Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



jueves, 16 de septiembre de 2010

Francisco de Miranda y su tiempo en Cuba

El Dr. Arturo Sorhegui, historiador, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba, de la Asociación de Estudios del Caribe y de la Asociación de Historiadores de Latinoamérica e incansable investigador, desarrolló un trabajo para Tierra Firme, revista venezolana de historia y ciencias sociales, en la que sostiene que La Habana tiene el privilegio de ser junto con las poblaciones de la costa del Caribe colombiano, y después Caracas, el territorio de Nuestra América en que Francisco de Miranda radicó durante más tiempo.
Añade que si bien el héroe venezolano se familiarizó con las realidades de los dos primeros espacios de ese Caribe oriental, al estar en Cuba “…llegó a dominar el entorno del Golfo de México y la costa sur de los actuales EE.UU. Con la vivencia adicional, de que durante su permanencia en la ciudad fue copartícipe de los círculos de la administración y el ejército, constatando por experiencia propia, en su condición de edecán del Capitán General de la Isla, las posibilidades del reformismo borbónico, en su versión más avanzada –la de Carlos III-, y en la plaza escogida para aplicar el sistema administrativo de la Intendencia, antes de su extensión al resto de Hispanoamérica”.
Escribió Sorhegui en su investigación, que hay una línea de continuidad que va entre los primeros veintiún años de vida de Miranda en Venezuela, su tierra natal (1750-1771), otros nueve años que vivió en España (1771-1780) hasta los tres años subsiguientes en que se residenció en La Habana (1780-1783).
Y esa línea, “…bien pudiéramos encontrarla en las posibilidades abiertas para América con las reformas auspiciadas por Carlos III, y en la decisión personal de Miranda de trasladarse a la metrópoli para alcanzar allí la condición de oficial del ejército hispano”.
Involucrado en las contiendas políticas
Nos refiere el historiador que ya ubicado en su nuevo status, Miranda se involucra en las contiendas políticas metropolitanas y así fue a tener a la Campaña de Marruecos (1775-1776) y supo distinguirse en el denominado bloqueo de Melilla, donde conoció al Teniente Coronel Juan Manuel Cajigal Monserrate, quien posteriormente sería Capitán General de Cuba entre los años 1781-1783, este último año, tiempo en el que nace quien sería el Libertador de América.
Como es sabido, ese conocimiento le permitió acceder al rango de edecán de Cajigal Monserrate, a quien “…acompañó en las acciones del Ejército de Operaciones de América, creado para intervenir en la guerra que contra Inglaterra se declaró en ocasión de la independencia de las 13 Colonias de Norteamérica”.
Para el historiador Sorhegui –quizá- esa confluencia y/o coincidencia entre Miranda y Cajigal Monserrate, pudo haber sido resultado de las conversaciones que realizaban ambos y en las cuales, la referencia que siempre destacaba era que el padre de éste último, Francisco Antonio Cajigal de la Hoz, había cumplido misión como gobernador de Caracas.
Luego comenta acerca de otro elemento que pudiese ser considerado en la afinidad entre Francisco de Miranda y Cajigal Monserrate, como es el hecho de que ambos tenían la condición de criollos, ya que Cajigal era un americano nativo de Santiago de Cuba y fue integrante del regimiento de infantería de La Habana.
Ira y desconfianza hacia el prócer
Fue por esos tiempos de 1781 cuando el oficial Juan Manuel Cajigal Monserrate está al frente de la Capitanía General de la isla con su edecán Francisco de Miranda. Éste, por órdenes de Cajigal, viajó a cumplir misiones delicadas a Jamaica y Haití “…y redactó las capitulaciones para la rendición de las Bahamas.
Es interesante relatar aquí el hecho que el ejercicio de estas tareas por parte de Francisco de Miranda le confirió un protagonismo que generó ira y desconfianza en José de Gálvez, Ministro de Indias, A juicio de Gálvez, al parecer, fue desconocido en “…el mismo texto de las capitulaciones, así como en declaraciones del venezolano en Haití”.
Ese hecho, impulsó al “Ministro de Indias, a ordenar su arresto y pronto traslado a España para juzgarlo. Disposición violada por Cajigal, quien lo liberó no más arribado a la rada capitalina, sin tomar las medidas de rigor que impidiera su traslado hacia las 13 Colonias de Norteamérica, a inicios de 1783”.
Escribe el historiador Arturo Sorhegui, que “El fin de la estancia de Miranda en Cuba, con su traslado a los Estados Unidos, terminó una fase importante en la vida del revolucionario venezolano; al romper, en este año, con el ejército español y con una gestión no ajena en España y América a las transformaciones auspiciadas por la versión más abarcadora del reformismo español”.
El historiador comienza por decir que la Habana que conoció Miranda, para entonces, fue muy diferente a la de su nativa Caracas y considera, además, que “La visión del mundo americano que alcanzaría Miranda una vez cumplidos sus treinta años de existencia, sería completada en La Habana, donde al conocimiento de la Tierra Firme añadiría ahora el de una realidad diferente a la de su natal Caracas”.
No era lo mismo una ciudad como Caracas, protegida ella por una larga Cordillera que no hacía fácil su acceso, con una población más de indígenas, mestizos y unos cuantos blancos, que La Habana, abierta si se quiere al encuentro de unas activas relaciones cuya característica fundamental era una variada gama de nacionalidades: españoles, ingleses, portugueses y holandeses.
Escribe el catedrático de la Universidad de La Habana –para apreciar un poco esas diferencias, decimos-, que “La Habana compartió con la Nueva España, algunas de las nuevas responsabilidades en el circuito del Golfo. La compatibilidad se reflejó, entre otros aspectos, en: la posibilidad de que los Capitanes generales de la Isla pasaran a ocupar la silla virreinal, lo que ocurrió en cuatro ocasiones; la extensión a Panzacola (luego Pensacola) y la Luisiana, en lo militar, de los compromisos administrativos que había tenido La Habana con anterioridad con respecto a La Florida; la beligerancia de las milicias y la tropa regular insular entre las fuerzas de combate con que contó Bernardo Gálvez en Nueva Orleáns , para atacar a los ingleses; y el reclutamiento desde 1771, en su territorio, de los emisarios (espías) con que contó España para seguir el movimiento de los ingleses en Charleston, Filadelfia, Haití y Jamaica”.
Lo que apreció Miranda
De acuerdo a este investigador de la historia, “Como militar y habitante de América, Miranda pudo apreciar en la capital insular la evolución de tres fenómenos de máximo interés. La contraposición de intereses civiles y militares, manifiestos en la oposición al doblamiento de la zona externa a las murallas, por entenderse esta expansión atentatoria a la capacidad defensiva de la plaza; y los de infraestructura propios de una ciudad con algo más de 70 mil habitantes, en el último tercio del setecientos; unidos al interés de sus pobladores por alcanzar una imagen propia, diferente a la conformada como consecuencia de las regulaciones del XVI y las adaptaciones y estipulaciones del XVII”.
En fin, para el historiador, sin entrar en los detalles muy propios de esa realidad para la ciudadela militar que fue La Habana en aquella época, “La evolución descrita para el caso de La Habana, pese a lo indiscutible de su envergadura, no dio como en Buenos Aires y Caracas a grupos beligerantes capaces de vincularse más al resto de las potencias predominantes en el mundo, que a la propia metrópoli, con un historial en el independentismo muy superior al promovido en el occidente cubano. Camino que perfilaría Francisco de Miranda después que en 1783 abandonó la Isla, relacionándose, en forma activa, con las acciones de este tipo en las 13 Colonias y la Revolución francesa, antes de desembarcar, en 1806, en las cercanías de Caracas para alcanzar sus designios”.



lunes, 13 de septiembre de 2010

El Espíritu de Simón

Antes de que el profesor de Física y Matemática Enoc Sánchez (Egresado del Instituto Pedagógico de Caracas), pensara en escribir una historia novelada especialmente para acercar a los jóvenes hacia el Prócer de América, nuestro Libertador Simón Bolívar, anduvo curioseando por algunas naciones europeas para ver de cerca las catedrales.
Siempre lo motivaron igual que las mezquitas. Le han impresionado “…su majestuosidad, sus bellezas arquitectónicas, las grandes obras de arte que contienen, sus vitrales y el aire de paz y tranquilidad que se respira en esas construcciones”.
Después de haber visto tantas e impresionantes estructuras hechas por el hombre, por supuesto, solamente creadas para satisfacer el ego o la creencia espiritual de unos cuantos y poderosos gobernantes, cree, con mucha sensatez, en la idea de que los hombres al sentirse pequeños ante un dios omnipotente, parta intentar acercarse a las divinidades, han caído en la debilidad humana de intentar mostrar una grandeza en lo físico, presuntamente similar a la de sus espíritus.
Conflictivo el tema.
Luego el escritor adiciona a lo anteriormente esbozado, otras inquietudes:
“Las reflexiones anteriores se deben a que, después de haber recorrido muchos de esos monumentos dedicados a la vanidad de los gobernantes, me pregunté ¿Por qué le rendimos honores a las cosas e individuos que, la mayoría de las veces, representan el no ser del hombre? No creo que la función de un líder político o religioso consista en demostrar su grandeza, en consonancia con enormes monumentos erigidos en las ciudades o estados que dirigen. Un gobernante nunca puede sentirse superior a sus gobernados. Nadie puede estar por encima de quienes recibe su salario. Buscar en un régimen un provecho particular, en lugar de un beneficio común, es despreciable. Lo peor que puede ocurrirle a un pueblo y su gobernante es que éste caiga en manos de la avaricia”.
Simón Bolívar, el modelo opuesto
Sostiene este profesor de Física y Matemática y escritor inspirado, que se dedicó a buscar por todos lados a una persona opuesta al modelo anterior del que hemos estado hablando y lo halló “con facilidad en nuestro Simón Bolívar, quien no dejó grandes construcciones como muestras de su genialidad, gloria y sabiduría; su único legado fue la libertad de cinco naciones”.
Enoc Sánchez dice que ahora solo se dedica a recorrer “las ciudades y pueblos de las cinco naciones liberadas por el insigne caraqueño. Estudio con detalle la fisonomía de las estatuas levantadas en las plazas que se construyeron en su honor, tratando de entender y explicarme parte de su pensamiento”.
La construcción del “Espíritu de Simón”, (1) que es el título de esta especie de ensayo novelado, donde nuestro Libertador conversa, en la plaza que lleva su nombre en el centro de Caracas, con jóvenes quizá desorientados, faltos de un conocimiento mayor por los hechos políticos que dieron vida a las repúblicas americanas, inicia su desarrollo cuando un joven venezolano, descendiente de español e italiano, habla de su derecho a la doble nacionalidad, de la posibilidad de optar por una de ellas y marcharse de Venezuela “si las cosas siguen así”.
El espíritu de Bolívar interviene y se manifiesta indicando que “Primero el suelo nativo que nada; el ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que esencia de nuestro pobre país; allí se encuentran los testigos de nuestros nacimientos, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado el alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todos nos recuerdan un deber , todos nos excitan sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra inocencia, de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado…”
Unos jóvenes que allí estaban, al oír las palabras del personaje (por supuesto el espíritu de Bolívar), “dieron muestras de hilaridad o de vergüenza y optaron por retirarse”.
Las ideas del visionario americano
Este llamativo trabajo del profesor Enoc Sánchez, de poner al héroe americano a responder de manera orientadora a los jóvenes que hoy asoman inquietudes por los acontecimientos de la época y el país, entusiasman y traen de nuevo al debate diario las ideas del visionario de América.
El ensayo novelado adquiere gran fuerza a medida que Enoc se integra y se hace parte de esa ficción histórica moderna, en la que el pasado, en el Espíritu de Simón, le habla a los jóvenes de hoy, como dando respuestas a sus inquietudes, como cuando un joven, entre varios universitarios, al sentarse en la plaza caraqueña que lleva el nombre del guerrero americano exclama:
-En este país no se puede vivir; los partidos políticos están acabando con todo y nunca se ponen de acuerdo. Cada vez están más divididos. Nuestros compatriotas se la pasan peleando entre sí por culpa de esos grupos, que parecen separarnos en vez de acercarnos.
Enoc, como parte de los personas que en ese momento están sentados en la plaza caraqueña, que él mismo denomina Plaza Simón de la Trinidad, por que le molesta la identificación del apellido Bolívar con el signo monetario, al considerarlo vinculado a la codicia, intenta formular alguna interrogante al joven cuando, la voz del espíritu irrumpe:
“Cuando los partidos carecen de autoridad, sea por la falta de poder, sea por el triunfo de los contrarios, nace el descontento y los debilita…
-Todos pensamos –habla el escritor como parte del ensayo novelado- que había terminado, pero continuó:
Casi todas las repúblicas que han inspirado al género humano han llevado en su seno la semilla de mortal discordia, lo que ha hecho decir que la desunión es a menudo el termómetro de la libertad y que el goce de un gobierno liberalmente constituido se halla, por lo común, en proporción directa a la efervescencia de los partidos y el choque de las opiniones políticas. Es cierto que el peso de la libertad es liviano, pero también es difícil mantenerlo en equilibrio aún en las naciones mas cultas y civilizadas…”


El Espíritu de Simón
Sánchez Enoc
Editorial Biosfera
Caracas-Venezuela
2010





jueves, 9 de septiembre de 2010

Cómo repudia una clase social a su Libertador y (2)


Refiere el fallecido antropólogo y periodista Miguel Acosta Saignes, al tratar el tópico que expone a un héroe identificado primero con la clase a la que pertenecía y en segundo lugar, al hombre que entraba en contradicción con esa misma clase, que “Habló aquí Bolívar de los “moradores del hemisferio americano”, lo cual significaba para él las que habían sido colonias españolas, “de nuestro destino”, de “América”, de “la América”. Más, todo ello significaba en realidad los criollos, los mantuanos, la clase social que reivindicaba todo lo señalado por Bolívar en la Carta de Jamaica y en Angostura como en un memorial de agravios para justificar la Revolución. Había de conservar siempre fidelidad a su clase, portadora de estandartes directivos, mediante el desarrollo de la historia de Hispanoamérica o, como después se ha dicho, Latinoamérica. Pero pronto entró en contradicciones múltiples con esa clase de los mantuanos, que lo utilizó como gran dirigente por su genio, por sus increíbles capacidades políticas y organizativas, por su calidad moral y por su resistencia física, por sus dotes de conductor y por su decisión profundamente anticolonial”.
El primer tropiezo
Comenta Acosta Saignes que Bolívar encuentra su primer tropiezo ante el Congreso de Angostura y ese tropiezo se estaría repitiendo incansablemente hasta Bolivia.
“Fue la primera contradicción entre el empeño de Bolívar de lograr la libertad de los esclavos y la resistencia de los mantuanos representados en los Congresos, así como de aquellos militares elevados a posiciones políticas que esperaban a usufructuar cuanto había beneficiado a los mantuanos. Pidió la libertad de los esclavos, mejor dicho, que se ratificase su decreto de Carúpano, en el cual daba el primer gran paso para hacer de cada esclavo un combatiente por la libertad republicana. Se aprobaron todas sus medidas. Sobre los esclavos se aceptó por primera vez una proposición acerca de lo que llamó “libertad de vientres” a la postre aprobada por el Congreso Constituyente de Cúcuta, a pesar de un estremecedor mensaje que él remitió al Presidente de ese organismo, inmediatamente después de la batalla de Carabobo.
Aquel Congreso inconmovible
La sabiduría del Congreso General de Colombia –escribió- está perfectamente de acuerdo con las leyes existentes a favor de la manumisión de los esclavos; pero ella pudo haber extendido el imperio de su beneficencia sobre los futuros colombianos que recibimos en una cuna cruel y salvaje, llegan a la vida para someter su cerviz al yugo. Los hijos de los esclavos que en adelante hayan de nacer en Colombia deben ser libres…El Congreso General […] puede decretar la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de nacer en el territorio de la República […] Sírvase VE. Elevar esta solicitud de mi parte al Congreso General de Colombia para que se digne concedérmela en recompensa de la batalla de Carabobo, ganada por el ejército libertador, cuya sangre ha corrido sólo por su libertad…
Consideró el antropólogo que pese al “significado de Carabobo, que consolidaba la libertad de Venezuela y Colombia, el Congreso permaneció inconmovible. Las solicitudes de Bolívar llegaron hasta el Congreso Constituyente de Bolivia en 1826. Igual resultado, por lo cual la esclavitud se extendió en el tiempo, en Venezuela, hasta 1854. Otra contradicción de consecuencias resaltantes ocurrió con el mismo Congreso de 1821. Bolívar propuso que se aceptase como cabeza de la nueva República de Colombia a Cúcuta, para balancear las distancias, las diferencias de caracteres, la diversidad de opiniones, pero se trasladó la capital a Bogotá con tremendos resultados, como presintió cuando en presencia de O´Leary dijo, al oír repicar las campanas bogotanas en honor del Congreso: “Están doblando por Colombia”.
Escribió este investigador social que fue el Doctor Miguel Acosta Saignes, al hacer reforzar su punto de vista que “ Su clase social lo perseguía como si hubiese sido un animal dañino, sólo porque no se había plegado a las ambiciones de los antiguos gobernantes”.
El aumento de las contradicciones
Sigue Acosta Saignes en su análisis y habla de la continuidad de los triunfos de Simón Bolívar, tanto en lo político como en lo bélico, con el consentimiento “de los criollos de Venezuela, de la antigua Nueva Granada y Perú, así como los de Ecuador y después, en 1826, los de Bolivia. Pero aumentaron las contradicciones por motivos diversos. Bolívar concedió a los indígenas constantes reivindicaciones, un poco, a cambio de que contribuyeran a mantener los ejércitos que iba formando en cada futura república”.
La lucha de las oligarquías
Explica el investigador que después de la batalla de Junín, comenzó el descenso o el inicio de la lucha de las oligarquías “formadas rápidamente, después de las primeras libertades, en Venezuela y Nueva Granada. Así, cuando para sellar los triunfos contra los colonialistas españoles preparaba el Libertador la batalla decisiva de la lucha anticolonialista, recibió en Huancayo, el 24 de octubre de 1824, notificación de que se le suspendían las prerrogativas concedidas por Ley del 9 de octubre de 1821.Ya no podría formar ejércitos ni mandarlos fuera del territorio de la República Colombiana. No podría, así, dirigir la batalla final que había venido preparando por largos meses con Sucre. Conmovido hasta lo profundo del ánima, hizo remitir a éste una simple notificación de Secretaría, La conmoción en el Ejército del Sur fue tremenda. Los altos jefes enviaron inextenso mensaje, en el cual se decía: “El Ejército ha recibido ayer con el dolor de la muerte la resolución que V.E. se ha dignado comunicarle […] V.E. no podrá separarse de él sin faltar a compromisos sellados con nuestra sangre…” Sucre notificó que se suspendía el cumplimiento de la resolución, mientras llegaba la respuesta. Es decir, Bolívar había podido rebelarse contra el Congreso de Bogotá, respaldado íntegramente por el Ejército.
Escribió mensajes y cartas, nombró a Sucre como sustituto y permaneció fiel a su clase cuando ésta le infería un lanzazo en el costado de sus glorias. Fue esta una de las grandes ocasiones en que el huracán revolucionario puso a prueba toda su lealtad.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cómo repudia una clase social a su Libertador (1 )

El título con el cual presentamos esta nueva entrega de pertinentes, es de un trabajo del insigne Miguel Acosta Saignes, investigador social de alto calibre, periodista, ensayista, antropólogo, etnólogo, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela y fundador del Departamento de Antropología de esa casa de estudios. Igualmente, participa en la creación de la Escuela de Periodismo de la conocida universidad.
Acosta Saignes en “Cómo repudia una clase social a su Libertador” realiza un enfoque donde pone de relieve al superdotado que fue Simón Bolívar y a la clase a la que perteneció y que actuó contra él, siendo un ser que vislumbró y actuó siempre en función de un colectivo de naciones, el cual pudiese levantarse sin estar a la sombra de imperio alguno, contra lo cual había luchado.
El investigador social nos introduce en el tema, en la reciente publicación impresa en los talleres de la Imprenta Nacional y la Gaceta Oficial, del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, al indicar que “Han dicho algunos sociólogos, juzgando sobre correlaciones muy simples, como si ellas fuesen expresión de leyes de la historia, siempre multifactorial, dialéctica, que “las revoluciones devoran a sus hijos”. Algunos caen por la justicia colectiva. Ella no olvida, aunque a veces parezca lo contrario; perecen quienes intentan juzgar a las transacciones; muchos desaparecen porque se trata de revoluciones a medias, donde se han modificado profundamente algunos factores, mas otros han seguido vivos y actuantes, Nuevas clases, surgidas de complicados cruces de elementos, sacrifican a conductores eximios, cuando ellas toman el poder abierta o subrepticiamente, para defender antiguas posiciones, amortiguadas mientras rugía la tempestad del cambio”.
Vil juguete del huracán revolucionario
Luego, el investigador social y también activo político militante de la izquierda venezolana, agrega:
“Vamos a referir el caso terrible de Simón Bolívar. Dijo en el Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819, al describir sintéticamente cuanto había ocurrido desde 1810: No he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos…
Muchas veces repitió interpretación semejante, con la cual superaba a mil historiadores y sociólogos que habría de juzgar sobre su vida y la de su tempo. Comprendió –y por eso mereció el título de Libertador- su papel eminente de intérprete de las voluntades colectivas. Comenzó por responder a la de su clase, la de los mantuanos, cuyos pensamientos expresó vivamente en ocasiones innumerables. Hablando como en nombre del pueblo todo, más en lo profundo sólo por su clase social, sostuvo ante los legisladores de Angostura:
Nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos hallábamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había robado la libertad, sino la tiranía activa y doméstica […] La América todo lo recibía de España que realmente la había privado del goce y ejercicio de la tiranía activa, no permitiéndonos sus funciones en asuntos domésticos y administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos; tampoco gozábamos de la consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones. Lo diré de una vez, estábamos abstraídos, ausentes del Universo en cuanto era relativo a la ciencia del gobierno.
Había expresado lo mismo en Jamaica
El antropólogo refiere que Bolívar “Ya había expresado lo mismo en la Carta de Jamaica, cuando arrancaba sin contacto aún con el pueblo todo, lleno solamente de las teorías liberales y de las tradicionales de su clase. Allí explicó que”
Se nos vejaba con una conducta que además de privarnos de los derechos que nos correspondía, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo; gozaríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos era permitido ejercer sus funciones.
Los americanos en el sistema español que está en rigor, y quizá con más fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; y aún esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el Rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan ni negocien; en fin, ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganado, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta […] Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso, sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad? Continúa...

Ilustración
Omar Cruz