Referirnos a emancipar, lo hacemos en el sentido muy específico de nuestros países de eliminar las trabas que impiden la óptima evolución hacia lo que conocemos como la necesaria integración de sus hombres y mujeres.
En este siglo XXI, el mismo que es sacudido en esta su tierna infancia por un huracán económico que arrasa con las esperanzas, sueños y deseos de millones de ciudadanos, es propicio el momento para recordar al Generalísimo Francisco de Miranda en su lucha por conseguir la ayuda que necesitaba para su proyecto de emancipación de América meridional.
En el interesante libro que la profesora Carmen Bohórquez tradujo al español “Francisco de Miranda Precursor de las independencias de la América Latina”, la también filósofa (Universidad del Zulia), Magíster en Artes y Filosofía (Universidad de Michigan, Estados Unidos) y doctora en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos (Universidad de la Sorbona, Francia), refiere que tanto estadounidenses como ingleses dejaron de prestarle atención a la América española. Y luego comenta:
“En marzo de 1799, Miranda es advertido por su amigo John Turnbull de que Inglaterra no tiene la menor intención de apoyar el proyecto de emancipación de la América Meridional. De inmediato, Miranda le escribe a Pitt (*) solicitando explicaciones y, como último recurso, le advierte que se verá obligado a dar a conocer esta actitud de Inglaterra tanto en la América meridional como en los Estados Unidos. De esta manera, continúa diciendo, serán los ingleses los que carguen con la responsabilidad de haber dejado que las colonias americanas se conviertan en presas fáciles de los propósitos expansionistas franceses. A pesar de que Miranda firma la carta como Agente de las colonias hispanoamericanas, el silencio sigue siendo la única respuesta de Pitt. Es entonces cuando comienza a pensar que la emancipación sólo será posible a partir del esfuerzo de los propios sudamericanos:
“Si nosotros podemos obrar sin amigos, avísemelo V, cuanto antes, que más vale ganar algo por sí solo que perderlo todo por aguardar el socorro de gentes indolentes y egoístas que no miran nuestros asuntos con aquel interés que es debido y que conviene realmente a ambas partes”.
Esas palabras de Francisco de Miranda (escritas a Pedro Caro en marzo de 1799), nos permiten colocar en relieve, en estos momentos, lo que es una realidad que impregna a todos los millones de ciudadanos de nuestra América Latina porque, a nuestro entender, nada, absolutamente nada, debemos esperar de quienes han tenido exclusivos intereses económicos en nuestras naciones y apenas nos han visto como simple mercado.
¿En qué época estamos? Pues en la de vincularnos más cada día, en la de complementarnos, en el tiempo de apoyarnos unos a otros en los más variados proyectos de nuestras naciones, en educarnos, diseñar y construir conjuntamente y para bien de nuestros hombres y mujeres.
(*)William Pitt, manejó la política inglesa
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