Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 14 de noviembre de 2010

Latinoamérica y particularmente Venezuela, tienen un gran pasado


Si dejamos de exponer lo que hemos sido por siglos y décadas ¿Qué podemos decir acerca de quienes somos, por qué somos de una manera y no de otra o lo que algunos quieren que los latinoamericanos seamos? No queda duda alguna en decir, que obligados estamos en leer para conocer, informarnos, despejar incógnitas y reconocernos en quienes hicieron el pasado de nuestra tierra, de nuestra geografía, porque no podemos partir de cero y gritar que, Venezuela y Latinoamérica entera nacieron de la nada, sin pasado.
No pueden querer a sus países quienes niegan el pasado.
Hay que reiterarles a los latinoamericanos y, particularmente a los venezolanos, que los levantamientos indígenas en este norte del sur que es Venezuela, fueron frecuentes e intensos en diversos lugares.
El Dr. Gustavo Pereira, en su libro Historias del Paraíso (El acoso de los insurrectos) Libro Tercero, refiere que la lectura de la Historia de Fray Pedro de Aguado nos muestra algunos pasajes que por entonces solían ocurrir. Escribe el poeta Pereira (autor, por cierto, del preámbulo de la Constitución Bolivariana) que “Los nativos que tan pacífica y benévolamente se habían mostrado ante los asombrados ojos de Ojeda, Vespucci, De la Cosa y sucesivos viajeros, ya no guardan ante los extranjeros las iniciales consideraciones.
Comenta Pereira que el texto de Aguado, como otros también escritos sobre el tema, no se detiene en reflexiones de carácter moral o políticas “…sobre el carácter de los invasores o el legítimo derecho de los invadidos a defender sus tierras y vidas. Este episodio, con casi imperceptible dosis de humor, pero también con trazas de irónico desprecio –común en la época-, nos traslada a aquellas desventuras, protagonizadas esta vez, por el alemán Ambrosio Alfínger en 1529: Los indios de la laguna (de Maracaibo) no temieron mucho esta entrada de micer(título antiguo de la Corona de Aragón) Ambrosio, así por ser ellos en sí gente muy atrevida y belicosa en el agua, como porque antes de esta entrada de micer Ambrosio había por infortunio entrado en esta laguna un navío de españoles en que iba el obispo de Santa Marta Don Juan de Calatayud, a quien los indios desbarataron y se cebaron en sangre de españoles”.
Ovejitas de Dios, ovejas de Satanás
Comenta el autor de Historias del Paraíso que, “De este obispo se cuenta que luego que entró en esta laguna, los indios viendo cosa tan nueva y nunca por ellos vista, se venían a los españoles casi simplemente, y algunos españoles que ya conocían el movimiento que los indios suelen tener y la vuelta que dan, procuraban aprovecharse de ellos en tanto que aquella les duraba, por lo cual el obispo reprendía ásperamente a los españoles y les decía: Dejadlos, no les hagáis mal, que son ovejitas de Dios, procurando por todas las vías que no recibiesen ningún desabrimiento(dureza de genio, aspereza en el trato) de los españoles”.
“Dende (de allí) a poco tiempo –sigue el escritor- los propios indios volvieron la hoja y vinieron con mano armada a dar las gracias al obispo por el beneficio que les había hecho, y comenzaron a disparar en los españoles la flechería que traían, y a herirlos y maltratarlos, y entre los que al principio hirieron los indios fue al obispo, el cual viéndose de aquella suerte, comenzó a animar a los españoles con muy grandes voces, diciendo: A ellos, hermanos, a ellos, que éstos no son ovejas de dios, sino lobos de Satanás.
“Más con todo eso –escribe quien es doctor en estudios literarios de la Universidad de París- mataron allí los indios a todos los más españoles, y quedaron también impuestos que después no les pareció cosa nueva la entrada de micer Ambrosio, antes entendiendo que todos habían de morir y quedar en su poder se les mostraban amigos, y después intentaban sus acontecimientos muy a salvo contra los españoles, en los cuales unas veces salían descalabrados y otras descalabraban, y aunque las más victorias quedaban y quedaron por nuestros españoles, no dejaron de hacerles harto daño con la flechería de que estos indios usan, que es casi toda la más de dientes de pescados de diversas suertes”.
La fuga hace oposición a la servidumbre
Comenta este ensayista oriundo de la isla de Margarita, de Venezuela, que “Hasta las postrimerías del siglo XVIII registran las crónicas levantamientos indígenas en territorio venezolano. En esta etapa de la colonización, ya cimentado el poder invasor, el medio más común de oponerse a la servidumbre es la fuga individual o colectiva, pero la rebelión armada ha logrado en ocasiones triunfos rotundos, aunque parciales, como en el caso de los gayones, que jamás pudieron ser doblegados completamente. Todavía en 1969, a dos siglos de haberse iniciado la conquista, los indios de Paria resistían la opresión de encomenderos y frailes aliándose con piratas, corsarios o comerciantes franceses de Martinica, San Vicente, Guadalupe y otras islas…”.
Revisamos la historia de una época y otra en Latinoamérica. Reflexionamos sobre las conductas imperiales, que son las mismas desde 1500 hasta 2010 y la única diferencia visible que encontramos es la posesión de la tecnología y su actual carácter devastador, porque la actitud de quienes se han creído dueños del planeta tierra, bien en los tiempos del reinado de Isabel La Católica y los demás reyes europeos y los actuales representantes de los viejos imperios y los nuevos (léase España, Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, EE.UU. e Israel), sigue siendo la misma.
Los imperios, que no son más que la expresión del poder del capital que moviliza a las naciones, siempre nos han estado viendo a los latinoamericanos como sus siervos y por eso, pese a los años transcurridos, hemos sido testigos a través de la televisión y gracias a los satélites de las agresiones que desarrollan contra quienes no aceptan sus designios. Y frente a esa realidad, pues no queda otra que reiterar hoy día el espíritu que nos ha caracterizado a los latinoamericanos como seres humanos.

Historias del Paraíso
PEREIRA Gustavo
Fundación Editorial El perro y la rana
2007