Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



sábado, 28 de febrero de 2009

Persistir en la emancipación



Referirnos a emancipar, lo hacemos en el sentido muy específico de nuestros países de eliminar las trabas que impiden la óptima evolución hacia lo que conocemos como la necesaria integración de sus hombres y mujeres.
En este siglo XXI, el mismo que es sacudido en esta su tierna infancia por un huracán económico que arrasa con las esperanzas, sueños y deseos de millones de ciudadanos, es propicio el momento para recordar al Generalísimo Francisco de Miranda en su lucha por conseguir la ayuda que necesitaba para su proyecto de emancipación de América meridional.
En el interesante libro que la profesora Carmen Bohórquez tradujo al español “Francisco de Miranda Precursor de las independencias de la América Latina”, la también filósofa (Universidad del Zulia), Magíster en Artes y Filosofía (Universidad de Michigan, Estados Unidos) y doctora en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos (Universidad de la Sorbona, Francia), refiere que tanto estadounidenses como ingleses dejaron de prestarle atención a la América española. Y luego comenta:
“En marzo de 1799, Miranda es advertido por su amigo John Turnbull de que Inglaterra no tiene la menor intención de apoyar el proyecto de emancipación de la América Meridional. De inmediato, Miranda le escribe a Pitt (*) solicitando explicaciones y, como último recurso, le advierte que se verá obligado a dar a conocer esta actitud de Inglaterra tanto en la América meridional como en los Estados Unidos. De esta manera, continúa diciendo, serán los ingleses los que carguen con la responsabilidad de haber dejado que las colonias americanas se conviertan en presas fáciles de los propósitos expansionistas franceses. A pesar de que Miranda firma la carta como Agente de las colonias hispanoamericanas, el silencio sigue siendo la única respuesta de Pitt. Es entonces cuando comienza a pensar que la emancipación sólo será posible a partir del esfuerzo de los propios sudamericanos:
“Si nosotros podemos obrar sin amigos, avísemelo V, cuanto antes, que más vale ganar algo por sí solo que perderlo todo por aguardar el socorro de gentes indolentes y egoístas que no miran nuestros asuntos con aquel interés que es debido y que conviene realmente a ambas partes”.
Esas palabras de Francisco de Miranda (escritas a Pedro Caro en marzo de 1799), nos permiten colocar en relieve, en estos momentos, lo que es una realidad que impregna a todos los millones de ciudadanos de nuestra América Latina porque, a nuestro entender, nada, absolutamente nada, debemos esperar de quienes han tenido exclusivos intereses económicos en nuestras naciones y apenas nos han visto como simple mercado.
¿En qué época estamos? Pues en la de vincularnos más cada día, en la de complementarnos, en el tiempo de apoyarnos unos a otros en los más variados proyectos de nuestras naciones, en educarnos, diseñar y construir conjuntamente y para bien de nuestros hombres y mujeres.

(*)William Pitt, manejó la política inglesa

miércoles, 25 de febrero de 2009

¡Hay gloria latinoamericana!


Mientras recuperamos la conciencia latinoamericana, esa misma sembrada por Francisco de Miranda, Bolívar, Simón Rodríguez, y ese importante grupo de héroes que decidió morir por la libertad de la América sudamericana, no deberíamos olvidar quienes están al lado nuestro.
Los venezolanos no pueden desconocer que fueron parte de la Gran Colombia, asunto que no deben ignorar los granadinos. Y los ecuatorianos tampoco podrán sepultar en el olvido que son hijos de la sangre del Libertador y aunque los peruanos, o sus dirigentes, mascullen los viejos odios de algunos sujetos del Perú, jamás podrán negar que son hijos de la espada de los libertadores venezolanos. ¿Qué podrían decir los bolivianos, hijos de la república creada por el Libertador? ¿Son las antillas, ese Caribe, ajenos a la realidad de Latinoamérica?
Latinoamérica está más llena de gloria que ningún otro continente. Sola en una gran nación como Sudamérica, de la cual formamos parte, podrían ocurrir las transformaciones que la humanidad necesita para subsistir, para continuar legando.
En este tiempo de crisis, no generado por los latinoamericanos, todavía insisten las organizaciones mundiales en que nosotros deberíamos apoyar la recuperación de la economía global y hasta llegan a la insensatez de hablar del poco crecimiento que tendrá nuestro continente sudamericano y que los organismos mundiales están a la disposición para darnos créditos a nuestros países.
En realidad, es barata y triste la argumentación de esos organismos mundiales y de los mismos países desarrollados.
El planteamiento que hacemos en esta actualidad crítica y latinoamericana es más sencillo que la contaminación de los países industrializados:
-Todos nuestros países deben dirigir sus objetivos nacionales a formar sus recursos nacionales, erradicar el analfabetismo, incrementar la educación superior especializada, proteger a las personas con capacidades especiales, seguir vigilando a los inversores bancarios, prestarse y complementarse entre los países y no caer en la trampa del fondo monetario internacional ni en la del banco mundial que ya comenzaron a ofrecer créditos a nuestros países sin que se los estemos pidiendo. Simplemente, sueñan en endeudarnos.
Si las naciones latinoamericanas comienzan a encontrarse, a verse, identificarse y a complementarse, será el comienzo de la gran transformación de los países del sur de América, ajena a los organismos que no dejan a un lado la intención de seguir viéndonos como esclavos propios del patio trasero, a quienes se les debe esquilmar de manera permanente. Nada de esta opinión tiene que ver con el comportamiento mayoritario de la gente que es buena, pero una cosa es cierta, los sudamericanos no necesitan de los organismos internacionales para progresar, pues tienen suficientes recursos humanos para producir soluciones a sus dificultades y, de paso, para mejorar a los demás.

martes, 24 de febrero de 2009

Decir Bolívar, es decir Miranda



La incompleta frase corresponde al ensayista Raúl Valdés Vivó, en su obra “Las dos vidas de Bolívar” (*), tomos en los que ofrece la historia de la independencia de Venezuela, a través del Libertador y su ideario. Y escribí antes que es una frase incompleta la que acreditamos al título, por la sencilla y simple razón de que Valdés lo que señala es que “Decir Bolívar es decir, después de Rodríguez, Miranda.
Se refiere así el también dramaturgo y periodista al querer destacar la importancia del Generalísimo, indicando que con certeza, Francisco de Miranda requiere “ser ubicado dentro de la resistencia de nuestros pueblos que duró los tres siglos malditos señalados por el Libertador. Surge de ella cuando la invasión de Napoleón a España y Portugal colocó todo a debate”.
Apuntala al genio de Miranda y escribe que su mérito fue doble: “Ser el Precursor y sentir que Venezuela era apenas como la habitación de la casa en que se nace”.
Imaginamos que ese mismo pensamiento fue asimilado por Simón Bolívar. Esta lista de héroes, de la que también forman parte Antonio José de Sucre, San Martín, Artigas y otros luchadores, parece haber estado impregnada por esa fragancia de amor al terruño en el que nacieron estos notables hombres y ello pareciera ser así, al revisar lo que escribe Valdés Vivó en el capítulo en el que hace referencia a Nuestra América y Miranda.
“La resistencia comenzó a brotar lentamente –escribe el intelectual-, entre los criollos sudamericanos que se sentían abrumados por su posición legal y real desventajosa frente a los españoles nacidos en la Península y las Islas Canarias. Con persistencia habían ido formando una elite económica y social, la cual acumulaba, al aproximarse el siglo XIX, grandes capitales en el comercio, la minería y la posesión de tierras, incrementándolos por medio de matrimonios ventajosos. No les faltaba determinada influencia política de índole local ni figuras intelectuales”.
Recordamos, en estos instantes, a una apreciada profesora de Historia de Venezuela, Manuela Sosa, quien también fue Directora de la Escuela Normal Gran Colombia y del Centro de Orientación Pedagógica, Andrés Eloy Blanco, quien en clases solía decir que la guerra de independencia, inicialmente, respondía a intereses económicos.
Continúa el ensayista Valdés Vivó y considera que los elementos ideológicos fundamentales que los historiadores suelen examinar “como conducentes al pensar pro independencia en Sudamérica, que estalla con la irrupción de Napoleón, son al menos cinco. Miranda es tal vez, el único directamente relacionado con todos ellos”. Y luego pasa a describirlos:
-Primero. La concepción patrimonial del Estado.
Proviene ella de que las Indias estaban vinculadas a España a través de la persona de su monarca. Las abdicaciones forzadas de Carlos IV y Fernando VII en 1808, rompieron la legitimidad establecida e interrumpieron los vínculos existentes entre la corona y los territorios hispanoamericanos, que se vieron en la necesidad de atender a su propio gobierno.
-Segundo. La difusión de doctrinas populistas.
Desde Santo Tomás de Aquino hasta el español Francisco Suárez, la tradición escolástica había mantenido la teoría de que la soberanía revierte al pueblo cuando falta la figura del rey. Esta doctrina de la soberanía popular, vigente en España, como se hablaba en Cádiz, debió de influir en los independentistas tanto como las emanadas del pensamiento francés ilustrado del siglo XVIII.
-Tercero. La labor de los jesuitas.
Las críticas dirigidas por los miembros de la Compañía de Jesús a la actuación española en América después de su expulsión de España en 1767, plasmadas en abundantes publicaciones, tuvieron gran importancia en la generación de un clima de oposición al gobierno español en la naciente oligarquía criolla.
-Cuatro. Las enseñanzas impartidas por pensadores iluministas.
Miranda fue un hombre del iluminismo, y afianzó sus ideas al tomar la carrera militar.
Los postulados de esa grandiosa corriente opuesta a la pereza mental del feudalismo, aparecían en libros, periódicos europeos, clases de profesores universitarios, academias literarias, sociedades económicas.
-Quinto. La difusión de ideas liberales y revolucionarias por la masonería.
A Miranda se asocia la Logia Lautaro, francmasónica, que ayudó a formar ideológicamente a José de San Martín y otros muchos hombres de la revolución de Mayo en el sur del Continente.
Cita Valdés Vivó que, en el caso de Bolívar, el camino tiene un apellido: Rodríguez (Simón, su Maestro, conocido también como Samuel Robinson). Además, el escritor dice que en lo que concierne a México, ésta nación “encontró sus semillas entre los curas de aldeas, como Hidalgo y Morelos” y sentencia que el detonante de todas esas cargas explosivas fue Napoleón, porque su accionar contra españoles y portugueses “dio el dilema que Lenin fundamento: ni los de arriba ni los de abajo pueden seguir viviendo como antes.
Para este ensayista, “La experiencia vital y las luces de Miranda le dieron el privilegio de imitar a Colón en la búsqueda de nuevos caminos”.

(*) VALDÉS VIVÓ Raúl
Las dos vidas de Bolívar
Fundación Editorial El perro y la rana

lunes, 16 de febrero de 2009

La política y los malos políticos


La agenda de los pueblos indudablemente que está relacionada con la política, lamentablemente y de manera muy seguida, con políticas erradas de individuos que agreden a la ciudadanía, como los codiciosos y corruptos aprendices de políticos. Hay una historia bastante larga en esta parte del continente americano que habla de ello, aunque no todo se pierde en el vacío.
Simón Rodríguez, por ejemplo, sostenía que los hombres como agentes de la naturaleza se les permitían errar, con la finalidad de que la experiencia que adquirieran les permitiera corregir y de hecho los hombres se corrigen.
Nos referíamos al hecho político del hombre, porque es ese hacer de los individuos los que aportan a las sociedades. En ocasiones su hacer es elevado y tiende el manto de su genio sobre los demás, como ocurrió con El Libertador Simón Bolívar, que se mantuvo fiel a su idea de predicar e intentar construir una sola nación entre nosotros. De hecho, como político tenía una visión del hombre en los momentos de crisis.
En el Diario de Bucaramanga (Vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar) Luis Perú de Lacroix, recoge en 1828 una serie de testimonios muy personales del héroe, de sus propias palabras. El día 20 de mayo, por ejemplo, Lacroix escribe:
“Después de haber almorzado el Libertador hizo leer varias cartas particulares que deben ir pa. Bogota, Quito y Caracas, al Jral. Soublette, diciéndole que los oficios de que le había hablado deben expresar las mismas cosas. Ellas hablan del estado de crisis en que se halla la República; del esfuerzo de los males intencionados para trastornar el orden, pervertir la moral y seducir las tropas; de la vijilancia que debe ejercitarse; del cuido de la disciplina y de la necesidad de no dejar en los cuerpos jefes y oficiales de mala conducta y principios: de alejar los sospechosos y sostener el moral de las tropas. Quedado solo con el Libertador continuó hablando sobre el contenido de sus cartas, diciendo que las recomendaciones que hacía eran casi inútiles con ciertos jefes, que era lo mismo como predicar en el desierto: que punto á buena moral era muy difícil darla al que no la tiene, y exijir de estos que vigilan la de otros.. Atribuyó S.E. la depravación moral que hay en el país á la mala educación, á la falta de luces, y á la pasión del juego que dice ser general en Colombia”.
El párrafo anterior nos ilustra de manera muy expresiva, lo que hablamos en la introducción de estas líneas. La sociedad es un crisol político –y no de políticos- en donde hay personas educadas que entienden el hecho político, es decir, ese modo de hacer las cosas del hombre en la civilización que le es pertinente porque ha aprendido una manera de hacer las cosas, tiene una visión sobre el particular. Pero de la misma forma, están los que no han captado el conocimiento de las cosas y entonces apelan a lo más fácil de la vida y a preocuparse exclusivamente por ellos, es decir, son seres frágiles cuya balanza de vida les hace inclinarse por la corrupción, la desidia, el vivir de modo inmoral. Y luego escribe Lacroix:
“La mala educación, dice, apaga todo sentimiento de honor de delicadeza y de dignidad; facilita el contagio de las malas costumbres y de todos los vicios: la falta de luces perpetua la inmoralidad, hace que el hombre se adelante cada día más sobre el camino de los vicios en lugar de salir de el para ponerse sobre el de la virtud y el honor: el juego aumenta las necesidades, corrompe al hombre de bien: es causa de muchos robos, de seducciones de traiciones y de asesinatos porque el jugador para haber dinero, para satisfacer su pasión, es capaz de todo”.
Este tipo de realidades, de todos los días, es el que tenemos que ver y analizar y discutir todos los latinoamericanos. Si hay políticas y buenos políticos, pero también han existido y existen los que no favorecen a las sociedades latinoamericanas y por eso debemos estar en permanente debate público de las ideas que son nuestras, de nuestro patio y tienen que ver en exclusiva con nosotros. Hacia allá debemos ir los latinoamericanos.

martes, 10 de febrero de 2009

El periodismo que necesitamos


En junio de 1976, el periodista y profesor Federico Álvarez, natural del estado Lara, Venezuela, a propósito de su intervención en el Concejo Municipal del Distrito Simón Rodríguez, en El Tigre, estado oriental Anzoátegui, expresaba que “Nos estamos preguntando ya, para qué va a servir el Colegio Nacional de Periodistas. Y existen, por supuesto, respuestas formales, cómodas, que permiten salir del paso y tranquilizar un tanto la conciencia. El Colegio, se dice, servirá para que la profesión sea ejercida por los verdaderos periodistas, para erradicar la piratería. Y así debe ser. O bien se afirma que el Colegio establecerá las bases para la dignificación económica social de los profesionales de la prensa, sometidos durante muchos años a condiciones de vida y de trabajo casi humillantes. Y esta debe ser una reivindicación prioritaria, sobre todo en la provincia venezolana, donde las situaciones especiales en que se ejerce la profesión agudizan las discriminaciones y las injusticias”.
Se desprenden de sus palabras, las inquietudes que tenía el reconocido profesor de la Universidad Central de Venezuela, UCV, acerca del futuro del Colegio de los periodistas de Venezuela.
Cierto como él dijo, habían respuestas formales y cómodas como para tranquilizar las conciencias. Y si bien reconocía la realidad de los asalariados periodistas –y estuvo siempre a favor de las mejoras socioeconómicas- Federico Álvarez reiteró en aquella ocasión, en la que daba su discurso en la población de El Tigre, en el oriente venezolano, a propósito de la celebración del Día del Periodista, que el Colegio no se podía reducir simplemente a eso, es decir, a evitar la piratería y a mejorar las condiciones socioeconómicas de los agremiados.
Pluma incorruptible, como lo calificó Ramón Carrasco Mata, Primer Vice-Presidente del Concejo Municipal del Distrito Simón Rodríguez, el académico consideraba que “Un profesional que lo deriva todo de su contacto con la vida real, como es el periodista, no puede olvidar su condición de servidor público. Por eso, al lado de las justas reclamaciones de tipo gremial, debe reflexionar diariamente acerca de sus compromisos con el público y preguntarse: ¿Es útil a la sociedad el trabajo que realizo? ¿Sirve a los intereses colectivos el esfuerzo cotidiano en la búsqueda y tratamiento de la información? ¿Deriva la comunidad donde trabajo algún beneficio de las cosas que escribo y publico? Y es allí, justamente, en esas interrogantes relacionadas con la esencia existencial del periodista donde radican las dudas que emanan de la función del naciente Colegio”.
Trató en aquella oportunidad esa deshumanización que parece ligada a las carreras universitarias y no dejó por fuera a la formación de los periodistas que van a las Escuelas de Comunicación Social, que también son acosados por esa realidad. Al respecto decía:
“Quienes estudian periodismo no son la excepción, sobre todo desde el momento en que dejaron de llamarse tales para denominarse comunicadores sociales, nombre mucho menos obligante porque carece de tradición y de estirpe”.
También en su discurso recordó que, por la misma época, el tema había sido discutido en el Primer Congreso Latinoamericano de Periodistas sobre la función de las escuelas, donde participó activamente (en Ciudad de México) y habían llegado a la conclusión (hace 33 años), que “… con todos los avances que han registrado (las Escuelas), no están formando profesionales idóneos para responder a las necesidades de los pueblos latinoamericanos”.
Duro en sus juicios sobre la formación del periodista, Álvarez refirió entonces que, “Entiéndase bien. No se trata de señalar deficiencias técnicas, ni mucho menos malformaciones de tipo cultural. Se trata de algo más complejo. Estos pueblos (se refería a los latinoamericanos) tienen una realidad muy concreta. Son pueblos atrasados, que dependen del extranjero en muchas esferas vitales de de su desenvolvimiento, entre ellas la esfera de las comunicaciones. No basta entonces formar un periodista que sea capaz de conseguir y redactar una noticia, sino de uno que sepa cuál es la noticia y cuál el tratamiento que más conviene a nuestros pueblos. Proponíamos, entonces, que nuestras Escuelas deben propender a la formación de un profesional que esté dotado de de un nivel de preparación técnica muy elevado; pero que, al mismo tiempo, llene otros cuatros requisitos, fundamentales a nuestro juicio: una sólida formación cultural, que le permita distinguir con claridad cuáles son los verdaderos valores de la humanidad contemporánea, en un tiempo de enormes confusiones; una amplia formación ideológica que lo capacite para conocer cuáles son las corrientes de pensamiento que se mueven en el mundo actual y que lo aleje de sectarismos dogmáticos, porque un periodista debe ser abierto a todas las ideas, hombre respetuoso de todas las creencias; una acrisolada conciencia nacional que lo lleve a defender con pasión, con racionalidad los intereses del país, sin recurrir a chovinismos; y por último, una categórica definición gremial, que el periodista sepa que es un asalariado, que no es ese ente intelectual sin vinculaciones clasistas a que lo quieren reducir los patronos para someterlo con mayor facilidad a sus designios”.
Las opiniones del recordado docente venezolano Federico Álvarez, hoy día, están vigentes y tienen validez en todas las naciones de esta Latinoamérica pujante. Su convicción acerca de la preparación de los periodistas es actual, porque mucho del daño que están recibiendo las diversas naciones de este sureño continente, tienen que ver con la escasa formación de los actuales periodistas, sus carencias ideológicas y culturales así como la real y poca identificación con sus países y un fuerte padecimiento de lo que conocemos como transculturación, lo que debe ser corregido antes de que continúen haciendo más daño del que han sido causantes al ser utilizados por intereses ajenos a sus naciones.

lunes, 9 de febrero de 2009

Solo la educación nos transformará


De lo que no cabe la menor duda en Latinoamérica, es que sus nacionales deben reflexionar y actuar con profundidad y lo más pronto posible, en transformar a sus ciudadanos, revolucionarlos, a través de la educación.
Hemos podido apreciar los avances que la educación puede generar para todas las sociedades latinoamericanas, sin distingo alguno de raza, religión o economía. La educación, que es una derivación del hecho cultural tiene la virtud más grande que podamos apreciar entre las herramientas sociales con que cuenta el hombre. Ella es capaz de producir cambios en el individuo, quien a su vez queda capacitado como un nuevo operador cultural y con la capacidad de convertirse en un ente multiplicador que genera a su vez nuevos cambios.
La educación, como instrumento cultural de transformación, no puede ni debe seguir siendo vista entre nuestros pueblos como una obligación de los gobiernos que han venido turnándose en nuestras tierras ni como la formación de una hilera de apretadores de tuercas o envasadores de pollos en una industria alimenticia.
La educación es un compromiso con la vida y hacia allá deben ser dirigidos todos los esfuerzos de los gobernantes. ¿Qué sentido tiene la planificación gubernamental si ella no está dirigida a provocar los cambios que permitan la transformación social de los hombres y mujeres de las naciones?
Si revisamos lo que algunos denominan el estatus de nuestras vidas, nos encontramos con desaforadas conductas promovidas en el hombre y la mujer con una sola finalidad: el consumo devastador.
Si, porque el exagerado consumismo en el que los medios de incomunicación social han sumergido a los ciudadanos de este sureño continente, generan a su vez drásticas y terribles intervenciones de las empresas transnacionales en las economías de nuestras naciones, golpeando con precisión alevosa al ambiente que la naturaleza sabiamente diseñó.
Los daños en esta parte del mundo son altamente peligrosos porque es aquí donde está el pulmón vegetal que permite que aún los terrícolas podamos vivir, pese a las grandes desgracias que hemos estado viendo en los últimos años, a causa de la agresión que ha recibido la capa de ozono y que a su vez genera tremendas dificultades en nuestras tierras. ¿Son acaso secretos los desbordamientos de los ríos, las tormentas, esas temporadas en las que en muchas zonas aparecen terribles incendios con daños a nuestros ecosistemas?
Entonces, de lo que se trata es de corregir esos entuertos que tantos daños nos han hecho y aún lo siguen haciendo, pero esa corrección será sólo posible cuando reflexionemos, profundicemos en el estudio y concretemos mejores vías para educar a los ciudadanos. Es lo que único que realmente permitirá la transformación de las sociedades de este continente.