Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 1 de marzo de 2009

El lado oscuro de esa joven democracia de EE.UU.



José Grigulievich Lavretski, historiador de origen lituano, un académico interesado en los asuntos latinoamericanos y quien publicó en 1960 (en idioma ruso), Miranda La vida ilustre del precursor de la independencia de América Latina, (*), nos refiere que este venezolano universal escribió a sus amigos caraqueños desde Estados Unidos, en 1784, contándoles que fue en Nueva York donde había nacido el plan para conquistar “la independencia y la libertad de todo el continente hispanoamericano con la ayuda de Inglaterra, la más interesada en ello en razón de que España fue la primera en dar ejemplo prestando a las colonias inglesas apoyo en su lucha por la independencia”.
Durante el tiempo que estuvo en esa nación del norte de este continente americano, Francisco de Miranda hizo amplias relaciones con los hombres que formaban parte de la revolución norteamericana.
Grigulievich Lavretski narra en su libro que el prócer criollo conoció al General Henry Knox, quien sería ministro de la Guerra, al aristócrata Alejandro Hamilton (uno de los secretarios de George Washington), Tomás Paine, Filósofo rebelde y al Coronel William S. Smith y otros personaje s importante de la época.
Se desprende que, de esas relaciones el joven Coronel habría pensado que la gesta que se emprendería en el sur del continente, contaría con el apoyo de la nueva nación de habla inglesa, pero al poco tiempo se dio cuenta de que no sería de ese modo, ya que habiendo salido la joven nación de una larga confrontación bélica, no estaban en condiciones de enfrascarse de nuevo en otra guerra y esta vez con España. Por supuesto, ello le conduce a pensar que sería Inglaterra de donde vendría la ayuda para lanzarse a independizar a Hispanoamérica.
El escritor narra que “La joven democracia de los Estados Unidos produjo gran impresión en Miranda. Considera positivos aspectos de la misma como la participación de vastas capas de la población en la gestión municipal, la inexistencia de barreras estamentales, lo extendida que está la enseñanza. Todo esto contribuye al rápido desenvolvimiento económico y cultural de la nueva república. Pero también ve claramente el joven caraqueño muchos lados oscuros del nuevo régimen: la prepotencia de la riqueza, la hipocresía religiosa, el culto al negocio. <>
En su libro, el profesor Lavretski dice que una vez en Boston, en una entrevista que sostuvo con Samuel Adams, abogado y político de renombre y luego muy pronto embajador en Londres, Francisco de Miranda lo puso en aprietos con su crítica de la forma de gobierno norteamericana:
<< ¿Cómo es que en vuestro país –le preguntó- la ley proclama la virtud base de la democracia, mientras que en la realidad todo el poder pertenece a la propiedad? La riqueza es la que gobierna aquí, y no la virtud. ¿No perecerá por ello vuestra república? O tomemos vuestra actitud ante la religión. Vuestras leyes consideran la religión asunto privado del ciudadano, la ley no da preferencia a ninguna secta o culto, pero en la práctica únicamente quienes profesan el cristianismo pueden en vuestro país desempeñar cargos de gobierno, ser legisladores. ¿Acaso esto es justo?>>
Según escribe el doctor Lavretski, Adams tuvo que reconocer la razón que asistía a Miranda. Ese encuentro marcó el comienzo de una duradera amistad entre ellos.
Cita el autor del libro sobre Francisco de Miranda, que John Adams, “que sería el segundo presidente de los Estados Unidos, también recibió a Miranda y departió largo y tendido con él acerca de la situación en las colonias españolas. Posteriormente, John Adams escribiría:
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