La filósofa Carmen Bohórquez, en ese interesante investigar de la lógica interna del Generalísimo Francisco de Miranda y de cómo éste lo asumió como su proyecto de vida, nos dice que “Si la participación de la mayor parte de los sudamericanos en el proceso emancipador fue provocada por la dinámica misma de los acontecimientos, todo lo contrario puede decirse de Miranda. Sería verdaderamente difícil encontrar otro que haya estado más consciente de la necesidad de emancipar a las colonias hispanoamericanas, o más comprometido a crear las condiciones necesarias para el éxito de una empresa de esa envergadura. Incluso, podríamos decir que su dedicación fue una escogencia racional, y que las gestiones hechas en el curso de su vida, relacionadas con esta emancipación, parecen obedecer a un plan general establecido desde siempre”.
No es complicado compartir esa visión porque, desde que muchos en este país y en el resto de Sudamérica, hemos tenido conciencia de la existencia de ese héroe y su transitar por el mundo, desde niños lo que hemos leído y escuchado de historiadores y estudiosos de Francisco de Miranda, ha sido eso, es decir, la dedicación de toda su vida por concretar esa visión de la América como una sola nación.
Quizá haya sido todo un plan –como escribe la profesora Carmen L. Bohórquez Morán en el libro Francisco de Miranda Precursor de las independencias de la América Latina- y lo haya pensado desde el mismo momento en que el poder español en estas tierras haya desconocido o ignorado el rol de su padre como Capitán. Eso no lo sabemos, pero en circunstancias en las que se es víctima de una injusticia disímiles elaboraciones ocurren en las mentes de los hombres que los llevan a hacerse planteamientos que tienen como centro una reivindicación por el daño o la afrenta ocasionada. Todo esto entra en el especular.
Se pasea la profesora Bohórquez por esa estela de escritos hechos por Miranda cuando refiere que lo apuntado por este impetuoso militar ponían de relieve el convencimiento de que la emancipación de esta parte de la América era una exigencia histórica que no podía ser postergada por mucho más tiempo.
“En el caso de Miranda –cita- , el hecho de haber asumido esta exigencia tiene tal vez un valor mucho más digno de atención que el que pueda tener para el resto de sus compatriotas. En primer lugar, por la anticipación con la cual se arrogó la tarea de contribuir a realizar dicha emancipación. En segundo lugar, porque supo sobreponerse a sus conflictos personales con el Estado español para actuar en tanto que “agente” de las provincias y de los pueblos oprimidos de América. Poco importa si fue verdaderamente designado como tal, o si fue él mismo quien se definió de ese modo; el hecho es que Francisco de Miranda asumió ese rol y a él consagró enteramente su vida. Más aún, pudiendo escoger entre diversos caminos, entre los cuales algunos le hubieran proporcionado una vida cómoda y seguramente relevante, optó por aquel que, desde todo punto de vista, estaba sembrado del mayor número de dificultades y exigía de él una renuncia total a todo proyecto personal”.
Añadiríamos otro elemento más, en esa larga carrera que se disparó Miranda, en la búsqueda de emanciparnos del Estado español y de crear una gran nación para los latinoamericanos. Pudiéramos hablar de su tenacidad, de esa perseverancia para insistir una y otra vez, sin decaer en momento alguno, por el contrario, viendo cerrar puertas y sin el menor entreguismo, abrir otras que le permitieran seguir soñando con concretar sus planes. Sin duda, es Francisco de Miranda y su batallar, un ejemplo a seguir por todos los latinoamericanos.
No es complicado compartir esa visión porque, desde que muchos en este país y en el resto de Sudamérica, hemos tenido conciencia de la existencia de ese héroe y su transitar por el mundo, desde niños lo que hemos leído y escuchado de historiadores y estudiosos de Francisco de Miranda, ha sido eso, es decir, la dedicación de toda su vida por concretar esa visión de la América como una sola nación.
Quizá haya sido todo un plan –como escribe la profesora Carmen L. Bohórquez Morán en el libro Francisco de Miranda Precursor de las independencias de la América Latina- y lo haya pensado desde el mismo momento en que el poder español en estas tierras haya desconocido o ignorado el rol de su padre como Capitán. Eso no lo sabemos, pero en circunstancias en las que se es víctima de una injusticia disímiles elaboraciones ocurren en las mentes de los hombres que los llevan a hacerse planteamientos que tienen como centro una reivindicación por el daño o la afrenta ocasionada. Todo esto entra en el especular.
Se pasea la profesora Bohórquez por esa estela de escritos hechos por Miranda cuando refiere que lo apuntado por este impetuoso militar ponían de relieve el convencimiento de que la emancipación de esta parte de la América era una exigencia histórica que no podía ser postergada por mucho más tiempo.
“En el caso de Miranda –cita- , el hecho de haber asumido esta exigencia tiene tal vez un valor mucho más digno de atención que el que pueda tener para el resto de sus compatriotas. En primer lugar, por la anticipación con la cual se arrogó la tarea de contribuir a realizar dicha emancipación. En segundo lugar, porque supo sobreponerse a sus conflictos personales con el Estado español para actuar en tanto que “agente” de las provincias y de los pueblos oprimidos de América. Poco importa si fue verdaderamente designado como tal, o si fue él mismo quien se definió de ese modo; el hecho es que Francisco de Miranda asumió ese rol y a él consagró enteramente su vida. Más aún, pudiendo escoger entre diversos caminos, entre los cuales algunos le hubieran proporcionado una vida cómoda y seguramente relevante, optó por aquel que, desde todo punto de vista, estaba sembrado del mayor número de dificultades y exigía de él una renuncia total a todo proyecto personal”.
Añadiríamos otro elemento más, en esa larga carrera que se disparó Miranda, en la búsqueda de emanciparnos del Estado español y de crear una gran nación para los latinoamericanos. Pudiéramos hablar de su tenacidad, de esa perseverancia para insistir una y otra vez, sin decaer en momento alguno, por el contrario, viendo cerrar puertas y sin el menor entreguismo, abrir otras que le permitieran seguir soñando con concretar sus planes. Sin duda, es Francisco de Miranda y su batallar, un ejemplo a seguir por todos los latinoamericanos.
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