Grato e interesante apreciar, como escritores, investigadores talentosos de la historia que fueron, tal es el caso de Rufino Blanco Fombona, califican a quienes llevaron sobre sus hombros la independencia de nuestra América.
Al hacer un escrito sobre el carácter de la revolución independentista, el periodista escribe:
“España, a fuero de conquistadora, ejerció la soberanía de acuerdo con su carácter y educación nacionales, como mejor le parecía. Era lógico, reprocharle su conducta, sobre ocioso es absurdo, y probar que se ignoraban las leyes sociológicas”. Más adelante, el autor añade que “… sería ignorancia de esas mismas leyes el condenar la Revolución. Para fines del siglo XVIII ya estaba en sazón en América una raza de hombres, hijos de conquistadores y colonizadores europeos, que podían dirigir una corriente de opinión adversa a la madre patria; las circunstancias exteriores fueron propicias, y sobrevino la Revolución De la Independencia”.
Pero no solo era la visión que Blanco Fombona tenía sobre nuestros héroes, esa raza de hombres, que para nosotros los seguidores de la historia fue de aquilatado valor, porque el escritor es duro en sus comentario sobre quienes manejaban la madre patria y así lo relata:
“En plena decadencia política, industrial y mercantil; entregada a un rey inepto como Carlos IV, a una mujer liviana como María Luisa y a un favorito de alcoba como Godoy, España, ciega y paralítica, n podía conducir a los que tenían ojos y piernas, a un pueblo situado a dos mil leguas de distancia, con población y territorio mayores que los de la metrópolis, animado en sus mejores hijos del espíritu revolucionario de 1789 y con fuentes de riqueza maravillosas que estaba mirando inútiles por la incuria e incapacidad de los dominadores”.
Profundamente sabio, Rufino Blanco Fombona aclara en su texto –con ese carácter de buen escritor, pero periodista también- cuando señala entre paréntesis que no culpemos a la madre patria: primero, porque estas páginas no son un juicio, sino descarnada sumaria exposición de fenómenos sociales; luego porque recordando el ejemplo de Inglaterra, que en condiciones menos desventajosas perdió sus colonias de Norteamérica”.
Escribió este pensador asuntos tan claros y reiteró que no debíamos olvidar que, “el móvil de la fundación de los sistemas políticos han sido un móvil económico, y que siempre se ha tratado por cierto número de hombres de llegar a un grado superior de bienestar material; pero recordemos también que el anhelo de nuestros padres no se limitaba a una mejora económica exclusivamente. Era mayor su plan. Luchaban por instituir la nacionalidad, pensamiento al cual estaba subordinado el de beneficios materiales o con más propiedad, toda aspiración o móvil subalterno quedaba comprendido en el anhelo de adquirir patria. Sus ideas económicas fueron claras. Ellos rompieron desde el principio con el sistema de exclusivismo y monopolios desde la madre patria, ofrecieron el país al comercio del mundo y decretaron libertad de industrias”.
Al hacer un escrito sobre el carácter de la revolución independentista, el periodista escribe:
“España, a fuero de conquistadora, ejerció la soberanía de acuerdo con su carácter y educación nacionales, como mejor le parecía. Era lógico, reprocharle su conducta, sobre ocioso es absurdo, y probar que se ignoraban las leyes sociológicas”. Más adelante, el autor añade que “… sería ignorancia de esas mismas leyes el condenar la Revolución. Para fines del siglo XVIII ya estaba en sazón en América una raza de hombres, hijos de conquistadores y colonizadores europeos, que podían dirigir una corriente de opinión adversa a la madre patria; las circunstancias exteriores fueron propicias, y sobrevino la Revolución De la Independencia”.
Pero no solo era la visión que Blanco Fombona tenía sobre nuestros héroes, esa raza de hombres, que para nosotros los seguidores de la historia fue de aquilatado valor, porque el escritor es duro en sus comentario sobre quienes manejaban la madre patria y así lo relata:
“En plena decadencia política, industrial y mercantil; entregada a un rey inepto como Carlos IV, a una mujer liviana como María Luisa y a un favorito de alcoba como Godoy, España, ciega y paralítica, n podía conducir a los que tenían ojos y piernas, a un pueblo situado a dos mil leguas de distancia, con población y territorio mayores que los de la metrópolis, animado en sus mejores hijos del espíritu revolucionario de 1789 y con fuentes de riqueza maravillosas que estaba mirando inútiles por la incuria e incapacidad de los dominadores”.
Profundamente sabio, Rufino Blanco Fombona aclara en su texto –con ese carácter de buen escritor, pero periodista también- cuando señala entre paréntesis que no culpemos a la madre patria: primero, porque estas páginas no son un juicio, sino descarnada sumaria exposición de fenómenos sociales; luego porque recordando el ejemplo de Inglaterra, que en condiciones menos desventajosas perdió sus colonias de Norteamérica”.
Escribió este pensador asuntos tan claros y reiteró que no debíamos olvidar que, “el móvil de la fundación de los sistemas políticos han sido un móvil económico, y que siempre se ha tratado por cierto número de hombres de llegar a un grado superior de bienestar material; pero recordemos también que el anhelo de nuestros padres no se limitaba a una mejora económica exclusivamente. Era mayor su plan. Luchaban por instituir la nacionalidad, pensamiento al cual estaba subordinado el de beneficios materiales o con más propiedad, toda aspiración o móvil subalterno quedaba comprendido en el anhelo de adquirir patria. Sus ideas económicas fueron claras. Ellos rompieron desde el principio con el sistema de exclusivismo y monopolios desde la madre patria, ofrecieron el país al comercio del mundo y decretaron libertad de industrias”.
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