Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



lunes, 15 de junio de 2009

La visión de Bolívar sobre Estados Unidos


El profesor Freddy Yépez, en su libro de ensayos “El antiimperialismo e internacionalismo de Bolívar”, publicado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través del desaparecido Consejo Nacional de la Cultura, Conac, refiere que “Si algo legó al futuro el Libertador Bolívar como la verdad verdadera internacional más importante de su tiempo, fue avizorar lo que sería Estados Unidos para la América”.
Pese a ese hecho real, que ha permeado el tiempo y está presente hoy más que nunca en esta sureña y caribeña Latinoamérica, tiene sus aristas y algunas de ellas se movían hincando sus puntas mientras nuestro Libertador se empeñaba en la unificación de este continente. En efecto, Yépez indica que mientras San Martín veía con agrado lo que hacía Bolívar, “…otros laboraban, incluso algunos con descaro y alevosía y premeditación, por la desunión, tal los casos de Páez, Santander y Flores”.
Destaca el ensayista que el General caraqueño concebía la independencia de un país o nación junto a la independencia de las otras naciones, es decir, todas las naciones deben ser independientes, libres. Este aspecto es realmente interesante si se toma en cuenta que otros escritores han escrito sobre la visión que tenían los grandes héroes de nuestra independencia, es decir, veían a la América toda como una gran nación, sin fronteras, aunque otros, como lo señala Yépez, veían la limitación de los espacios fronterizos como una garantía para “…el poder individual, caudillesco y de clase sobre el resto de la sociedad en el contexto de sus límites geográficos de nación independiente”.
“Bolívar –escribe el ensayista- previó en el crecimiento económico de Estados Unidos la formación de un imperio para someter a su designio al resto de las naciones del continente americano. De allí su interés y lucha por la unidad latinoamericana, mientras que la dirigencia política gobernante en Estados Unidos lo hacía por la división, la desunión de nuestros países y pueblos, para así coronar su reinado imperialista. Y en América Latina no faltaban los epígonos de las autoridades gringas”. Como tampoco han faltado en estos últimos años en las diversas repúblicas que constituyen a Latinoamérica.
Más adelante, escribe Yépez que “El Estado estadounidense, con su perniciosa política de aparente neutralidad, venía dando pruebas de sus rasgos de ave de rapiña, su ambición de tonina para predominar sobre la América Meridional. En 1817 dos barcos (Tigre y Libertad) -¡qué ironía!-, de comerciantes gringos, fueron retenidos por los patriotas en Guayana cuando trataban de hacer llegar armas y otros recursos bélicos al ejército español. El gobierno de Estados Unidos, ofendido como suele sentirse cuando le descubren su macabro intervencionismo contrarrevolucionario en los asuntos de otras naciones, no sólo exigió la devolución de las naves, sino también –prueba del descaro- indemnización por daños ocasionados a los neutrales”.
El alerta del Libertador
Refiere el profesor Yépez que en 1818, nuestro Libertador se refería a la actitud de los mandatarios estadounidenses y sus puntos de vista con relación a la lucha que sostenían los americanos del sur para independizar a sus naciones. Al respecto, decía Bolívar:
“Hablo de la conducta de Estados Unidos respecto a los independientes del Sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lentitud de las leyes americanas se ha visto de imponer de diez años de prisión y diez mil pesos de multa que equivale a la de la muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisieran proteger nuestra causa de la justicia y de la libertad, la causa de América”.
“Basándose en el mismo caso de los buques antes mencionados, –asienta Yépez- Bolívar le dijo a Irvine en Angostura, que Los ciudadanos americanos (…) olvidando lo que se debe a la fraternidad, a la amistad y a los principios liberales que seguimos, han intentado y ejecutado burlas al bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos y para alimentar a unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana…No son neutrales los que prestan armas y municiones de boca y de guerra a unas plazas sitiadas y legalmente bloqueadas”.
De lo que dijo Simón Bolívar en 1918 han transcurrido casi dos siglos y la conducta de los diferentes gobiernos estadounidenses han variado solo en lo que concierne a lo sofisticado, pero el garrote contra los latinoamericanos sigue siendo el mismo aunque venga envuelto en telas de seda.

miércoles, 3 de junio de 2009

La unidad, columna vertebral del Sur


Cada día sentimos más el convencimiento de que la construcción de la unidad es la columna vertebral de nuestros pueblos en este continente del sur. No se trata de una ilusión, más si de una vieja y ambiciosa visión que viene girando alrededor de nuestro sentir y nuestros corazones desde el sueño empecinado en el que vivió toda su vida Francisco de Miranda.
Es realmente imposible que dejemos de echar un vistazo hacia ese pasado histórico que tenemos, pues de lo contrario correríamos el riesgo de convertirnos en algo tan fácil de olvidar e ignorar como el polvo del camino por el que hayamos transitado.
Volvemos a Mensaje sin destino, del fallecido intelectual venezolano Mario Briceño Iragorry (Biblioteca Básica de Autores Venezolanos- Monte Ávila Editores Latinoamericanos), porque fue un hombre que le concedió importancia vital a la historia como fuente de vida futura para los venezolanos, que nos atrevemos a sostener en su sentido de valor y extender a todos los latinoamericanos. Briceño Iragorry escribía, por ejemplo, en tales términos:
“Bastante he repetido que la fisonomía popular deriva de la capacidad que tenga la comunidad para asimilar los valores fundidos en el disparejo troquel de la Historia; algo distinto de conocer de memoria o de leída los anales antiguos. Asimilar el pasado es tanto como saberse parte de un proceso que viene de atrás y proceder, en consecuencia, con el carácter y la fisonomía que ha surgido determinante del grupo. No es, según algunos entienden, mirar fijamente como lechuzas hacia las tinieblas del tiempo y obrar como hubieran obrado los viejos. Asimilar la historia es constituirnos en canales anchos y firmes para que toda la fuerza antigua, más la nuestra, puedan tornarse fácilmente en futuro. Tanto como crear nuevos imponderables que den majestad a la nación. Sin la asimilación racional de la Historia, el pueblo carecerá del tono que le asegure el derecho de ser visto como una nacionalidad integrada”.
Somos parte de un proceso que empezó antes que nosotros
Ignorar en nuestras vidas a la historia es algo así como nacer sin padres ni madres y de repente aparecernos por arte de magia y comenzar a vivir de la nada, a ver si logramos sobrevivir.
Junio pasa a ser glorioso en este 2009 del siglo XXI, precisamente por la asimilación que han hecho los latinoamericanos de sus propios valores y recordar, precisamente, que somos parte de un proceso no inventado por nosotros, sino que somos herederos del sentido de unidad anhelado por los próceres de nuestro continente.
Por eso es importante lo escrito por Mario Briceño Iragorry hace varias décadas (1951), pues en cierto modo refleja lo que aconteció en este 3 de junio de 2009, en Honduras, Centroamérica, porque los latinoamericanos y caribeños reunidos en esa tierra, asimilaron el pasado, se sintieron parte de ese viejo grito de unidad de los libertadores y procedieron en consecuencia, “…con el carácter y la fisonomía que ha surgido determinante en el grupo”. Así, recordando las propias palabras escritas por este notable político y escritor que fue Mario Briceño Iragorry, las tomamos para ilustrar la decisión de las naciones de la OEA con respecto al anhelado y esperado acto de desagravio y honra a una hermana nación como es la República de Cuba y que ocurrió en este día:
“Asimilar la historia es constituirnos en canales anchos y firmes para que toda la fuerza antigua, más la nuestra, puedan tornarse fácilmente en futuro”.