Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 30 de marzo de 2010

La mitad del globo y la gente a quien Dios hizo nacer

Los latinoamericanos debemos estar muy bien informados acerca de los acontecimientos y circunstancias que vivían nuestros héroes independentistas en nuestro pasado histórico, porque es la única forma de comprender lo que sucede en estos días, ya que de una u otra forma tienen una vinculación.
Indalecio Liévano Aguirre, historiador colombiano, esboza un tema pasado que, sin duda alguna, tiene que ver con los nuevos acontecimientos de este siglo XXI.
En su libro Bolivarismo y monroísmo (*), este estadista, conocedor de las ciencias sociales y económicas, recoge el pensamiento del Libertador, en la preparación del Congreso Anfictiónico de Panamá.
“Esta mitad del globo (refiriéndose a América) pertenece a quien Dios hizo nacer en su suelo”, dijo Simón Bolívar en su discurso pronunciado en Santa Fe de Bogotá el 13 de enero de 1815. La definición, bien anterior al mensaje del presidente Monroe, era y ha debido ser la doctrina internacional de los pueblos hispanoamericanos, de las repúblicas que antes fueron colonias españolas; y si ello no ocurrió así, si el hispanoamericanismo de Bolívar fue sustituido por el monroísmo y el panamericanismo de estirpe anglosajona, de tal claudicación de nuestra cultura y de nuestra raza no puede responsabilizarse al Libertador, quien realizó todos los esfuerzos intelectuales y políticos a su alcance para conseguir que la gran hermandad hispanoamericana creara oportunamente las instituciones de colaboración supra-nacional que le eran indispensables para tutelar su personalidad histórica, sus intereses y su heredad común”.
El sueño unificador
-Un sueño (dice el argentino Mitre) suele ser el hilo fijo de la trama de la vida de un hombre. El de Bolívar fue la unificación de l América Meridional. De este sueño sacó sus fuerzas morales para crear una gran potencia militar y llevar sus armas triunfantes por todo el continente, como Alejandro a través del Asia. Su primera intención fue la creación del imperio colombiano. Su segunda visión fue el establecimiento de una Confederación suramericana sobre las bases de una Liga política y militar, regida por una Asamblea Internacional de Plenipotenciarios, a la manera de la liga aquea de Grecia (**).
No sorprende la aversión 
Luego, Liévano Aguirre añade:
“No resulta sorprendente, por tanto, la aversión y alarma que manifestaron los países anglosajones, y particularmente los Estados Unidos, ante la política hispanoamericana de Bolívar, ni el acucioso interés que les indujo a ofrecer su respaldo a cuantos esfuerzos se realizaban entonces para consumar la balcanización de la antigua América española. Una organización política que parcelara a la gran sociedad hispanoamericana en un archipiélago de estados hostiles entre sí, era el marco ideal para los nuevos imperialismos que se proponían ocupar el puesto de metrópoli que España dejaba vacante; y estos imperialismos se iban a sumar, por lo mismo, a la oposición que desatarían los patriciados criollos de Hispanoamérica contra el proyectado Congreso anfictiónico de Panamá”.
Y ayer como hoy, la política imperial se mantiene por la misma ruta, intentando, en las primeras de cambio, fracturar a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA y por supuesto, cualquier gestión política que intente fortalecer la unidad de los pueblos latinoamericanos, como son los casos de Unasur y el nuevo mecanismo regional en el que estarán todas las naciones latinoamericanas y del Caribe, sin Estados Unidos ni Canadá.

(*)

Bolivarismo y monroísmo
LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio
Editorial El perro y la rana
Ministerio del Poder Popular para la Cultura
Venezuela

(**)

MITRE, Bartolomé (1890)
Historia de San Martín y de la Emancipación
Sud-Americana. Buenos Aires, Argentina



domingo, 21 de marzo de 2010

Bolívar y su vigoroso instinto del espacio

En “Bolivarismo y monroísmo” (1), del reconocido historiador y político colombiano, Indalecio Liévano Aguirre, encontramos una visión estudiada del autor que nos permite comprender y fortalecer, aún más, la figura del Padre de la revolución americana que fue Simón Bolívar.
Siguiendo los pasos a tan interesante y emocionante visión nos encontramos con lo escrito por el autor, quien señaló que La adecuada comprensión que de los problemas sociales y políticos de Hispanoamérica demostró tener Bolívar en el curso de su existencia, no puede atribuirse a especiales conocimientos suyos en el campo de la economía o de las ciencias sociales, sino a una cualidad peculiarísima de su genio, que algunos de sus biógrafos destacan, aunque sin darle la debida importancia: Su vigoroso instinto del espacio. Bolívar recorrió a caballo gran parte del continente, pero esta hazaña habría carecido de importancia y de consecuencias, de no encontrar, como encontró en su espíritu, el eco originalísimo que el general Julio Londoño describe en los siguientes términos:
Bolívar, como Alejandro, estaba dominado por la categoría del espacio. Pero no se trataba del espacio en si mismo, de la extensión por la extensión a la manera de Atila o Gengis Kan, de Tamerlain o de Filipo, sino del espacio organizado, del suelo convertido en política, del limo transformado en nacionalidad.
Instinto políticoLa opinión anterior del geopolítico colombiano, nos permite comentar que dicho enfoque, dinámico por cierto, tiene vigencia más que nunca y nos hace sentir más orgullosos a los latinoamericanos, al comprobar que líderes como Simón Bolívar, visionario él, vislumbraba de modo poderoso, en su tiempo, las realidades del poder político y militar que hoy daña, perturba, la vida en el planeta.
Muy metido en la historia y en lo político, Indalecio Liévano Aguirre fortalece su opinión inicial al reiterar que “El seguro instinto político de Bolívar y su clara percepción de la poderosa fuerza que lleva en si la vastedad de la extensión territorial le indujeron a decidirse, desde temprano, por las nacionalidades extensas, lo cual no quiere decir que él ignorara o hiciera caso omiso de los poderosos factores de índole geográfica, económica o histórica que conspiraban contra ese tipo de nacionalidades en el continente”.
Ideal unificador
Refiere este autor que el Libertador, en su conocida Carta de Jamaica (1815) ya apuntaba “su ideal unificador y su clara comprensión del valor político y económico de los grandes espacios, pero se descubren también los temores que le asaltan al presentir las tremendas resistencias que le va a ser preciso vencer para oponerse a la definitiva fragmentación de la América española”.
Es una idea grandiosa {escribía entonces Bolívar} pretender formar de todo este mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diversos Estados que vayan a formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, o caracteres desemejantes dividen la América. ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el de Corinto para los griegos.

LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio
Bolivarismo y Monroísmo
Colección Alfredo Maneiro
Editorial El perro y la rana
Ministerio del Poder Popular para la Cultura
Venezuela

lunes, 1 de marzo de 2010

José María España, de la Pléyade de Héroes

En conmemoración del Bicentenario de la Declaración de la Independencia venezolana (1810-2010) y con el apoyo del Fondo Editorial Ipasme, el periodista e historiador Antonio “Chino” Manrique, quien es también creador y Director de la publicación Actualidad Educativa, a finales de febrero de 2010, publicó y bautizo su libro Pléyade de Héroes, en el que vierte, de manera sencilla y amena muchos aspectos que rodearon la vida de quince de nuestros grandes promotores de la independencia en Venezuela y en este continente, aspectos muchos de ellos desconocidos por los venezolanos y latinoamericanos ya que, particularmente quienes escribieron parte de nuestra historia solo registraron lo que favorecía a las clases dominantes sino porque fue mucha la historia nacional excluida de la formación de nuestros niños y jóvenes, asunto denunciado en la década de los setenta.
Y uno de esos personajes que siempre llamó la atención, pero del que poco se sabía, fue José María España, considerado por este historiador como “una de las vidas revolucionarias más importantes de venezolano alguno…quien va a ser una de las cabezas más visibles de la conspiración de 1797 contra la corona (española- PE), la cual agrupó entre otros, a Manuel Gual y a Simón Rodríguez (Maestro de Simón Bolívar), quien se vio obligado a salir abruptamente de su Venezuela natal, y al español Juan Bautista Picornell y Gomilla, uno de los peninsulares que se encontraba confinado en el Castillo de La Guaira desde 1976”.
Este señor Picornell y Gomilla, de quien Manrique precisa que formaba parte de la Conspiración de San Blas, que debía estallar en Madrid en febrero de 1796, estudió en la Universidad de Salamanca e identificado con las ideas revolucionarias procedentes de Francia, escribió diversos tratados, entre ellos, el "Discurso sobre los mejores medios de excitar y fomentar el patriotismo en una monarquía". Por cierto, la conspiración fue descubierta y Picornell vino a dar a las colonias americanas, porque le habían conmutado la pena de muerte a él y otros, por encierro perpetuo en Puerto Cabello (estado Carabobo) y una localidad panameña. Junto a Picornell estaban Sebastián Andrés, José Lax y Manuel Cortés Campomanes.
Narra Manrique que José María España, luego de haber estudiado en Francia y regresado a La Guaira, se entusiasmó por aquellos acontecimientos políticos por los que atravesaban los estadounidenses y la misma revolución francesa.
“Después de conocer ese proceso revolucionario europeo –cita Manrique-, radicalizó su posición independentista, la cual enriqueció con la cantidad de franceses presos y transeúntes en las Antillas que tocaban en el puerto de La Guaira”.
Es interesante señalar, que José María España estuvo muy motivado por las ideas revolucionarias y pese a que ostentaba en 1793 el cargo de Teniente de Justicia Mayor de Macuto, para el que lo nombró el Gobernador y Capitán General Pedro Carbonell, favoreció la fuga de los revolucionarios españoles que estaban presos en La Guaira y si bien fue descubierta esa acción después, España seguía con sus inquietudes, al punto que Antonio Manrique dice que “…se convirtió en un conspirador y editor de impresos de neto corte subversivo y anticolonialista. Uno de esos panfletos comprendió los Derechos del Hombre, proclamados el año anterior, 1792, en París”.
El historiador deja entrever que en las circunstancias del acercamiento con los revolucionarios españoles ya venía dándose igualmente su relación con Manuel Gual, quien si bien residía en la población de Santa Lucía, por razones familiares pasaba largo tiempo en La Guaira. Lo cierto de todo es que ambos se involucran en la fuga de los de los revolucionarios españoles.
La Conspiración de Gual y España
Refiere el historiador que el complot guaireño, de 1797, donde por cierto también participaba Simón Rodríguez, comienza a desmoronarse cuando son detenidos los barberos Francisco Javier de León y José Chirinos y además de Juan Antonio Aponte y Manuel Montesinos y Rico. De acuerdo a Manrique “Éstos le habían propuesto al capitán Domingo Antonio Lander que se incorporara a un movimiento conspirativo de blancos y gente de color. Esta invitación, conllevó la información de los planes al cura Juan Vicente Echeverría, del Sagrario de la Iglesia Catedral de Caracas. Éste a su vez pasó la información al Arzobispado y de éste, llegó al Capitán General. Luego vinieron las detenciones. Siguieron las fugas hacia el Caribe de Manuel Gual, Juan Xavier y José María España, sin obviar las no pocas ejecuciones”.
España regresó al puerto de La Guaira de modo clandestino, en 1799, pero fue “delatado por quien hemos llamado la Judas de La Guaira. Fue una de sus vecinas, María Herrera, quien lo vendió por 12.000 pesos, una fortuna para aquella época, de los cuales recibió una primera parte de 4.000 pesos”, escribe el periodista e historiador.
El imperio español lo ahorcó y descuartizó
Manrique inserta la opinión escrita de otro historiador, Gil Fortoul, para referirse a la manera como fue tratado España luego de la delación:
“Juzgado en Caracas, se le condena a muerte el 6 de mayo. Dice la sentencia que sea sacado de la cárcel, arrastrado a la cola de una bestia de albarda, y conducido a la horca, publicándose por voz de pregonero su delito; que muerto naturalmente en ella por mano del verdugo, le sea cortada la cabeza, y descuartizado; que la cabeza se lleve en una jaula de hierro al Puerto de La Guaira, y se ponga en el extremo alto de una viga de treinta pies, que se fijará a la entrada de aquel pueblo por la puerta de Caracas; que se ponga en otro igual plano uno de sus cuartos a la entrada del pueblo de Macuto, en donde ocultó otros gravísimos reos de Estado, a quienes sacó de la cárcel de La Guaira y proporcionó la fuga; otro en la vigía de Chacón, en donde tuvo ocultos los citados reos de Estado; otro en el sitio llamado Quitacalzón, río arriba de La Guaira, en donde recibió el juramento de rebelión contra el rey, y otro en la Cumbre, donde proyectaba reunir la gente que se proponía mandar; que se confisquen todos los bienes que resultaren ser suyos, y se ejecute…”
En realidad, el imperio español ya tenía víctimas criollas y europeas a granel, pero fue tal el odio desatado contra los revolucionarios locales, cuyo único pecado fue tener en sus corazones el sueño de independencia y libertad que convirtieron una carnicería la muerte de España, quien fue en la Plaza Mayor (actual Plaza Bolívar); su esposa junto a sus dos hijos fue encerrada en la cárcel de La Misericordia, lo que es conocido hoy como Parque Carabobo y luego la confinaron a Cumaná. Es bueno saber, como escribe Antonio Manrique, que, “el Protolíder y Precursor de nuestra independencia, Sebastián Francisco de Miranda, se cruzaba comunicaciones con los conspiradores de Caracas y el Litoral, especialmente de este último sitio y estaba al tanto de lo que ocurría en su Venezuela natal”. La historia en la Pléyade de Héroes del periodista e historiador Antonio “Chino” Manrique, dice muchas cosas que venezolanos y latinoamericanos en general necesitamos saber, porque ellos comenzaron a construir nuestras sociedades.