Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 19 de abril de 2009

El concepto de escuela pública del Libertador


Comentó también en El magisterio Americano de Bolívar el Maestro de Maestros, Luis Beltrán Prieto Figueroa (1902-1993), propulsor de la educación venezolana y de la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria, que cualquiera pudiese haber pensado que el concepto de escuela pública que tenía Simón Bolívar a lo mejor provenía de Quintiliano (1), pues al escribir (Bolívar) un trabajo en 1825 sobre “La instrucción pública”, sostenía:
“Quintiliano prefiere las escuelas públicas a la enseñanza privada, porque además de las ventajas que proporciona el roce y trato con gentes de distintos genios, aquí, dice, es donde se contraen las verdaderas amistades, aquellas que duran toda la vida”.
Luego adiciona Prieto Figueroa que “…la escuela pública como la concebía Bolívar no la conocieron los romanos, pues se trata de una institución hija de la Reforma. Lo que Quintiliano denominaba escuela pública, debería llamarse más bien escuela abierta al público, en oposición a la escuela hogareña. Esa escuela abierta al público la abría un maestro que recibía varios alumnos que le pagaban su enseñanza. Es lo que hoy conocemos como escuela privada, y en la cual no intervenía el Estado ni tenía forma alguna de reglamentación pública, a no ser en lo referente a la moralidad, que en Roma era vigilada aún dentro de la vida privada”.

No hay libertad donde hay ignorancia
Destacó este reconocido educador que lo importante era destacar que la llamada obligatoriedad de la educación pública en el Libertador respondía al hecho de afirmar la libertad y desaparecer los efectos de la tiranía y de la esclavitud, y al respecto habría dicho que “No puede haber libertad donde hay ignorancia. La esclavitud es hija de las tinieblas. Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.
En efecto, para este educador de Nueva Esparta, la experiencia de Bolívar le había demostrado “cómo la causa de la libertad, por la cual luchaba, no era entendida por todos como un bien supremo. Los propios esclavos libertados continuaban bajo la férula de sus antiguos amos y les seguían a otras tierras donde eran vendidos”. Bolívar argüía en el Discurso de Angostura que “el pueblo ignorante se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por la educación”.
Así, sostenía Prieto Figueroa, que en todo ello recordaba, sin duda, a Diderot, para quien era más difícil oprimir a un campesino que sepa leer y escribir que a otro ignorante.
“Pero no se trataba sólo del pueblo ignorante. Muchos de sus capitanes procedieron en forma torcida, que comprometió no pocas veces el destino de la obra emancipadora. /Traición y servilismo/ consideró Blanco-Fombona esa actitud (2). Lo cierto es que las ideas generosas no son comprendidas en toda su amplitud sino por mentes lúcidas y por espíritus cultivados, deslastrados de prejuicios y de hábitos mentales demasiado limitadores. Las grandes verdades sólo se abren paso por entre la cerrazón de siglos, después que la educación las ilumina, y más que la educación, tomada en su sentido estricto, la cultura que ventila, aclara y pule las conciencias y pone en circulación nuevas maneras de interpretar y comprender el mundo. El propio Libertador justifica ese comportamiento de sus compatriotas, a veces inexplicable. /El contagio del despotismo, dice, ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra y el específico de nuestras saludables leyes han purificado el aire que respiramos. Nuestras manos están libres y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre/.
“Después de libertar las manos atadas –escribió el Maestro Prieto-, de terminar con la servidumbre física y política, era necesario liberar los espíritus de la servidumbre moral, del peso espiritual de una situación de sometimiento que empequeñece a los hombres y los hace víctimas aún de lo que detestan, convirtiéndolos en enemigos natos de su propia existencia “.
“Para fundamentar sus reclamaciones –sigue Prieto- de un sistema estatal de educación, Bolívar argumentaba en Angostura: Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. Y proseguía: la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la experiencia de hombres ajenos a todo conocimiento político, económico o civil, adoptan como realidad las que son puras ilusiones, toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia; semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos “.


(1)
QUINTILIANO, Marco Fabio
Escritor y retórico latino
Siglo 1, hacia el año 35
(2)
BLANCO-FOMBONA, Rufino
El pensamiento vivo de Bolívar
Buenos Aires, Edit. Losada, 1944

Bolívar y el Estado Educador


En opinión del Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, ex Ministro de Educación venezolano, Simón Bolívar sabía que la educación tenía una función transformadora en los seres humanos y que sin ella no habría asiento duradero para la libertad del pueblo ni asidero para la independencia. (1)
Añade Prieto que “El pensamiento educativo de Bolívar corre impreso en cartas, discursos y documentos públicos. Algunos señalan en ese pensamiento las huellas de Rousseau y de otros pensadores de la época, lo que no es de extrañar, porque los hombres representativos de un período histórico tienen un marco de referencia dentro del cual se expresan las preocupaciones del momento. La personalidad original toma de ese marco para revertirlo luego en él, ya enriquecido con las aportaciones personales, los conceptos de que se sirven para hacerse entender por sus contemporáneos. Sólo quien habla el lenguaje de su época puede hacerse comprender de sus coetáneos. Los que comandan y dirigen, si aspiran a ser oídos y seguidos, deben expresarse con las ideas que, por formar parte del substrátum de todas las conciencias, alcanzan resonancias en éstas”.
La educación, instrumento de realización
Establece el educador las diferencias entre Rousseau y el Libertador y dice que el primero era un filósofo mientras el segundo fue un político y estadista. Consideró que el filósofo pensaba a la educación como idea, mientras Bolívar la consideraba un instrumento de realización indispensable en la obra de buen manejo del Estado. Por ello precisa Prieto Figueroa que “…en la mayoría de los casos no coinciden el pensamiento de Bolívar y el de Rousseau, sino que, antes bien, se contraponen o excluyen”.
Más adelante, escribe que “El ginebrino planeó la educación de Emilio en contacto con la naturaleza para separarlo de la influencia nociva de la sociedad. Su discípulo, perteneciente a la clase acomodada, podía pagarse una educación con un ayo previsor. Para Bolívar el problema era educar a todo un pueblo, y por ello crea la educación pública obligatoria en Colombia, el Perú y Bolivia, y la pone bajo el cuidado del Estado, pues es a éste, según sus ideas, al que corresponde crear y dirigir la educación. Sobre esta doctrina fue suficientemente explícito en el Discurso de Angostura y en el proyecto de Cámara de Educación que formaba parte de su propuesto Poder Mora. Afirmaba: “Pertenece exclusivamente a la Cámara establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños como de niñas”.
Llamado también el Maestro de América, Prieto Figueroa sostenía que para Rousseau la que educación pública presuponía una sociedad de hombres libres, mientras que para Simón Bolívar la libertad era algo que se forjaba mediante la educación.
No tenemos razones para dudar que la educación es un herramienta de transformación de las sociedades y un instrumento valioso que fortalece las capacidades de construcción de un país; pero también es interesante entender que es la propia educación en el hombre la que le permite ser más libre, más soberano e independiente. Argumentamos así que, con la educación, tenemos capacidad para entender el mundo en el cual vivimos, respetarlo y transformarlo para beneficio integral de quienes lo integramos.










(1) PRIETO FIGUEROA, Luis Beltrán
El Magisterio americano de Bolívar
Colección Claves de América
Biblioteca Ayacucho
10/ 2006

sábado, 11 de abril de 2009

El método de "historiadores" feudales y liberales


Por allí, en algunos papeles, quedó impresa, una endeble versión en la que Karl Marx había emitido una opinión nada favorable sobre el Libertador de América, Simón Bolívar, asunto que de acuerdo al fallecido (2000) político colombiano Gilberto Vieira, en un artículo publicado en 1942, “Se trata de de una especie de recopilación de datos biográficos sobre Bolívar, que destaca todos los aspectos oscuros de su vida prodigiosa. Marx transcribe documentos sobre hechos tales como la injustificable entrega de Miranda a los españoles y el fusilamiento de Piar y hace ligeras referencias al contenido anti-democrático de la Constitución de Bolivia y a las veleidades ideológicas del Libertador, y llega hasta poner en duda sus méritos como militar”.
Vieira, quien fue uno de los fundadores del Partido Comunista Colombiano, refirió en su escrito (registrado en la compilación Bolívar visto por marxistas (1), hecha por Jerónimo Carrera (miembro del Comité Central del Partidos Comunista Venezolano), que la recopilación de datos biográficos sobre Bolívar responde a un método de análisis “…que nada tiene que ver con el marxismo y que han puesto en práctica “historiadores feudales y liberales. Consiste en resaltar todos los aspectos negativos del personaje en cuestión sin ocuparse para nada de sus aspectos positivos. Algo semejante practicó Walter Scott con Napoleón, exhibiéndolo –en doce documentados volúmenes- como un monstruo salvaje. Algo parecido pretende hoy día (en la década del 40) Fernando González (2) con Santander, a quien presenta como un amago de hombre, con alma de recaudadora. Y todo eso a base de hechos. Sólo que Napoleón y Santander –lo mismo que Bolívar- al lado de sus defectos innegables tuvieron cualidades ilustres y sus faltas palidecen ante el brillo inmortal de las hazañas que realizaron en la lucha por el progreso social, contra las viejas estructuras caducas, condenadas por la historia”.
Por cierto, cuando Fernando González tiene listos sus manuscritos para la impresión del libro sobre Bolívar (según el constitucionalista Javier Henao Hidrón en su discurso de recepción en la Academia Antioqueña de Historia, Medellín), hace referencia a la dedicatoria al “mayor Santander y al general Páez”, que habría hecho González y al explicar las razones de la misma escribe:
“Porque mientras Bolívar es conciencia continental y, a veces cósmica, Santander y Páez representan conciencias regionales y actitudes egoístas y mezquinas en el escenario de las guerras libertadoras y después en el marco de la Gran Colombia, ideada y forjada por aquél”.
Un escrito que Marx no publicó
De vuelta al juicio marxista contra Simón Bolívar, con el intertítulo Un escrito que Marx no publicó, Gilberto Vieira se pregunta:
¿Cómo es posible que el genio inconmensurable de Carlos Marx escribiera ese artículo, donde no se encuentra un solo concepto profundo que recuerde al forjador de “El Capital”; donde no existe nada semejante al análisis anatómico del autor de “La Miseria de la Filosofía”; donde no hay una línea que recuerde el brillante estilo del XVIII Brumario de Luis Bonaparte?
Está averiguado que se trata de un artículo del joven Marx, que nunca publicó ni revisó y que lealmente no puede ser considerado como el concepto del fundador del socialismo científico sobre Bolívar. El Marx que escribió estas líneas no estaba en condiciones de juzgar acertadamente al Libertador. Porque a mediados del pasado siglo, en Europa se tenía el concepto más confuso y equívoco sobre el gran héroe americano. Los documentos que pudo examinar Marx en la biblioteca del Museo británico, eran fragmentarios y parciales. Circulaban entonces libelos difamatorios contra Bolívar de algunos aventureros expulsados de la Legión Británica. Y se tenía, generalmente, una visión recortada y melancólica del Libertador, la correspondiente a los años declinantes de su vida. Mucho tiempo después del informal artículo de Marx aún podía escribir el argentino Domingo F. Sarmiento: “Bolívar es todavía un cuento forjado con datos ciertos; a Bolívar, al verdadero Bolívar no lo conoce aún el mundo”.
Las críticas al Libertador Simón Bolívar, en aquel entonces, no eran nuevas porque la historia registra las intrigas provenientes del mundo diplomático y político estadounidense, dirigidas a socavar el prestigio y el poder político y militar del prócer americano y de hecho, muchas de esas críticas e intrigas hicieron nido en quienes rodeaban al Libertador.
Gilberto Vieira independientemente de formular reparos a la equivocada visión sobre Bolívar, dejó bien claro que ningún marxista verdadero acudiría a una simple opinión de Marx a los efectos de juzgar a una personalidad histórica y luego añade:
“Ni citará las palabras del maestro como los rabinos las del Talmud. Por el contrario, aplicará el método dialéctico de investigación y de análisis. Situará al personaje en el medio, en la hora y en el marco de las relaciones históricas en que actuó. Y analizará las fuerzas sociales de que fue brazo y verbo. Y estudiará, a su turno, la posible influencia de sus actuaciones individuales sobre la marcha de los acontecimientos”.

(1) Reimpreso en el 2002 por Tribuna Popular de Venezuela y Voz Proletaria, órgano del Partido Comunista de Colombia (a propósito de la Conmemoración de los 150 años de la muerte de Bolívar) y que ahora forma parte de la compilación Bolívar visto por marxistas, hecha por Jerónimo Carrera
(2) Fernando González, escritor, autor de una biografía sobre el Libertador titulada Mi Simón Bolívar

viernes, 10 de abril de 2009

Dos retratos del Libertador Simón Bolívar

El conocimiento que podamos tener de los seres humanos, animales y de las cosas que nos rodean, podría parecer semejante si las miradas fuesen echadas desde un solo ángulo y aún así son diferentes, de allí ese refrán que dice que entre gustos y colores no han escrito los autores.
Tal apreciación, por llamarla de una manera, la podemos conseguir cuando son hechas, dos exposiciones sobre el perfil de una persona. En “El libro de oro de Bolívar”, escrito por Cornelio Hispano, seudónimo del poeta colombiano Ismael López, fallecido en 1962, hallamos dos opiniones acerca de quien era El Libertador Simón Bolívar o al menos de cómo era visto este notable guerrero y estadista.

Simón Bolívar visto por G. Miller
Cornelio Hispano señala que el general Guillermo Miller fue soldado de Wellington, de San Martín, de Sucre y de Bolívar y fue calificado de héroe de Junín y en Ayacucho, y comandante general del Potosí, en el tiempo de la entrada triunfal del Libertador.
El retrato que hizo de su jefe Bolívar fue el que describió el poeta Hispano:
"El general Bolívar es delgado y algo menos de regular estatura. Se viste bien y tiene un modo de andar y presentarse franco y militar. Es jinete muy fuerte y atrevido y capaz de resistir grandes fatigas. Sus maneras son buenas y su aire sin afectación, pero que no predispone mucho en su favor. Se dice que en su juventud fue de bella figura, pero actualmente es de rostro pálido, pelo negro con canas y ojos negros y penetrantes, pero generalmente inclinados a tierra o de lado cuando habla(His eyes are dark and penetrating, but generally downcast, or turned askance, when he speakes); nariz bien formada, frente alta y ancha y barba afilada; la expresión de su semblante es cautelosa, triste y algunas veces de fiereza(The expression of the countenenceis care-worn, lowering, and sometimos, rather fierce). Su carácter, viciado por la adulación es arrogante y caprichoso. Sus opiniones con respecto a los hombres y a las cosas son variable y tiene casi una propensión a insultar; pero favorece demasiado a los que se le humillan y con éstos no guarda ningún resentimiento".

"Es un apasionado admirador del bello sexo, pero extremadamente celoso. Tiene adición a valsar y es muy ligero, pero no baila congracia. Su imaginación y su persona son de una actividad maravillosa; cuando no está en movimiento, está siempre leyendo, dictando cartas, etc., o hablando. Su voz es gruesa y áspera, pero habla elocuentemente en casi todas las materias. Su lectura la ha dedicado casi exclusivamente a autores franceses, y de ella provienen los galicismos que tan comúnmente emplea en sus escritos; escribe de un modo que hace impresión, pero su estilo está viciado por una afectación de grandeza que desagrada. Hablando tan bien y fácilmente como lo hace, no es de extrañar que prefiera escucharse a si mismo, que oír a los demás y que mantenga la conversación en las sociedades que recibe. Da grandes convites, y no hay nadie que tenga cocineros más hábiles que él ni nadie que de mejores comidas; pero es tan parco en comer y beber, que rara vez ocupa su puesto en su propia mesa hasta que casi se ha acabado de comer, habiendo antes probablemente en privado uno o dos platos simples. Es muy aficionado a los brindis, los cuales anuncia del modo más elocuente y adecuado, y es tan grande su entusiasmo, que frecuentemente se sube a la silla o a la mesa para pronunciarlos. Aunque el cigarro es de uso corriente en América del Sur, Bolívar no fuma y no permite fumar en su presencia. Nunca está ni se presenta sin la comitiva correspondiente y guarda una gran etiqueta; y aunque desinteresado en extremo en lo concerniente a asuntos pecuniarios, es insaciablemente codicioso de gloria".
El Libertador visto por Herderson
El poeta colombiano Cornelio Hispano incluye otro perfil de Simón Bolívar, esta vez de otro extranjero en aquellos tiempos en que el Libertador se encontraba por El Tequendama. Es la opinión del Cónsul general de la Gran Bretaña en Colombia, Mr. Herderson, en nota al canciller Carning, de 28 de noviembre de 1826:
"La estatura del general Bolívar no es tan pequeña como generalmente se dice. Es delgado, pero tiene las mas finas proporciones. Su tez es ahora obscura a causa de su vida pasada a la intemperie. Cuando no habla, su semblante toma el tinte de la melancolía. Su pelo es negro, ligeramente rizado y tan bien dispuesto por la Naturaleza, que deja despejada su ancha frente. Ojos obscuros y vivos. Nariz romana. Boca notablemente bella. Barba más bien puntiaguda. Cuando le hablan baja regularmente la vista, circunstancia que permite a su interlocutor hablar sin ser perturbado por la viva penetración de su mirada. Su voz es algo ruda, pero él sabe moderarla haciendo grata la conversación con su franqueza y exquisita amabilidad. Su presencia es distinguida y atrayente, con todos es condescendiente y afable. Cabalga y camina con gracia y baila el vals con animación y elegancia. Tiene la destreza y tacto de un gran orador, llegando en ocasiones hasta la elocuencia. La viveza de su ingenio, ya sea produciéndose en público, ya en conversaciones confidenciales, puede compararse con su decisión y presencia de ánimo como general".
Dos puntos de vista sobre la personalidad de Simón Bolívar para los lectores, aunque en la historia encontraremos los más variados perfiles que han hecho otros seres humanos de este gigante americano.

jueves, 2 de abril de 2009

La emoción de unidad americana


El prólogo escrito al texto “Para nosotros la patria es América”, Bolívar, (*) del reconocido venezolano escritor y autor de Las Lanzas Coloradas, conductor de ese valioso programa que hizo llamado Valores Humanos, Arturo Uslar Pietri, no tiene pérdida.
Unas trece páginas del notable escritor nos conducen hacia la visión de aquellos americanos y su grandeza, que vieron un mundo completamente distinto al existente en aquellos tiempos donde el viejo mundo se desgastaba con sus luchas intestinas.
Escribía Uslar Pietri que “Asombra que aquellos hombres, formados en una tradición estrecha y localista, pudieran alcanzar una concepción tan amplia de la geografía y de su historia. Que no pensaran en términos del lar nativo y de la comarca ancestral, que se abstrajeran de una Europa dividida por los particularismos históricos y las ambiciones nacionales, para concebir un Nuevo Mundo, en una dimensión continental. No pensaban en Venezuela ni en la Nueva Granada. Hasta los nombres los iban a alterar para hacer más patente la presencia de las nuevas posibilidades. Pensaban en términos de masas continentales, de millones de leguas y de millones de hombre, en jurisdicciones políticas dentro de las cuales pudieran nacer y morir los más grandes ríos de la tierra, donde los Andes fueran un accidente geográfico y el Caribe un mar interior. Se sentían unos y los mismos desde el altiplano de México hasta el estuario del Río de la Plata y no concebían, sino como una caída y hasta como una traición, una América dividida en pequeñas y rivales naciones”.
Bastante cerca de los héroes sudamericanos con su pensamiento, el escritor venezolano escribía que “Era la herencia del viejo sueño del Nuevo Mundo que venía fascinador y viviente desde la época misma de la conquista. Era una emoción de unidad y continuidad sobre la que habían caído, como leves y transitorias cicatrices, las demarcaciones administrativas de la Corona. Para los Conquistadores todo era uno y lo mismo. Se iba de Cuba a México como Cortés, de México al Perú como Alvarado, del Río de la Plata a La Florida, como Alvar Núñez, de Lima al Amazonas y a Venezuela como Lope de Aguirre”.
“No pasaban fronteras –se siente el énfasis en la escritura de Uslar Pietri- sino que incorporaban espacios para una misma empresa. Las Indias, el Nuevo Mundo y más tarde América fueron vistas como un todo. Y como un todo se concibió su destino en el alma de los grandes reformadores y utopistas. Cumaná, La Española y Chiapas eran lo mismo para Fray Bartolomé de las Casas. Fue Obispo de los Confines, es decir, del extremo por donde la tierra vieja se prolongaba en la nueva. En el sentido viviente de su lengua la palabra frontera no significaba una raya infranqueable sino una zona abierta para el avance y la incorporación”.
El escritor señaló que España había nacido de una frontera que caminaba hacia el Sur y que el Nuevo Mundo había sido hecho con una frontera abierta, “…como una rosa de los vientos que en cincuenta años abrió todos sus rumbos”.
Y por supuesto, como una cosa depende de la otra, es aquí donde Uslar Pietri remarca ese sello histórico de las tareas de quienes hicieron nuestras patrias a punta de ideas y fuego valeroso:
“La idea de independencia no fue sino una consecuencia de la idea de Mundo Nuevo. Se pensaba en un destino para la inmensa extensión geográfica. No en la suerte peculiar de una provincia. La independencia no podía ser sino una hazaña americana y así la entendieron y la expresaron quienes la concibieron. Los hijos de la Capitanía venezolana fueron de los más visionarios y tenaces de entre ellos, y el primero de todos, el caraqueño Francisco de Miranda, nunca habló sino de América y del Nuevo Mundo como una totalidad indivisible”.
Ciento ochenta y ocho años después, los americanos del sur tienen de nuevo ante si el reto de la unidad. Asediada como siempre por sus enemigos tradicionales, Latinoamérica busca las rutas que le permitan emerger de modo soberano y sin las imposiciones del nefasto colonialismo.

(*)
Para nosotros la patria es América Simón Bolívar
Colección Claves de América
Biblioteca Ayacucho
El libro Popular Latinoamericano
Clave para la Integración