de otro mundo
No
es que intente justificar lo injustificable, como lo fue el asesinato vil de
muchos de nuestros antecesores, pero es casi igual a hoy día, unos están detrás
de las cortinas y dirigen y otros ejecutan cualquier actuación como marionetas.
Es una realidad que no se puede negar,
por más que lo deseen.
Veamos
lo que escribe nuestro investigador:
“Los
nativos reciben pacíficamente a los
visitantes y les hacen entrega de diversos objetos. A instancias de los
españoles –deslumbrados por el oro y las perlas
con que se adornaban los indígenas- se produce el primer
intercambio comercial entre unos y otros. Los aborígenes aceptan cambiar
oro y perlas por espejos y otras baratijas. Como en todo intercambio comercial
unos y otros quedan satisfechos”
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