Si hay algo que es
eminentemente contradictorioen los modelos
políticos de gestión neoliberal y socialista, es el planteamiento que tiene
cada uno de ellos sobre la educación de los gobernados, asunto que debe tener
muy claro quien aspire a ser un líder, sea en el área que se le antoje.
A la par de que el
aspirante a líder debe incluir per se a las personas, a quienes aspira le
sigan, debe asumir desde un principio el valor del hecho educativo.
En una gestión en
la que predomina eminentemente el mercado,
el liderazgo es puesto en venta exclusivamente con una base de formación
profesional en los distintos niveles de especializaciones, con unas excelentes
capacidades creativas en su profesión que muestran finalmente a un individuo
capaz de “comerse al mundo”, como suelen decir algunos.
Y lo de la venta
del líder no es exclusivamente dar a conocer a un individuo con un alto nivel
de conocimientos en una determinada área, sino mostrar a alguien con muchas
posibilidades y del que se esperan muchas cosas, porque se supone que hay una
persona con un talento especial que “está con nosotros y capaz de competir con
el que le pongan por delante y, además, es altamente valioso para nuestra
razón”.
Una educación de calidad
Ciertamente,
debemos aclarar que hay una gran validez en la formación del profesional, del
hombre que ha recibido una educación de calidad, pero el fin, la orientación
recibida es exclusivamente destinada, dirigida hacia un nivel en el que la
satisfacción tiene una única dirección, que es el bienestar individual.
En el modelo de
gestión socialista, el tema tiene otra óptica. La educación del individuo hace
énfasis igualmente en la formación, en la preparación en los variados niveles
profesionales y en la calidad. En la formación de los profesionales hay dos
variables que se cruzan, pero tienen ámbitos diferentes. Ambas tienen carácter
colectivo y cualitativo, valga decir, están dirigidas a grupos y tienen
distintos grados de calidad, pero sus ámbitos difieren.
El modelo de
gestión de mercado vende un sujeto a la sociedad, maneja la premisa de formar
exclusivamente a que los estudiantes traten de ser cada uno mejores que el otro
sin que les importe otra cosa que producir para obtener la satisfacción y el
bienestar muy personal, mientras que el individuo formado en el modelo de
gestión social lleva como norte el constituirse en un profesional que concede
un valor al colectivo.
El valor del colectivo
Y es precisamente
el valor para la sociedad del colectivo, su construcción y promoción lo que
hace la gran diferencia y lo que siempre debe ser tomado en consideración por
quienes aspiran un lugar en el camino de los líderes.
Como elemento
central del modelo socialista, jamás debe ser ignorado por el aspirante a líder
el lograr entender que el hecho educativo, está siempre barnizado por la
verdad. Quien pretenda liderar debe levar siempre el estandarte de la verdad y
acompañada de la ética. Quien intente liderar no puede mentir.
Los tiempos
conocidos en Venezuela hablan como en otras naciones, de hechos de corrupción y
en grandes cantidades, al menos en lo que se refiere a unos cuantos quienes han
estado al frente del Estado y quienes se han lucrado gracias a los apoyos del Estado petrolero. Esos tiempos mostraron algo
que, inexplicablemente, unos cuantos aspirantes a líderes nunca citaron, nunca
recordaron ni nunca tuvieron una visión sobre el hecho educativo salvo las
excepciones conocidas y que están registradas por la historia.
La barrera del líder
El límite para los
líderes o la barrera que nunca debe saltar es la concerniente a la corrupción,
si bien es algo que suele ser considerada inmanente al ser humano y que junto
con la mentira, se convierten en los factores nefastos que conducen al político
a su perdición.
Los actuales
sucesos que impactan al continente de América de Sur, en este siglo XXI
muestran en su totalidad una amplia corrupción de la dirigencia política, que
va más allá de lo imaginable. Hemos apreciado como la búsqueda del poder a toda
costa hace débil al hombre, tanto que lo disfraza, le enferma de modo tal que
le ciega y le impide entender que sus semejantes esperan por él.
El liderazgo actual
y quien sueñe elevarse a ese nivel, debe fijarse lo que está sucediendo a
nuestro alrededor, en sus naciones vecinas, en las que la dignidad de ser
humano se ve acorralada y en donde el ser pierde su valor.
No hay que inventar
ni ser novelista, pues las redes sociales y algunos medios de comunicación
vienen mostrando ejemplos en Ecuador, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia y otras
naciones y hacia Centroamérica como lo que hoy puede ser definido como la
conducta aberrada de una corriente humana en contra de sus hermanos.
Los líderes de hoy
y quienes piensan serlo observan un modelo de gestión que está frente a sus
ojos y que muestra niveles de violencia que parecen despedazar la razón humana
y convierten al ser humano en lobo de sus semejantes. Nada de lo que
atestiguamos hoy día, tiene que ver con el buen liderazgo, con el hombre que
piensan en los demás y es capaz de grandes sacrificios por llevar el bienestar
a un pueblo.
Enseñanza de envergadura
Los líderes y
aspirantes a serlo, reciben hoy una cátedra, una enseñanza de tal envergadura
sobre el ser humano y su vigencia que, aunque quede registrada en la historia
no debe queda como una lección y no ser permitida jamás, porque es violentar
las esperanzas de quienes siempre quieren tener alguien que los respete y los
conduzca por una senda de bienestar.
Pedro Estacio