Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 17 de febrero de 2013

Privilegios del poder y el dinero, desde el Vaticano






 
En un trabajo titulado “Bolívar y la Iglesia”, que escribe Jorge Mier Hoffman, nos comenta que “La sociedad caraqueña estaba inmersa en una religiosidad exacerbada, impuesta desde el Vaticano bajo el siguiente principio papal:
“Los frailes son los aliados inseparables de la oligarquía y voceros de la monarquía en el Nuevo Mundo, porque sobre la fe católica reposa la fuerza mística del rey por la gracia de Dios, de suerte que los privilegios del poder y del dinero, estaban seguros bajo la guardia del Vaticano, como fiel defensor de la monarquía europea”
Y además, Mier Hoffman (escritor de unos 15 libros sobre historia) nos recuerda quePara el momento en que nació el futuro Libertador, Venezuela estaba sometida al imperio inexorable de la iglesia católica y a los designios del Vaticano, donde los templos, conventos y seminarios e iglesias, se construían preferentemente a los hospitales, escuelas públicas y teatros que carecía la capital de la Provincia, y de esta forma los jesuitas reclutaban los misioneros que demandaba la colonia en todo el continente…”.
Hemos apelado a estos párrafos para introducirnos en un tema bastante interesante publicado en el 2007 por el licenciado en Educación (1984), mención Teología de la Corporación Universitaria Adventista, Jonás Flores, así como también graduado en Educación en la Universidad Simón Rodríguez (1993) y Magíster en Historia de Venezuela por la Universidad de Carabobo con mención honorífica a su trabajo de grado titulado “El problema de la libertad de cultos en el período 1810-1834 y sus incidencias en la consolidación del Estado venezolano”. 
¿Qué publicó Flores?  
Con el sello de la Fundación Editorial  El perro y la rana, publicó en la colección Cada día un Libro, el tema “Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela”, y precisamente aborda asuntos tan interesantes que no podemos obviar, como cuando comenta al final de la página 30 lo siguiente:
LA RELIGIÓN QUE HEREDÓ EL NUEVO MUNDO NO FUE LA DE JESUCRISTO
“Lamentablemente la religión heredada en el Nuevo Mundo bajo el imperialismo español no fue la religión de  Jesucristo; por cuanto  no armoniza con su carácter  las costumbres  bélicas, la violencia política, ni mucho menos el fanatismo  y la inclinación a la intolerancia o la anarquía de los terratenientes quienes despojaron a los aborígenes de sus tierras, situación lamentable que empaña profundamente a nuestra historia”.
Hoy en Venezuela sucede una situación extraña de la Iglesia ante lo que hace el Estado:
La revolución bolivariana ha rescatado tierras ilegales, abandonadas sin desarrollar y las está entregando a los campesinos además de darles insumos, equipos, orientación técnica y créditos, pero un sector de la iglesia católica no está de acuerdo con esa política y se opone a la revolución, pese a haber entregado más de 2 millones de hectáreas. Pero sigamos con el trabajo de Jonás Flores.
¿NO TENDRÍA NADA QUE VER LA IGLESIA?
Escribe nuestro autor que luego de caer la Primera República, Simón Bolívar, “desde Cartagena de Indias en 1812 en su famoso Manifiesto trata de buscar las causas de tan nefasto hecho”. Refiere que las inquietudes del guerrero llegan hasta nuestros días: ¿No tendría nada que ver la Santa Madre Iglesia? Le horroriza al libertador –sigue Jonás- la posición de la Iglesia católica incluyendo en tan valioso documento las siguientes palabras:
Es muy probable que al expirar la Península, haya una prodigiosa emigración de hombres de todas clases, y particularmente  de cardenales, arzobispos, obispos, canónigos y clérigos revolucionarios  capaces de subvertir, no sólo nuestros tiernos y lánguidos Estados, sino de envolver al Nuevo Mundo entero en una espantosa anarquía. La influencia religiosa, el imperio de la dominación civil y militar, y cuantos prestigios puedan obrar sobre el espíritu humano, serán otros tantos instrumentos que se valdrán para someter estas regiones.
Continúa en su investigación el educador Flores y considera que “Sería una falta de honestidad atribuirle sólo a la Iglesia toda la responsabilidad en la caída de la Primera República; sin embargo en el análisis de Bolívar en cuanto a las causas probables de la caída de la Primera República en este famoso manifiesto, explica en qué sentido el clero fue el responsable de este hecho.    
Seguimos en la misma publicación de Jonás Flores y en el mismo tópico de la caída de la Primera República y de esa inquietud de Simón Bolívar de averiguar, conocer sus posibles causas. No deja este autor de ignorar el terremoto del 26 de marzo de 1812 que “pudo producir una impresión desfavorable en los espíritus supersticiosos e ignorantes, quienes gracias a la influencia del clero, aseveraban que dicho terremoto era un castigo de Dios por haberse sublevado contra Fernando VII. Para mayor estigma, la destitución del capitán general Vicente Emparan había ocurrido un Jueves Santo del 19 de abril de 1810, y precisamente este terremoto ocurrió un Jueves Santo de 1812”.  
Escribe Jonás Flores, al hacer referencia a Arístides Rojas (1891) en sus Leyendas históricas de Venezuela “que los fanático bajo el dominio del clero lanzaban sus consignas diciendo: “en Jueves Santo lo hicieron, en Jueves Santo lo pagaron”. De una hoja suelta,  impresa en el taller caraqueño de Juan Baillío en abril de 1812, titulada El terremoto: ¿castigo de Dios?, dirigida a los militares de Caracas, se argumentan una serie de razones para no creer en el fanatismo popular alentado por el clero y se reflexiona de la siguiente manera:       
¿Qué rey había desconocido Caracas, cuando en el año 1641 fue destruida por otro terremoto en términos que repensó trasladar la ciudad al sitio de Sabana Grande, y vinieron de Canarias cuarenta familias lo que había despoblado aquel meteoro? ¿Qué rey había desconocido ela misma cuando el 21 de octubre de 1766 sufrió muchos estragos  por la misma causa? ¿No estaba Caracas en estas épocas humillada a los monarcas de España? Lima, Acapulco, Guatemala y otros pueblos de América, ¿no han sido también anonadados y destruidos por los temblores de tierra bajo el imperio de los reyes? ¿Lisboa no pereció con igual motivo adorando al monarca de Portugal? Pues si han perecido tantos pueblos que reconocía a los reyes, ¿cómo puede hacerse creer que e3l desconocimiento  de éstos h sido la causa del terremoto que hemos sufrido? (De una hoja suelta, impresa en el taller caraqueño de Juan Baillío en abril de 1812. Se conserva en el archivo del Libertador, volumen 68, folio3)  
VALIÉNDOSE DE LA SUPERSTICIÓN Y EL ENGAÑO
Jonás Flores narra que el anterior “extracto documental es otra evidencia de  cómo el poder político de religiosos a lo argo de los siglos, se había valido de la superstición y el engaño para cauterizar  las conciencias. El ser humano apegado por naturaleza lo trascendente, admirando lo inexplicable y lo que no se ve, ha sido víctima de cuantas fábulas, especulaciones y tradiciones inventadas por los maestros de la religión, sometiendo a ser humano a sus intereses y teorías. Y es que el terremoto de 1812  es solo un hecho aislado en la historia venezolana de cómo el clero se ha valido de estos instrumentos para preservar su infalible religión, porque pareciera que el fin justificara los medios, aunque se violen los preceptos más sagrados”.
No hay que ir muy lejos para decir que, desde entonces, la iglesia católica nada ha cambiado. Con unas cuantas variaciones se ha comportado igual en las naciones latinoamericanas y en el mundo entero. Las agresiones del clero venezolano contra la revolución bolivariana están registradas así como las crisis del Vaticano.  Hoy día renuncia un Papa y entre las razones finales, de un informe elaborado por tres cardenales, Eduardo Febres, en Página 12, escribe lo siguiente:
“El Vaticano era un nido de hienas enardecidas, un pugilato sin límites ni moral alguna donde la curia hambrienta de poder fomentaba delaciones, traiciones, zancadillas, lavado de dinero, operaciones de Inteligencia para mantener sus prerrogativas y privilegios al frente de las instituciones religiosas y financieras. Muy lejos del cielo y muy cerca de los pecados terrestres. Bajo el mandato de Benedicto XVI, el Vaticano fue uno de los Estados más oscuros del planeta. Josef Ratzinger tuvo el mérito de destapar el inmenso agujero negro de los curas pedófilos, pero no el de modernizar la Iglesia y dar vuelta la página del legado de asuntos turbios que dejó su predecesor, Juan Pablo II”.