Al apreciar este tiempo de creciente energía social que se siente en Latinoamérica, en este comienzo del siglo XXI, es más que necesario revisar, en los escritos de los investigadores de la historia, de esos intelectuales que han hurgado en las palabras escritas del pasado y plasmar sus serias opiniones para así contextualizar los acontecimientos que hacen parte de nuestra vida.
El notable intelectual que fue Arturo Uslar Pietri, escribió en el prólogo de Simón Bolívar Para nosotros la Patria es América, de la Biblioteca Ayacucho, al referirse a la realidad del hecho independentista que “Asombra que aquellos hombres, formados en una tradición estrecha y localista, pudieran alcanzar una concepción tan amplia de la geografía y de la historia. Que no pensaran en términos de lar nativo y de la comarca ancestral, que se abstrajeran de una Europa dividida por los particularismos históricos y las ambiciones nacionales para concebir un nuevo mundo en una dimensión continental. No pensaban en Venezuela, ni en la Nueva Granada. Hasta los nombres mismos los iban a alterar para hacer más patente la presencia de las nuevas posibilidades. Pensaban en términos de masas continentales, de millones de leguas y de millones de hombres, en jurisdicciones políticas dentro de las cuales pudieran nacer y morir los más grandes ríos de la tierra, donde los Andes fueran un accidente geográfico y el Caribe un mar interior. Se sentían unos y los mismos desde el altiplano de México hasta el estuario del río de La Plata y no concebían, sino como una caída y hasta como una traición, una América dividida en pequeñas y rivales naciones”.
Había una emoción de unidad en los independentistas americanos
Uslar Pietri profundiza en su análisis e indica que esa visión que tenían los héroes independentistas latinoamericanos “Era la herencia del viejo sueño del Nuevo Mundo que venía fascinador y viviente desde la época misma de la conquista. Era una emoción de unidad y continuidad sobre la que habían caído, como leves y transitorias cicatrices, las demarcaciones administrativas de la Corona. Para los conquistadores todo era uno y lo mismo. Se iba de Cuba a México como Cortés, de México al Perú como Alvarado, del río de La Plata a La Florida como Álvarez Núñez, de Lima al amazonas y a Venezuela como Lope de Aguirre. Las indias, el Nuevo Mundo y más tarde América fueron vistas como un todo y como un todo se concibió su destino en el alma de los grandes reformadores y utopistas. Cumaná, La Española y Chiapas eran lo mismo para Fray Bartolomé de las Casas. Fue Obispo de los Confines, es decir, del extremo por donde la tierra vieja se prolonga en la nueva. En el sentido viviente de su lengua la palabra frontera no significaba una raya infranqueable sino una zona abierta para el avance y la incorporación”.
Más adelante, el intelectual escribe que “La idea de independencia no fue sino consecuencia de la idea de Nuevo Mundo. Se pensaba en un destino para la inmensa extensión geográfica. No en la suerte peculiar de una provincia”.
En otro párrafo, el autor de Lanzas Coloradas sostiene que “Los hijos de la Capitanía venezolana fueron de los más visionarios y tenaces de entre ellos, y el primero de todos, el caraqueño Francisco de Miranda, nunca habló sino de América y del Nuevo Mundo como una totalidad indivisible”.
El notable intelectual que fue Arturo Uslar Pietri, escribió en el prólogo de Simón Bolívar Para nosotros la Patria es América, de la Biblioteca Ayacucho, al referirse a la realidad del hecho independentista que “Asombra que aquellos hombres, formados en una tradición estrecha y localista, pudieran alcanzar una concepción tan amplia de la geografía y de la historia. Que no pensaran en términos de lar nativo y de la comarca ancestral, que se abstrajeran de una Europa dividida por los particularismos históricos y las ambiciones nacionales para concebir un nuevo mundo en una dimensión continental. No pensaban en Venezuela, ni en la Nueva Granada. Hasta los nombres mismos los iban a alterar para hacer más patente la presencia de las nuevas posibilidades. Pensaban en términos de masas continentales, de millones de leguas y de millones de hombres, en jurisdicciones políticas dentro de las cuales pudieran nacer y morir los más grandes ríos de la tierra, donde los Andes fueran un accidente geográfico y el Caribe un mar interior. Se sentían unos y los mismos desde el altiplano de México hasta el estuario del río de La Plata y no concebían, sino como una caída y hasta como una traición, una América dividida en pequeñas y rivales naciones”.
Había una emoción de unidad en los independentistas americanos
Uslar Pietri profundiza en su análisis e indica que esa visión que tenían los héroes independentistas latinoamericanos “Era la herencia del viejo sueño del Nuevo Mundo que venía fascinador y viviente desde la época misma de la conquista. Era una emoción de unidad y continuidad sobre la que habían caído, como leves y transitorias cicatrices, las demarcaciones administrativas de la Corona. Para los conquistadores todo era uno y lo mismo. Se iba de Cuba a México como Cortés, de México al Perú como Alvarado, del río de La Plata a La Florida como Álvarez Núñez, de Lima al amazonas y a Venezuela como Lope de Aguirre. Las indias, el Nuevo Mundo y más tarde América fueron vistas como un todo y como un todo se concibió su destino en el alma de los grandes reformadores y utopistas. Cumaná, La Española y Chiapas eran lo mismo para Fray Bartolomé de las Casas. Fue Obispo de los Confines, es decir, del extremo por donde la tierra vieja se prolonga en la nueva. En el sentido viviente de su lengua la palabra frontera no significaba una raya infranqueable sino una zona abierta para el avance y la incorporación”.
Más adelante, el intelectual escribe que “La idea de independencia no fue sino consecuencia de la idea de Nuevo Mundo. Se pensaba en un destino para la inmensa extensión geográfica. No en la suerte peculiar de una provincia”.
En otro párrafo, el autor de Lanzas Coloradas sostiene que “Los hijos de la Capitanía venezolana fueron de los más visionarios y tenaces de entre ellos, y el primero de todos, el caraqueño Francisco de Miranda, nunca habló sino de América y del Nuevo Mundo como una totalidad indivisible”.
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