Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



jueves, 14 de mayo de 2009

Bolívar quijote,pero también profundamente visionario


De la guerra de independencia conocemos lo que algunos textos nos dicen y, por supuesto, debe ser así; debemos creer en los libros aunque también estamos obligados a apreciar el mayor número posible de exposiciones sobre la guerra independentista y sobre aquellos hombres que hicieron posible tan gigantesca hazaña esa, de liberar a un continente, como el caso de la América de Bolívar.
En los “Escritos Selectos”, del profesor de Letras Pedro Grases, publicado por la Biblioteca Ayacucho (1989), con presentación de Arturo Uslar Pietri, destacado intelectual venezolano, hay un trabajo en el cual, el investigador español Grases habla del quijotismo bolivariano.
En su opinión, “Acaso el rasgo que identifica más hondamente la personalidad de Bolívar a las esencias del carácter hispano, sea su quijotismo. Así lo entendió también Unamuno en la sagaz interpretación que hizo del Libertador suramericano en su espléndido ensayo ”Don quijote, Bolívar”. Por supuesto, Pedro Grases antes deja claro que nadie puede regatear el símbolo de hispanidad que tiene ese personaje de Cervantes.
“Si pensamos en la acción bolivariana realizada como concreción de un sueño de visionario, llegaremos a la conclusión de que es perfecta la equivalencia Don Quijote-Bolívar. Podrían aducirse multitud de referencias para probar este aserto, particularmente en las circunstancias adversas que sólo pudo superar por la fuerza de su propósito. “Hombre de las dificultades”, se llamó a si mismo, pero lo magnífico y aleccionador es que surgía fortalecido como hombre, igual que Alonso Quijano, al vencer los obstáculos a base de su genial convencimiento. Siempre me ha parecido como índice de este quijotismo lo que le acontece a Bolívar en 1819, cuando tenía 36 años y se hallaba a la cabeza de un estado inexistente, ilusorio, a orillas del Orinoco, con el único apoyo de de las soledades que rodeaban la ciudad de Angostura(hoy Ciudad Bolívar). Sin dominio territorial, pues casi la totalidad de Venezuela estaba en posesión de las armas españolas al mando del General Pablo Morillo, convoca Bolívar un Congreso para organizar la República”.
Para Grases, el Libertador tenía un poder precario para entonces y el apoyo que la naturaleza le prestaba con sus desérticas inmensidades, pero pese a ello, Bolívar dicta decretos, nombra ministros, crea el Correo del Orinoco, vocero de la doctrina emancipadora y de las noticias de un Gobierno que apenas era un proyecto.
“Sin soporte territorial; con un ejército en formación; con escasos reclutas; sin cuadros de administración; con el horizonte lleno de oscuros presagios, pues se enfrentaba al poderío militar español, al mando de un gran comandante; rodeado de una región despoblada; así en estas condiciones, se presenta ante el Congreso con un texto de una nueva Constitución, sabiamente pensada para conducir un país que había de crearse”.
Grases estuvo convencido de que todo aquello era “un juego de fantasía, manifestación de una quimera que sólo puede salir de una mente quijotesca. Pues bien; en estas condiciones, no se limita a proponer la Ley fundamental del Estado imaginario, sino que ofrece instituir una gran República, con la Nueva Granada, el Reino de Quito y Venezuela, que va a llamar Colombia en homenaje al Almirante, Y, además, lleva su delirio a escribir en el mensaje o exposición de motivos, con que presenta su plan de Constitución las siguientes palabras:
“Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal, que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo; extendiéndose sobre sus dilatadas cosas, entre esos océanos, que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados y anchurosos canales.
Ya lo veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana; ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra tesoros que abrigan sus montañas de plata y oro; ya lo veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo; ya lo veo comunicando sus precisos secretos a los sabios que ignoran cuan superior es la suma de sus luces, a la suma de las riquezas , que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad, empuñando el cetro de las Justicia, coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno”.
Y al respecto, Grases escribe “Sobre nada, tanta ilusión, ¿no es quijotismo? Por tanto, ¿no es efectivamente hispánico?”. Y luego el escritor señala que tuvo Bolívar conciencia de que su acción, al contemplarla al final de su vida, era digna de ser considerada como algo quijotesco.
“Dícese que afirmó que en el mundo había habido tres grandes majaderos: Jesucristo, Don Quijote y Simón Bolívar. El joven mantuano, rico, poderoso en su infancia y juventud, bajaba a la tumba en la mayor pobreza por haber servido un ideal. ¿No es eso hondamente hispánico?
En realidad, no discutimos lo del quijotismo que pudo haber caracterizado la personalidad del Libertador, pero nos inclinamos mucho más a creer en su carácter visionario, de un hombre profundamente pensador, filósofo, lleno de ideas y de posibilidades y, por supuesto, dotado de un carácter que le permitía empujar sus ideas, su visión de patria y del mundo americano.

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