Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 10 de febrero de 2009

El periodismo que necesitamos


En junio de 1976, el periodista y profesor Federico Álvarez, natural del estado Lara, Venezuela, a propósito de su intervención en el Concejo Municipal del Distrito Simón Rodríguez, en El Tigre, estado oriental Anzoátegui, expresaba que “Nos estamos preguntando ya, para qué va a servir el Colegio Nacional de Periodistas. Y existen, por supuesto, respuestas formales, cómodas, que permiten salir del paso y tranquilizar un tanto la conciencia. El Colegio, se dice, servirá para que la profesión sea ejercida por los verdaderos periodistas, para erradicar la piratería. Y así debe ser. O bien se afirma que el Colegio establecerá las bases para la dignificación económica social de los profesionales de la prensa, sometidos durante muchos años a condiciones de vida y de trabajo casi humillantes. Y esta debe ser una reivindicación prioritaria, sobre todo en la provincia venezolana, donde las situaciones especiales en que se ejerce la profesión agudizan las discriminaciones y las injusticias”.
Se desprenden de sus palabras, las inquietudes que tenía el reconocido profesor de la Universidad Central de Venezuela, UCV, acerca del futuro del Colegio de los periodistas de Venezuela.
Cierto como él dijo, habían respuestas formales y cómodas como para tranquilizar las conciencias. Y si bien reconocía la realidad de los asalariados periodistas –y estuvo siempre a favor de las mejoras socioeconómicas- Federico Álvarez reiteró en aquella ocasión, en la que daba su discurso en la población de El Tigre, en el oriente venezolano, a propósito de la celebración del Día del Periodista, que el Colegio no se podía reducir simplemente a eso, es decir, a evitar la piratería y a mejorar las condiciones socioeconómicas de los agremiados.
Pluma incorruptible, como lo calificó Ramón Carrasco Mata, Primer Vice-Presidente del Concejo Municipal del Distrito Simón Rodríguez, el académico consideraba que “Un profesional que lo deriva todo de su contacto con la vida real, como es el periodista, no puede olvidar su condición de servidor público. Por eso, al lado de las justas reclamaciones de tipo gremial, debe reflexionar diariamente acerca de sus compromisos con el público y preguntarse: ¿Es útil a la sociedad el trabajo que realizo? ¿Sirve a los intereses colectivos el esfuerzo cotidiano en la búsqueda y tratamiento de la información? ¿Deriva la comunidad donde trabajo algún beneficio de las cosas que escribo y publico? Y es allí, justamente, en esas interrogantes relacionadas con la esencia existencial del periodista donde radican las dudas que emanan de la función del naciente Colegio”.
Trató en aquella oportunidad esa deshumanización que parece ligada a las carreras universitarias y no dejó por fuera a la formación de los periodistas que van a las Escuelas de Comunicación Social, que también son acosados por esa realidad. Al respecto decía:
“Quienes estudian periodismo no son la excepción, sobre todo desde el momento en que dejaron de llamarse tales para denominarse comunicadores sociales, nombre mucho menos obligante porque carece de tradición y de estirpe”.
También en su discurso recordó que, por la misma época, el tema había sido discutido en el Primer Congreso Latinoamericano de Periodistas sobre la función de las escuelas, donde participó activamente (en Ciudad de México) y habían llegado a la conclusión (hace 33 años), que “… con todos los avances que han registrado (las Escuelas), no están formando profesionales idóneos para responder a las necesidades de los pueblos latinoamericanos”.
Duro en sus juicios sobre la formación del periodista, Álvarez refirió entonces que, “Entiéndase bien. No se trata de señalar deficiencias técnicas, ni mucho menos malformaciones de tipo cultural. Se trata de algo más complejo. Estos pueblos (se refería a los latinoamericanos) tienen una realidad muy concreta. Son pueblos atrasados, que dependen del extranjero en muchas esferas vitales de de su desenvolvimiento, entre ellas la esfera de las comunicaciones. No basta entonces formar un periodista que sea capaz de conseguir y redactar una noticia, sino de uno que sepa cuál es la noticia y cuál el tratamiento que más conviene a nuestros pueblos. Proponíamos, entonces, que nuestras Escuelas deben propender a la formación de un profesional que esté dotado de de un nivel de preparación técnica muy elevado; pero que, al mismo tiempo, llene otros cuatros requisitos, fundamentales a nuestro juicio: una sólida formación cultural, que le permita distinguir con claridad cuáles son los verdaderos valores de la humanidad contemporánea, en un tiempo de enormes confusiones; una amplia formación ideológica que lo capacite para conocer cuáles son las corrientes de pensamiento que se mueven en el mundo actual y que lo aleje de sectarismos dogmáticos, porque un periodista debe ser abierto a todas las ideas, hombre respetuoso de todas las creencias; una acrisolada conciencia nacional que lo lleve a defender con pasión, con racionalidad los intereses del país, sin recurrir a chovinismos; y por último, una categórica definición gremial, que el periodista sepa que es un asalariado, que no es ese ente intelectual sin vinculaciones clasistas a que lo quieren reducir los patronos para someterlo con mayor facilidad a sus designios”.
Las opiniones del recordado docente venezolano Federico Álvarez, hoy día, están vigentes y tienen validez en todas las naciones de esta Latinoamérica pujante. Su convicción acerca de la preparación de los periodistas es actual, porque mucho del daño que están recibiendo las diversas naciones de este sureño continente, tienen que ver con la escasa formación de los actuales periodistas, sus carencias ideológicas y culturales así como la real y poca identificación con sus países y un fuerte padecimiento de lo que conocemos como transculturación, lo que debe ser corregido antes de que continúen haciendo más daño del que han sido causantes al ser utilizados por intereses ajenos a sus naciones.

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