Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 31 de julio de 2012

El Bolívar de América


 
Imagen de Simón Bolívar digitalizada a partir de la reconstrucción facial de sus restos

 
  De la pluma de la poetisa Daniela Sadman traemos a Pertinentes, un estupendo enfoque sobre un aspecto de ese ser tan especial (estadista, guerrero, visionario, político y más) que fue Simón Bolívar, como fue el hombre dueño de una poesía de la vida.  
 
 
 
Entre discursos, proclamas y versos
 
** El prócer de la Independencia, el amoroso Quijote de los sueños todos, el que hizo del pasado el futuro necesario, fue también un poeta.
                                                                       
 
Daniela Saidman

De lejos parecía que la pluma dibujaba garabatos. Vistos de cerca los trazos eran letras y éstas formaban palabras, oraciones, párrafos, textos enteros. La visión de América emergía de esas manos que trastocaban el tintero en sangre, en pulso y pensamiento, en amorosa razón liberadora. Allí estaba él, apenas alumbrado por una vela, que todo a su alrededor convertía en fantasmas y en sombras. En cambio su palabra iluminaba el futuro. Manuela era una presencia que lo acompañaba de lejos y le soplaba al oído las caricias que a distancia lo hacían levantar por un instante los ojos del papel y tal vez, tal vez un suspiro se colaba entre sus labios.
 
Banderas de sueños
Simón Bolívar (Caracas, 24 de julio de 1783 - Santa Marta, República de Colombia, 17 de diciembre de 1830), el prócer de la Independencia, el amoroso Quijote de los sueños todos, el que supo darse a la vida por la vida misma, el que hizo del pasado el futuro necesario, el que se sembró entero en la memoria de esta América, que con largas piernas y hondo aliento, nos cobija y nos nombra, fue también poeta.

Cada uno de sus textos son piezas que nos hablan de su pensamiento emancipador, de su hechura de ser humano trascendente y divinamente humano.

En sus palabras está él y estamos nosotros, las mujeres y hombres que tomamos sus banderas de sueños para izar utopías y vivirlas hechas realidad en este siglo XXI signado por esperanzas y pueblos.
 
Discursos como versos
Como canta nuestro padre cantor, Alí Primera, Bolívar es el amigo que vibra en el presente nuestroamericano, porque “Bolívar, bolivariano, no es un pensamiento muerto, ni mucho menos un santo para prenderle una vela”.

Sus discursos, cartas y proclamas están colmadas de su vida. Y leyéndolas tanto tiempo después es imposible no imaginar a ese Simón que se sienta a escribir como soñando los mañanas que laten en las ganas y en los ojos del niño que juega pelota en cualquier barrio de Caracas o de Quito, en la madre que amamanta a su hija cantándole el Gloria al Bravo Pueblo o a la maestra que enseña historia y se sigue conmoviendo después de años de ejercicio docente por el Discurso de Angostura. Ese es nuestro Bolívar el que compra la leche y el pan, el que celebramos en cada fiesta patria, el que sirve de consuelo a las palomas en las plazas, el que ondea en la octava estrella de nuestra bandera y el que nos dice presente en el proyecto de país que respaldamos la mayoría de las mujeres y hombres de esta Venezuela que también lleva su nombre.

“Yo he sido el soldado de la beldad, porque he combatido por la Libertad, que es bella, hechicera y lleva la dicha al seno de la hermosura donde se abrigan las flores de la vida”, le dijo el joven Simón a una señoras peruanas, un 13 de agosto de 1826.
Y es que todo lo humano vive aún en ese hombre que se regó fecundo sobre la tierra, que germinó hecho millones, hecho viento, canto, fuego, himno. Bolívar es la palabra libertaria, el pensamiento convertido en acción, la trinchera armada de pensamientos y flores que sigue siendo, que seguirá siendo siempre, lumbre y estandarte.
 
El tiempo
“Venga usted al Chimborazo; profane usted con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto, tenderá usted la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podía decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de la Naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo”, le escribió Bolívar a su maestro Don Simón Rodríguez, el 19 de enero de 1824. Precisamente esa visión de la tierra, su conmoción ante lo inmenso de la naturaleza y el ser humano, dan muestras de su sensibilidad, de la magia con que pudo ver el mundo y el paso de los hombres por el.

Y es que hay un Bolívar más grande y hermoso, más humano, más próximo, más prójimo, que el brillante estadista y militar. Porque Bolívar fue eso, pero sobre todo fue y seguirá siendo un hombre, inmenso en lo pequeño, frágil, leve, enamorado, libre, tierno, un hombre pues, en el que vivieron y viven todas las humanas pasiones y todos los sueños. Tal vez por eso pudo entregarse íntegro, valiente y eterno, a la vida que vive hoy, a la vida que seguimos nosotros edificando juntos y juntas, para las hijas e hijos que vendrán.
 
 
 
Canto a Bolívar (fragmento)
Pablo Neruda
“Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra,
el laurel y la luz de tu ejército rojo
a través de la noche de América con tu mirada mira.
Tus ojos que vigilan más allá de los mares,
más allá de los pueblos oprimidos y heridos,
más allá de las negras ciudades incendiadas,
tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:
tu ejército defiende las banderas sagradas:
la Libertad sacude las campanas sangrientas,
y un sonido terrible de dolores precede
la aurora enrojecida por la sangre del hombre.
Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.
La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,
de nuestra joven sangre venida de tu sangre
saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.
Yo conocí a Bolívar una mañana larga,
en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo”.
 
 

Carta al Dr. Unanúe, Presidente del Perú. 25 de noviembre de 1825
Simón Bolívar 
 
“Nuestras repúblicas se ligarán de tal modo, que no parezcan en calidad de naciones sino de hermanas, unidas por todos los vínculos que nos han estrechado en los siglos pasados, con la diferencia de que entonces obedecían a una sola tiranía, y ahora vamos a abrazar una misma libertad con leyes diferentes y aun Gobiernos diversos; pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía según la voluntad de su conciencia”.
 

 
 
 
 
 
 

martes, 24 de julio de 2012

Latinoamérica, la tierra de la herencia mágica



 
Margen de río Orinoco, lugar de los otomacos
Algunos latinoamericanos parecieran querer desentenderse de su ADN indígena, y sueñan de modo permanente codearse con los anglosajones y europeos, en la creencia de que les harán creer a los demás que ellos son unos blancos maravillosos, ignorando que hay toda una gran historia muy rica, constructiva y evolutiva como ninguna otra, que viene desde los primeros pobladores de este continente sureño.
En Latinoamérica y, particularmente de la región caribeña, ha nacido y corrido en la historia esa esencia que habla de los indios caribes, de su gran ímpetu batallador, de su fiereza, de su esencia indómita demostrada ante el imperio español.
Muy cierto.
Pero los indios caribes no fueron los únicos que poblaron gran parte de la zona norte de nuestro continente. Cuando revisamos ese libro maravilloso que escribió el profesor José Manuel Hermoso, de la Cátedra de Historia de Venezuela, de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Carabobo, que lleva por título “Pueblo Protagónico” (1498-1798), Historia de las luchas sociales y políticas del pueblo venezolano, alcanzamos una identificación plena con aquellos primeros pobladores de nuestra América del Sur.
El historiador Hermoso nos actualiza y nos dice que los antiguos cazadores que se encontraban en las estepas siberianas, “…pasaron al continente americano  desde el territorio de lo que posteriormente sería la Unión Soviética atravesando el estrecho de Behring, convirtiéndose así en los verdaderos descubridores  y primeros pobladores de estas tierras”.
Eso habría ocurrido entre 15 y 12 mil años atrás.
Antes de que toda la piratería y criminalidad española, anglosajona, holandesa, portuguesa y francesa se dejara caer por nuestras tierras, los latinoamericanos hemos tenido una historia de mucho mayor valor y por eso somos diferentes, nuestra ética de vida siempre ha sido distinta.
En este marco histórico, por ejemplo, haré referencia a lo que escribe el profesor Hermoso en su libro Pueblo Protagónico, cuando nos habla de los indios Otomacos.
La impresión que tengo es que pocos saben que los indios otomacos, poblaron nuestro territorio. Veamos lo que escribe el catedrático de la Universidad de Carabobo:
“En las riberas de las márgenes  derechas  -lado norte del río Orinoco- habitaban las tribus de los terribles guerreros conocidos como los otomacos, jurados e implacables enemigos de los caribes durante mucho tiempo.  Los otomacos solo dejaron de enfrentarse  a los caribes a partir del momento  en que éstos comenzaron a usar armas de fuego adquiridas de los holandeses”.
Otomacos: Nunca retrocedían
Y registro más de los otomacos, del libro del catedrático de la Universidad de Carabobo:
“Conocidos por su temeraria agresividad, pues nunca retrocedían durante la batalla para la cual se preparaban consumiendo una yerba muy estimulante llamada yupa que los enardecía envalentonándolos en extremo. No satisfechos con ello, se enfurecían aún más auto agrediéndose. Se producían heridas en todo el cuerpo y se lanzaban a la batalla manchados de sangre, con la ferocidad de tigres hambrientos o de perros rabiosos”.
 Luego el historiador nos narra más de los otomacos, al decirnos que “Por esta preparación para el combate y por su ferocidad lograron expulsar a los caribes, a quienes en un primer momento habían recibido  muy amistosamente en sus territorios, hasta que se enteraron que eran muy crueles caníbales que devoraban a sus prisioneros y esclavizaban a mujeres y niños”.
Fieros guerreros
Y más adelante sigue:
“Por esta preparación para el combate y por su ferocidad lograron expulsar a los caribes, a quienes  en un primer momento habían recibido muy amistosamente, hasta que se enteraron que eran muy crueles caníbales que devoraban  a sus prisioneros y esclavizaban  a mujeres y niños. A partir de esa circunstancia y como consecuencia del conflicto, los otomacos se convirtieron  en fieros guerreros y en permanentes e implacables enemigos de los caribes. Su grito de guerra era: ¡Si no eres valiente te devorarán los caribes!
“Las mujeres de los otomacos participaban  en las batallas realizando labores de apoyo, tales como recoger las flechas lanzadas por los adversarios y ponerlas a disposición de sus combatientes. Como muchas otras tribus del territorio venezolano, vivían en comunidad, repartiéndose en perfecta igualdad los productos  del trabajo (cosecha, caza y pesca). Las labores también eran colectivas y organizadas por turnos. Unos trabajaban mientras otros descansaban”.
La herencia Latinoamérica
No se puede desconocer lo que está asentado en nuestro ADN. Tenemos una herencia de cientos y miles de años que permanece con nosotros y que nos induce  a diseñar una historia completamente diferente al resto del mundo. Como señaló el Libertador Simón Bolívar somos diferentes, no somos blancos, ni negros, ni indios,  somos una mezcla maravillosa, que algunos han calificado de mágica y, en consecuencia, nuestra manera de vivir es distinta, nuestro modelo de vida es diferente. 
Latinoamérica es, si se quiere, el continente de la esperanza.