Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



jueves, 28 de mayo de 2009

Briceño-Iragorry y el actual rescate de lo histórico


El notable Mario Briceño-Iragorry, Dr. En Ciencias Políticas, prolijo escritor venezolano preocupado por la historia y la identidad de sus compatriotas –fallecido en 1958- quizá hoy hubiese contemplado con mucho interés el vuelco que viene dando la nación, en su cada día más profundo encuentro con la historia y su gente, al apreciar como un proceso político como el de la revolución bolivariana, no solo desarrolla proyectos para educar, alimentar y dar salud a los millones de ciudadanos que integran el país sino que despierta en las mujeres y hombres de su generosa tierra sentimientos de identidad con la historia que les ha dado origen a sus vidas, sus tradiciones y costumbres y los hace manifestar un ardoroso orgullo y amor por sus vidas como pueblo.
El intelectual mostraba preocupación en sus ensayos, como cuando escribió, en Mensaje sin destino (Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo), con siete ediciones, siendo la última de Monte Ávila Editores en 2005 y que forma parte de la 1ª edición en la Biblioteca Básica de Autores Venezolanos:
“Creo haber escrito en alguna oportunidad que Venezuela, pese a su historia portentosa, resulta desde ciertos ángulos un pueblo antihistórico, por cuanto nuestra gente no ha logrado asimilar su propia historia en forma tal que pueda hablarse de vivencias nacionales, uniformes y creadoras, que nos ayuden en la obra de incorporar a nuestro acervo fundamental nuevos valores de cultura, cuyos contenidos y formas, por corresponder a grupos históricamente disímiles del nuestro, puedan, por aquella razón, adulterar el genio nacional”.
Insistimos en que Briceño-Iragorry estaría siendo un testigo interesado del evolucionar que hay hoy día en Venezuela porque, precisamente el actual líder de la revolución bolivariana, desde hace diez años, viene acercando a la ciudadanía hacia la interpretación e identificación con los hombres que hicieron la historia, el porqué de sus actuaciones, sus éxitos y fracasos; ha hecho que las personas analicen la realidad histórica que como pueblo es el país, apartando esa debilidad fetichista de querer acceder a una realidad a partir del sentido de una efemérides, de un cierto colorido entusiasmante que se aleja de los hechos.
Hoy existe un llamado permanente no sólo a mostrar el crisol que somos como raza, sino las razones de la mezcla, las características, sus propias identidades, las tradiciones y las vinculaciones con el lar de cada quien y, por supuesto, la riqueza y también el colorido y la esencia de pueblo de cada parte de lo que es la nación.
El solo hecho de reconocer al hombre como patrimonio cultural, como lo considera la revolución bolivariana, ya de por si es un valioso aporte a la construcción de la verdadera identidad nacional, la misma que siempre preocupó a Briceño-Iragorry.
Estaba tan claro el escritor, al punto que decía que sostenía que no debería entenderse la tradición como “…una actitud estática y conformista, que convierte a los hombres nuevos en meros y necios contempladores de los valores antiguos. La tradición es la onda creadora que va del ayer al mañana, y sin consultarla, no crecerán para lo por venir las sociedades. Hay quienes la adversan por confundirla a la ligera con el ánimo retrógrado y fanático de ciertos temperamentos conservadores, opuestos al espíritu de modificación progresiva que cada generación está en el deber de realizar en orden al perfeccionamiento del legado transmitido por los antecesores. Pero la tradición, lejos de impedir el avance de dicho espíritu, es el módulo que determina su progreso”.

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