La agenda de los pueblos indudablemente que está relacionada con la política, lamentablemente y de manera muy seguida, con políticas erradas de individuos que agreden a la ciudadanía, como los codiciosos y corruptos aprendices de políticos. Hay una historia bastante larga en esta parte del continente americano que habla de ello, aunque no todo se pierde en el vacío.
Simón Rodríguez, por ejemplo, sostenía que los hombres como agentes de la naturaleza se les permitían errar, con la finalidad de que la experiencia que adquirieran les permitiera corregir y de hecho los hombres se corrigen.
Nos referíamos al hecho político del hombre, porque es ese hacer de los individuos los que aportan a las sociedades. En ocasiones su hacer es elevado y tiende el manto de su genio sobre los demás, como ocurrió con El Libertador Simón Bolívar, que se mantuvo fiel a su idea de predicar e intentar construir una sola nación entre nosotros. De hecho, como político tenía una visión del hombre en los momentos de crisis.
En el Diario de Bucaramanga (Vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar) Luis Perú de Lacroix, recoge en 1828 una serie de testimonios muy personales del héroe, de sus propias palabras. El día 20 de mayo, por ejemplo, Lacroix escribe:
“Después de haber almorzado el Libertador hizo leer varias cartas particulares que deben ir pa. Bogota, Quito y Caracas, al Jral. Soublette, diciéndole que los oficios de que le había hablado deben expresar las mismas cosas. Ellas hablan del estado de crisis en que se halla la República; del esfuerzo de los males intencionados para trastornar el orden, pervertir la moral y seducir las tropas; de la vijilancia que debe ejercitarse; del cuido de la disciplina y de la necesidad de no dejar en los cuerpos jefes y oficiales de mala conducta y principios: de alejar los sospechosos y sostener el moral de las tropas. Quedado solo con el Libertador continuó hablando sobre el contenido de sus cartas, diciendo que las recomendaciones que hacía eran casi inútiles con ciertos jefes, que era lo mismo como predicar en el desierto: que punto á buena moral era muy difícil darla al que no la tiene, y exijir de estos que vigilan la de otros.. Atribuyó S.E. la depravación moral que hay en el país á la mala educación, á la falta de luces, y á la pasión del juego que dice ser general en Colombia”.
El párrafo anterior nos ilustra de manera muy expresiva, lo que hablamos en la introducción de estas líneas. La sociedad es un crisol político –y no de políticos- en donde hay personas educadas que entienden el hecho político, es decir, ese modo de hacer las cosas del hombre en la civilización que le es pertinente porque ha aprendido una manera de hacer las cosas, tiene una visión sobre el particular. Pero de la misma forma, están los que no han captado el conocimiento de las cosas y entonces apelan a lo más fácil de la vida y a preocuparse exclusivamente por ellos, es decir, son seres frágiles cuya balanza de vida les hace inclinarse por la corrupción, la desidia, el vivir de modo inmoral. Y luego escribe Lacroix:
“La mala educación, dice, apaga todo sentimiento de honor de delicadeza y de dignidad; facilita el contagio de las malas costumbres y de todos los vicios: la falta de luces perpetua la inmoralidad, hace que el hombre se adelante cada día más sobre el camino de los vicios en lugar de salir de el para ponerse sobre el de la virtud y el honor: el juego aumenta las necesidades, corrompe al hombre de bien: es causa de muchos robos, de seducciones de traiciones y de asesinatos porque el jugador para haber dinero, para satisfacer su pasión, es capaz de todo”.
Este tipo de realidades, de todos los días, es el que tenemos que ver y analizar y discutir todos los latinoamericanos. Si hay políticas y buenos políticos, pero también han existido y existen los que no favorecen a las sociedades latinoamericanas y por eso debemos estar en permanente debate público de las ideas que son nuestras, de nuestro patio y tienen que ver en exclusiva con nosotros. Hacia allá debemos ir los latinoamericanos.
Simón Rodríguez, por ejemplo, sostenía que los hombres como agentes de la naturaleza se les permitían errar, con la finalidad de que la experiencia que adquirieran les permitiera corregir y de hecho los hombres se corrigen.
Nos referíamos al hecho político del hombre, porque es ese hacer de los individuos los que aportan a las sociedades. En ocasiones su hacer es elevado y tiende el manto de su genio sobre los demás, como ocurrió con El Libertador Simón Bolívar, que se mantuvo fiel a su idea de predicar e intentar construir una sola nación entre nosotros. De hecho, como político tenía una visión del hombre en los momentos de crisis.
En el Diario de Bucaramanga (Vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar) Luis Perú de Lacroix, recoge en 1828 una serie de testimonios muy personales del héroe, de sus propias palabras. El día 20 de mayo, por ejemplo, Lacroix escribe:
“Después de haber almorzado el Libertador hizo leer varias cartas particulares que deben ir pa. Bogota, Quito y Caracas, al Jral. Soublette, diciéndole que los oficios de que le había hablado deben expresar las mismas cosas. Ellas hablan del estado de crisis en que se halla la República; del esfuerzo de los males intencionados para trastornar el orden, pervertir la moral y seducir las tropas; de la vijilancia que debe ejercitarse; del cuido de la disciplina y de la necesidad de no dejar en los cuerpos jefes y oficiales de mala conducta y principios: de alejar los sospechosos y sostener el moral de las tropas. Quedado solo con el Libertador continuó hablando sobre el contenido de sus cartas, diciendo que las recomendaciones que hacía eran casi inútiles con ciertos jefes, que era lo mismo como predicar en el desierto: que punto á buena moral era muy difícil darla al que no la tiene, y exijir de estos que vigilan la de otros.. Atribuyó S.E. la depravación moral que hay en el país á la mala educación, á la falta de luces, y á la pasión del juego que dice ser general en Colombia”.
El párrafo anterior nos ilustra de manera muy expresiva, lo que hablamos en la introducción de estas líneas. La sociedad es un crisol político –y no de políticos- en donde hay personas educadas que entienden el hecho político, es decir, ese modo de hacer las cosas del hombre en la civilización que le es pertinente porque ha aprendido una manera de hacer las cosas, tiene una visión sobre el particular. Pero de la misma forma, están los que no han captado el conocimiento de las cosas y entonces apelan a lo más fácil de la vida y a preocuparse exclusivamente por ellos, es decir, son seres frágiles cuya balanza de vida les hace inclinarse por la corrupción, la desidia, el vivir de modo inmoral. Y luego escribe Lacroix:
“La mala educación, dice, apaga todo sentimiento de honor de delicadeza y de dignidad; facilita el contagio de las malas costumbres y de todos los vicios: la falta de luces perpetua la inmoralidad, hace que el hombre se adelante cada día más sobre el camino de los vicios en lugar de salir de el para ponerse sobre el de la virtud y el honor: el juego aumenta las necesidades, corrompe al hombre de bien: es causa de muchos robos, de seducciones de traiciones y de asesinatos porque el jugador para haber dinero, para satisfacer su pasión, es capaz de todo”.
Este tipo de realidades, de todos los días, es el que tenemos que ver y analizar y discutir todos los latinoamericanos. Si hay políticas y buenos políticos, pero también han existido y existen los que no favorecen a las sociedades latinoamericanas y por eso debemos estar en permanente debate público de las ideas que son nuestras, de nuestro patio y tienen que ver en exclusiva con nosotros. Hacia allá debemos ir los latinoamericanos.
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