Mientras recuperamos la conciencia latinoamericana, esa misma sembrada por Francisco de Miranda, Bolívar, Simón Rodríguez, y ese importante grupo de héroes que decidió morir por la libertad de la América sudamericana, no deberíamos olvidar quienes están al lado nuestro.
Los venezolanos no pueden desconocer que fueron parte de la Gran Colombia, asunto que no deben ignorar los granadinos. Y los ecuatorianos tampoco podrán sepultar en el olvido que son hijos de la sangre del Libertador y aunque los peruanos, o sus dirigentes, mascullen los viejos odios de algunos sujetos del Perú, jamás podrán negar que son hijos de la espada de los libertadores venezolanos. ¿Qué podrían decir los bolivianos, hijos de la república creada por el Libertador? ¿Son las antillas, ese Caribe, ajenos a la realidad de Latinoamérica?
Latinoamérica está más llena de gloria que ningún otro continente. Sola en una gran nación como Sudamérica, de la cual formamos parte, podrían ocurrir las transformaciones que la humanidad necesita para subsistir, para continuar legando.
En este tiempo de crisis, no generado por los latinoamericanos, todavía insisten las organizaciones mundiales en que nosotros deberíamos apoyar la recuperación de la economía global y hasta llegan a la insensatez de hablar del poco crecimiento que tendrá nuestro continente sudamericano y que los organismos mundiales están a la disposición para darnos créditos a nuestros países.
En realidad, es barata y triste la argumentación de esos organismos mundiales y de los mismos países desarrollados.
El planteamiento que hacemos en esta actualidad crítica y latinoamericana es más sencillo que la contaminación de los países industrializados:
-Todos nuestros países deben dirigir sus objetivos nacionales a formar sus recursos nacionales, erradicar el analfabetismo, incrementar la educación superior especializada, proteger a las personas con capacidades especiales, seguir vigilando a los inversores bancarios, prestarse y complementarse entre los países y no caer en la trampa del fondo monetario internacional ni en la del banco mundial que ya comenzaron a ofrecer créditos a nuestros países sin que se los estemos pidiendo. Simplemente, sueñan en endeudarnos.
Si las naciones latinoamericanas comienzan a encontrarse, a verse, identificarse y a complementarse, será el comienzo de la gran transformación de los países del sur de América, ajena a los organismos que no dejan a un lado la intención de seguir viéndonos como esclavos propios del patio trasero, a quienes se les debe esquilmar de manera permanente. Nada de esta opinión tiene que ver con el comportamiento mayoritario de la gente que es buena, pero una cosa es cierta, los sudamericanos no necesitan de los organismos internacionales para progresar, pues tienen suficientes recursos humanos para producir soluciones a sus dificultades y, de paso, para mejorar a los demás.
Los venezolanos no pueden desconocer que fueron parte de la Gran Colombia, asunto que no deben ignorar los granadinos. Y los ecuatorianos tampoco podrán sepultar en el olvido que son hijos de la sangre del Libertador y aunque los peruanos, o sus dirigentes, mascullen los viejos odios de algunos sujetos del Perú, jamás podrán negar que son hijos de la espada de los libertadores venezolanos. ¿Qué podrían decir los bolivianos, hijos de la república creada por el Libertador? ¿Son las antillas, ese Caribe, ajenos a la realidad de Latinoamérica?
Latinoamérica está más llena de gloria que ningún otro continente. Sola en una gran nación como Sudamérica, de la cual formamos parte, podrían ocurrir las transformaciones que la humanidad necesita para subsistir, para continuar legando.
En este tiempo de crisis, no generado por los latinoamericanos, todavía insisten las organizaciones mundiales en que nosotros deberíamos apoyar la recuperación de la economía global y hasta llegan a la insensatez de hablar del poco crecimiento que tendrá nuestro continente sudamericano y que los organismos mundiales están a la disposición para darnos créditos a nuestros países.
En realidad, es barata y triste la argumentación de esos organismos mundiales y de los mismos países desarrollados.
El planteamiento que hacemos en esta actualidad crítica y latinoamericana es más sencillo que la contaminación de los países industrializados:
-Todos nuestros países deben dirigir sus objetivos nacionales a formar sus recursos nacionales, erradicar el analfabetismo, incrementar la educación superior especializada, proteger a las personas con capacidades especiales, seguir vigilando a los inversores bancarios, prestarse y complementarse entre los países y no caer en la trampa del fondo monetario internacional ni en la del banco mundial que ya comenzaron a ofrecer créditos a nuestros países sin que se los estemos pidiendo. Simplemente, sueñan en endeudarnos.
Si las naciones latinoamericanas comienzan a encontrarse, a verse, identificarse y a complementarse, será el comienzo de la gran transformación de los países del sur de América, ajena a los organismos que no dejan a un lado la intención de seguir viéndonos como esclavos propios del patio trasero, a quienes se les debe esquilmar de manera permanente. Nada de esta opinión tiene que ver con el comportamiento mayoritario de la gente que es buena, pero una cosa es cierta, los sudamericanos no necesitan de los organismos internacionales para progresar, pues tienen suficientes recursos humanos para producir soluciones a sus dificultades y, de paso, para mejorar a los demás.
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