Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



jueves, 16 de septiembre de 2010

Francisco de Miranda y su tiempo en Cuba

El Dr. Arturo Sorhegui, historiador, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba, de la Asociación de Estudios del Caribe y de la Asociación de Historiadores de Latinoamérica e incansable investigador, desarrolló un trabajo para Tierra Firme, revista venezolana de historia y ciencias sociales, en la que sostiene que La Habana tiene el privilegio de ser junto con las poblaciones de la costa del Caribe colombiano, y después Caracas, el territorio de Nuestra América en que Francisco de Miranda radicó durante más tiempo.
Añade que si bien el héroe venezolano se familiarizó con las realidades de los dos primeros espacios de ese Caribe oriental, al estar en Cuba “…llegó a dominar el entorno del Golfo de México y la costa sur de los actuales EE.UU. Con la vivencia adicional, de que durante su permanencia en la ciudad fue copartícipe de los círculos de la administración y el ejército, constatando por experiencia propia, en su condición de edecán del Capitán General de la Isla, las posibilidades del reformismo borbónico, en su versión más avanzada –la de Carlos III-, y en la plaza escogida para aplicar el sistema administrativo de la Intendencia, antes de su extensión al resto de Hispanoamérica”.
Escribió Sorhegui en su investigación, que hay una línea de continuidad que va entre los primeros veintiún años de vida de Miranda en Venezuela, su tierra natal (1750-1771), otros nueve años que vivió en España (1771-1780) hasta los tres años subsiguientes en que se residenció en La Habana (1780-1783).
Y esa línea, “…bien pudiéramos encontrarla en las posibilidades abiertas para América con las reformas auspiciadas por Carlos III, y en la decisión personal de Miranda de trasladarse a la metrópoli para alcanzar allí la condición de oficial del ejército hispano”.
Involucrado en las contiendas políticas
Nos refiere el historiador que ya ubicado en su nuevo status, Miranda se involucra en las contiendas políticas metropolitanas y así fue a tener a la Campaña de Marruecos (1775-1776) y supo distinguirse en el denominado bloqueo de Melilla, donde conoció al Teniente Coronel Juan Manuel Cajigal Monserrate, quien posteriormente sería Capitán General de Cuba entre los años 1781-1783, este último año, tiempo en el que nace quien sería el Libertador de América.
Como es sabido, ese conocimiento le permitió acceder al rango de edecán de Cajigal Monserrate, a quien “…acompañó en las acciones del Ejército de Operaciones de América, creado para intervenir en la guerra que contra Inglaterra se declaró en ocasión de la independencia de las 13 Colonias de Norteamérica”.
Para el historiador Sorhegui –quizá- esa confluencia y/o coincidencia entre Miranda y Cajigal Monserrate, pudo haber sido resultado de las conversaciones que realizaban ambos y en las cuales, la referencia que siempre destacaba era que el padre de éste último, Francisco Antonio Cajigal de la Hoz, había cumplido misión como gobernador de Caracas.
Luego comenta acerca de otro elemento que pudiese ser considerado en la afinidad entre Francisco de Miranda y Cajigal Monserrate, como es el hecho de que ambos tenían la condición de criollos, ya que Cajigal era un americano nativo de Santiago de Cuba y fue integrante del regimiento de infantería de La Habana.
Ira y desconfianza hacia el prócer
Fue por esos tiempos de 1781 cuando el oficial Juan Manuel Cajigal Monserrate está al frente de la Capitanía General de la isla con su edecán Francisco de Miranda. Éste, por órdenes de Cajigal, viajó a cumplir misiones delicadas a Jamaica y Haití “…y redactó las capitulaciones para la rendición de las Bahamas.
Es interesante relatar aquí el hecho que el ejercicio de estas tareas por parte de Francisco de Miranda le confirió un protagonismo que generó ira y desconfianza en José de Gálvez, Ministro de Indias, A juicio de Gálvez, al parecer, fue desconocido en “…el mismo texto de las capitulaciones, así como en declaraciones del venezolano en Haití”.
Ese hecho, impulsó al “Ministro de Indias, a ordenar su arresto y pronto traslado a España para juzgarlo. Disposición violada por Cajigal, quien lo liberó no más arribado a la rada capitalina, sin tomar las medidas de rigor que impidiera su traslado hacia las 13 Colonias de Norteamérica, a inicios de 1783”.
Escribe el historiador Arturo Sorhegui, que “El fin de la estancia de Miranda en Cuba, con su traslado a los Estados Unidos, terminó una fase importante en la vida del revolucionario venezolano; al romper, en este año, con el ejército español y con una gestión no ajena en España y América a las transformaciones auspiciadas por la versión más abarcadora del reformismo español”.
El historiador comienza por decir que la Habana que conoció Miranda, para entonces, fue muy diferente a la de su nativa Caracas y considera, además, que “La visión del mundo americano que alcanzaría Miranda una vez cumplidos sus treinta años de existencia, sería completada en La Habana, donde al conocimiento de la Tierra Firme añadiría ahora el de una realidad diferente a la de su natal Caracas”.
No era lo mismo una ciudad como Caracas, protegida ella por una larga Cordillera que no hacía fácil su acceso, con una población más de indígenas, mestizos y unos cuantos blancos, que La Habana, abierta si se quiere al encuentro de unas activas relaciones cuya característica fundamental era una variada gama de nacionalidades: españoles, ingleses, portugueses y holandeses.
Escribe el catedrático de la Universidad de La Habana –para apreciar un poco esas diferencias, decimos-, que “La Habana compartió con la Nueva España, algunas de las nuevas responsabilidades en el circuito del Golfo. La compatibilidad se reflejó, entre otros aspectos, en: la posibilidad de que los Capitanes generales de la Isla pasaran a ocupar la silla virreinal, lo que ocurrió en cuatro ocasiones; la extensión a Panzacola (luego Pensacola) y la Luisiana, en lo militar, de los compromisos administrativos que había tenido La Habana con anterioridad con respecto a La Florida; la beligerancia de las milicias y la tropa regular insular entre las fuerzas de combate con que contó Bernardo Gálvez en Nueva Orleáns , para atacar a los ingleses; y el reclutamiento desde 1771, en su territorio, de los emisarios (espías) con que contó España para seguir el movimiento de los ingleses en Charleston, Filadelfia, Haití y Jamaica”.
Lo que apreció Miranda
De acuerdo a este investigador de la historia, “Como militar y habitante de América, Miranda pudo apreciar en la capital insular la evolución de tres fenómenos de máximo interés. La contraposición de intereses civiles y militares, manifiestos en la oposición al doblamiento de la zona externa a las murallas, por entenderse esta expansión atentatoria a la capacidad defensiva de la plaza; y los de infraestructura propios de una ciudad con algo más de 70 mil habitantes, en el último tercio del setecientos; unidos al interés de sus pobladores por alcanzar una imagen propia, diferente a la conformada como consecuencia de las regulaciones del XVI y las adaptaciones y estipulaciones del XVII”.
En fin, para el historiador, sin entrar en los detalles muy propios de esa realidad para la ciudadela militar que fue La Habana en aquella época, “La evolución descrita para el caso de La Habana, pese a lo indiscutible de su envergadura, no dio como en Buenos Aires y Caracas a grupos beligerantes capaces de vincularse más al resto de las potencias predominantes en el mundo, que a la propia metrópoli, con un historial en el independentismo muy superior al promovido en el occidente cubano. Camino que perfilaría Francisco de Miranda después que en 1783 abandonó la Isla, relacionándose, en forma activa, con las acciones de este tipo en las 13 Colonias y la Revolución francesa, antes de desembarcar, en 1806, en las cercanías de Caracas para alcanzar sus designios”.



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