Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



lunes, 13 de septiembre de 2010

El Espíritu de Simón

Antes de que el profesor de Física y Matemática Enoc Sánchez (Egresado del Instituto Pedagógico de Caracas), pensara en escribir una historia novelada especialmente para acercar a los jóvenes hacia el Prócer de América, nuestro Libertador Simón Bolívar, anduvo curioseando por algunas naciones europeas para ver de cerca las catedrales.
Siempre lo motivaron igual que las mezquitas. Le han impresionado “…su majestuosidad, sus bellezas arquitectónicas, las grandes obras de arte que contienen, sus vitrales y el aire de paz y tranquilidad que se respira en esas construcciones”.
Después de haber visto tantas e impresionantes estructuras hechas por el hombre, por supuesto, solamente creadas para satisfacer el ego o la creencia espiritual de unos cuantos y poderosos gobernantes, cree, con mucha sensatez, en la idea de que los hombres al sentirse pequeños ante un dios omnipotente, parta intentar acercarse a las divinidades, han caído en la debilidad humana de intentar mostrar una grandeza en lo físico, presuntamente similar a la de sus espíritus.
Conflictivo el tema.
Luego el escritor adiciona a lo anteriormente esbozado, otras inquietudes:
“Las reflexiones anteriores se deben a que, después de haber recorrido muchos de esos monumentos dedicados a la vanidad de los gobernantes, me pregunté ¿Por qué le rendimos honores a las cosas e individuos que, la mayoría de las veces, representan el no ser del hombre? No creo que la función de un líder político o religioso consista en demostrar su grandeza, en consonancia con enormes monumentos erigidos en las ciudades o estados que dirigen. Un gobernante nunca puede sentirse superior a sus gobernados. Nadie puede estar por encima de quienes recibe su salario. Buscar en un régimen un provecho particular, en lugar de un beneficio común, es despreciable. Lo peor que puede ocurrirle a un pueblo y su gobernante es que éste caiga en manos de la avaricia”.
Simón Bolívar, el modelo opuesto
Sostiene este profesor de Física y Matemática y escritor inspirado, que se dedicó a buscar por todos lados a una persona opuesta al modelo anterior del que hemos estado hablando y lo halló “con facilidad en nuestro Simón Bolívar, quien no dejó grandes construcciones como muestras de su genialidad, gloria y sabiduría; su único legado fue la libertad de cinco naciones”.
Enoc Sánchez dice que ahora solo se dedica a recorrer “las ciudades y pueblos de las cinco naciones liberadas por el insigne caraqueño. Estudio con detalle la fisonomía de las estatuas levantadas en las plazas que se construyeron en su honor, tratando de entender y explicarme parte de su pensamiento”.
La construcción del “Espíritu de Simón”, (1) que es el título de esta especie de ensayo novelado, donde nuestro Libertador conversa, en la plaza que lleva su nombre en el centro de Caracas, con jóvenes quizá desorientados, faltos de un conocimiento mayor por los hechos políticos que dieron vida a las repúblicas americanas, inicia su desarrollo cuando un joven venezolano, descendiente de español e italiano, habla de su derecho a la doble nacionalidad, de la posibilidad de optar por una de ellas y marcharse de Venezuela “si las cosas siguen así”.
El espíritu de Bolívar interviene y se manifiesta indicando que “Primero el suelo nativo que nada; el ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que esencia de nuestro pobre país; allí se encuentran los testigos de nuestros nacimientos, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado el alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todos nos recuerdan un deber , todos nos excitan sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra inocencia, de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado…”
Unos jóvenes que allí estaban, al oír las palabras del personaje (por supuesto el espíritu de Bolívar), “dieron muestras de hilaridad o de vergüenza y optaron por retirarse”.
Las ideas del visionario americano
Este llamativo trabajo del profesor Enoc Sánchez, de poner al héroe americano a responder de manera orientadora a los jóvenes que hoy asoman inquietudes por los acontecimientos de la época y el país, entusiasman y traen de nuevo al debate diario las ideas del visionario de América.
El ensayo novelado adquiere gran fuerza a medida que Enoc se integra y se hace parte de esa ficción histórica moderna, en la que el pasado, en el Espíritu de Simón, le habla a los jóvenes de hoy, como dando respuestas a sus inquietudes, como cuando un joven, entre varios universitarios, al sentarse en la plaza caraqueña que lleva el nombre del guerrero americano exclama:
-En este país no se puede vivir; los partidos políticos están acabando con todo y nunca se ponen de acuerdo. Cada vez están más divididos. Nuestros compatriotas se la pasan peleando entre sí por culpa de esos grupos, que parecen separarnos en vez de acercarnos.
Enoc, como parte de los personas que en ese momento están sentados en la plaza caraqueña, que él mismo denomina Plaza Simón de la Trinidad, por que le molesta la identificación del apellido Bolívar con el signo monetario, al considerarlo vinculado a la codicia, intenta formular alguna interrogante al joven cuando, la voz del espíritu irrumpe:
“Cuando los partidos carecen de autoridad, sea por la falta de poder, sea por el triunfo de los contrarios, nace el descontento y los debilita…
-Todos pensamos –habla el escritor como parte del ensayo novelado- que había terminado, pero continuó:
Casi todas las repúblicas que han inspirado al género humano han llevado en su seno la semilla de mortal discordia, lo que ha hecho decir que la desunión es a menudo el termómetro de la libertad y que el goce de un gobierno liberalmente constituido se halla, por lo común, en proporción directa a la efervescencia de los partidos y el choque de las opiniones políticas. Es cierto que el peso de la libertad es liviano, pero también es difícil mantenerlo en equilibrio aún en las naciones mas cultas y civilizadas…”


El Espíritu de Simón
Sánchez Enoc
Editorial Biosfera
Caracas-Venezuela
2010





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