La rebelión en el continente americano por parte
de los esclavos traídos a estas tierras, vendidos por los llamados negreros
portugueses y adquiridos por los españoles, siempre existió en diversas partes
de nuestra región.
Para nadie es
desconocida la participación de los nativos haitianos en su guerra de
independencia así como los levantamientos que se dieron en Venezuela y la
participación de muchos criollos en la guerra social, como la llamó el
dominicano Juan Bosch al igual que los esclavos en Jamaica y Cuba y todo un
mestizaje rebelde que abarcó la mayoría de las regiones de este joven
continente.
Un interesante
ensayo sobre el aporte de los africanos llegados a Cuba y su participación en
la vida de la isla, escrito por el narrador, etnólogo, ensayista y poeta
cubano, Miguel Barnet, habla de todo un aspecto singular de esa fusión que se
dio entre esclavos africanos y blancos, alrededor de la caña de azúcar y su producción.
Una fuerte dosis de rebelión
En ese ensayo del
reconocido poeta Barnet, titulado Una
cultura defensiva, nos refiere que “El aporte del
africano a la cultura cubana, cuya génesis está en el trapiche azucarero,
poseía una fuerte dosis de rebelión frente al medio opresivo. Toda la cultura
que él proyecta en Cuba es defensiva”.
El detalle de lo
defensivo, que también bañó a los indígenas lo apreciamos en una parte de
Pueblo Protagónico (1498-1798), del historiador José Manuel Hermoso González,
quien al referirse al tópico Rebeliones
anti-esclavistas, alzamientos populares y otros conflictos escribe
que “Durante los trescientos años de la dominación colonial fueron muy
frecuentes los conflictos armados que
enfrentaban: a españoles contra indígenas; a las autoridades españolas con los
esclavos rebelados contra sus propietarios; a los pobladores de pueblos y
ciudades frente a piratas y corsarios;
y, con relativa frecuencia, también se produjeron colisiones frontales entre
los habitantes de cualquier pueblo o ciudad y sus autoridades, así como también
enfrentamientos entre esas autoridades y los representantes de los vecinos en
los ayuntamientos”.
Una lucha por la identidad
Y si nos acercamos
un poco los acontecimientos que ocurrieron por los lados de la República
Dominicana, observamos que “La rebelión, liberación y fuga individual de cada esclavo de la Isla
de Santo Domingo, constituyeron en forma colectiva una lucha por la identidad,
por la libertad, por la justicia y por el reconocimiento como humanos de estos
seres que en algún momento fueron
vendidos y comprados como esclavos cual
si fueran las más interesantes mercancías provenientes del continente negro y
ofertadas por los mercaderes europeos al resto del mundo…”, como registró en Lemba, El esclavo rebelde del Caribe,
Libio Amaury Matos.
En realidad,
indígenas, negros y muchos blancos así como la variadísima riqueza étnica que
surgió de su conjunción, siempre estuvo caracterizada por ese sentimiento de la
defensa de su integridad, que hoy continúa presente en los americanos de sur.
Pero volviendo al
específico ensayo del narrador cubano Miguel Barnet, él reitera esa cultura
defensiva que está en el mundo del trapiche azucarero. “Por eso es tan
duradera y homogénea –escribe-, a pesar
de las variantes y matices señalados ya
por los etnógrafos. En las expresiones musicales, danzarías y poéticas conservadas
hasta hoy, subyace este fenómeno. La
actividad cultural del africano es, por
naturaleza, revolucionaria: un método de liberación interior y una vía para la búsqueda de la
seguridad. Oración, epifanía, conjuro, danza, todo encaminado a encontrar la
salvación”.
Revolucionaria la actividad cultural del africano
Escribió Miguel
Barnet que cuando el cimarrón escapaba y huía hacia el monte, pensaba en su
tierra de origen. “El palenque reconstruyó la vida en la aldea; con palos de
guayacán y piedras construyeron fortalezas infranqueables, todo motivado por la
necesidad deliberarse. Las cadenas de la esclavitud condenaron las piernas de
los esclavos, ataron sus brazos, pero no pudieron amordazar sus espíritus”.
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pensamos que no solo eso ocurrió, sino que tampoco pudieron amarrar esa
conciencia de ser gente que vivió con libertad, en oportunidades en guerras
triviales, pero el ser africano y a un lado el indio, han sido y son seres de
libertad permanente y esa fue una herencia que hemos recibido los actuales
americanos.
Escribió el
narrador que, “Desde los comienzos, el negro por su condición de esclavo, de
simple tuerca, tuvo que identificarse
telúricamente con la naturaleza
insular”. Y más adelante agrega:
“En esta
identificación se hizo fuerte, se arraigó aún cuando empleara para la elaboración de su sincretismo los
patrones africanos en primer término. El proceso de integración del negro a la
isla fue siempre creador en todo
sentido. Al buscar los elementos sustitutivos
para una apremiante fuerza evolutiva está creando, comparando,
asociando, poniendo en práctica su inventiva. Así sustituyó el cuero del
antílope por el del chivo, adoró a la ceiba
y a la palma en vez de al baobab,
utilizó en vez de la nuez de cola
simples coquitos o granos de maíz, suplió el yefá –polvillo
mágico del colmillo de elefante- por simple yuca o de ñame”.
Y al continuar en
su escritura Barnet nos dice que los eslavos, frente a esa imposición de divinidades
desconocidas para ellos (Dios, los santos y los ángeles), los negros respondieron
con sus propios modelos: “…estableció equivalencias exactas o aproximadas, supo
partir de conceptos similares, relación,
atributos, y asoció colores, símbolos. Recibió el contagio de la cultura
occidental, se permeó, tuvo que asumir su lenguaje, adoptó el crucifijo,
aprendió mecánicamente las normas de conductas nuevas; pero preservó heroicamente sus conceptos de la familia, sus alimentos,
sus cantos y danzas: su cultura”.
El negro responde con la magia, que es su razón
A título de ejemplo,
el poeta y Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, escribe
que “Cuando el blanco responde con la
razón o con la fuerza, el negro responde
con la magia que es su razón de emergencia. Cuenta el historiador y escritor
afroamericano de Trinidad, C.L.R. James, “que un esclavo, cagado de papas que había
hurtado de una siembra, es descubierto por el mayoral. Este l pide una
explicación y el negro contesta que no son papas lo que lleva, que son piedras
que le ha puesto el diablo para castigarlo. El mayoral le tira de la camisa y
las papas caen al suelo. Su respuesta es su lenguaje más puro, defensivo e
ingenuo”.
Lo cierto de todo
es que Barnet en su ensayo nos dice que el cristianismo pudo muy poco influir
en los negros de Cuba. Es más, “La
campana del ingenio llamando a las
tareas implacables del día tuvo mayor significación que la de la capilla,
aquella era resonante y cruel, esta era sorda y hueca”.
De la lectura de:
BIOGRAFÍA de un cimarrón
estudios y ensayos
BARNET, Miguel
Volumen de la Biblioteca Ayacucho.
Impreso por Editorial Arte- Venezuela
Enero 2013
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