Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



miércoles, 3 de junio de 2009

La unidad, columna vertebral del Sur


Cada día sentimos más el convencimiento de que la construcción de la unidad es la columna vertebral de nuestros pueblos en este continente del sur. No se trata de una ilusión, más si de una vieja y ambiciosa visión que viene girando alrededor de nuestro sentir y nuestros corazones desde el sueño empecinado en el que vivió toda su vida Francisco de Miranda.
Es realmente imposible que dejemos de echar un vistazo hacia ese pasado histórico que tenemos, pues de lo contrario correríamos el riesgo de convertirnos en algo tan fácil de olvidar e ignorar como el polvo del camino por el que hayamos transitado.
Volvemos a Mensaje sin destino, del fallecido intelectual venezolano Mario Briceño Iragorry (Biblioteca Básica de Autores Venezolanos- Monte Ávila Editores Latinoamericanos), porque fue un hombre que le concedió importancia vital a la historia como fuente de vida futura para los venezolanos, que nos atrevemos a sostener en su sentido de valor y extender a todos los latinoamericanos. Briceño Iragorry escribía, por ejemplo, en tales términos:
“Bastante he repetido que la fisonomía popular deriva de la capacidad que tenga la comunidad para asimilar los valores fundidos en el disparejo troquel de la Historia; algo distinto de conocer de memoria o de leída los anales antiguos. Asimilar el pasado es tanto como saberse parte de un proceso que viene de atrás y proceder, en consecuencia, con el carácter y la fisonomía que ha surgido determinante del grupo. No es, según algunos entienden, mirar fijamente como lechuzas hacia las tinieblas del tiempo y obrar como hubieran obrado los viejos. Asimilar la historia es constituirnos en canales anchos y firmes para que toda la fuerza antigua, más la nuestra, puedan tornarse fácilmente en futuro. Tanto como crear nuevos imponderables que den majestad a la nación. Sin la asimilación racional de la Historia, el pueblo carecerá del tono que le asegure el derecho de ser visto como una nacionalidad integrada”.
Somos parte de un proceso que empezó antes que nosotros
Ignorar en nuestras vidas a la historia es algo así como nacer sin padres ni madres y de repente aparecernos por arte de magia y comenzar a vivir de la nada, a ver si logramos sobrevivir.
Junio pasa a ser glorioso en este 2009 del siglo XXI, precisamente por la asimilación que han hecho los latinoamericanos de sus propios valores y recordar, precisamente, que somos parte de un proceso no inventado por nosotros, sino que somos herederos del sentido de unidad anhelado por los próceres de nuestro continente.
Por eso es importante lo escrito por Mario Briceño Iragorry hace varias décadas (1951), pues en cierto modo refleja lo que aconteció en este 3 de junio de 2009, en Honduras, Centroamérica, porque los latinoamericanos y caribeños reunidos en esa tierra, asimilaron el pasado, se sintieron parte de ese viejo grito de unidad de los libertadores y procedieron en consecuencia, “…con el carácter y la fisonomía que ha surgido determinante en el grupo”. Así, recordando las propias palabras escritas por este notable político y escritor que fue Mario Briceño Iragorry, las tomamos para ilustrar la decisión de las naciones de la OEA con respecto al anhelado y esperado acto de desagravio y honra a una hermana nación como es la República de Cuba y que ocurrió en este día:
“Asimilar la historia es constituirnos en canales anchos y firmes para que toda la fuerza antigua, más la nuestra, puedan tornarse fácilmente en futuro”.

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