Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 10 de junio de 2012

Bolívar, ejemplo en las luchas por la emancipación de la humanidad




 
Apelo a las propias palabras del ensayista de variados asuntos como es  Freddy Yépez, en su trabajo sobre el “Antiimperialismo e internacionalismo de Bolívar”, en el sentido de que “No se trata de buscarle cinco patas al gato, sino de la necesidad de estudiar a profundidad las ideas del Libertador Bolívar, indagar sobre su vocación o espíritu antiimperialista con el mismo ímpetu que a otros próceres…”.

Yépez nos dice que el verdadero héroe americano fue un hombre que “supo jugar el papel de la personalidad en la historia de su época en una buena parte de la América Latina” y que para “reencarnarlo o resucitarlo en otro tiempo, superior al suyo, es necesario tener el cuidado de entender correctamente las limitaciones de su era, las realidades que le rodearon, y las oportunidades que le fueron provechosas o contrarias a sus voluntades y luchas”. 

Tal apreciación nos permite el tiempo de reflexión indispensable –como Maestro y Comunicador Social-  para atrevernos a decir, sin cargar la culpa por estos tiempos ignorantes y de malversación de la mente que vivimos, que la evolución del mundo en que nos encontramos, sin la evolución pareja de la conciencia, ha generado ese estado de disparate que tienen las mentes que estamos apreciando en algunos seudo líderes de este planeta.
Bolívar, a nuestro juicio, no tiene parangón en la historia del mundo.  
Y nuestro ensayista pareciera, exagerando un poco, comulgar con ese modo de ver a Simón Bolívar, cuando escribe:
“Querer encontrar en el pensamiento de Espartaco, por ejemplo, una categoría acabada y científica que nos defina las características del imperio seria como buscar en las ideas de Cristo algún planteamiento proponiendo la propiedad social sobre los medios de producción en su lucha contra el imperio romano”.
Esta interesante discusión la soltó Freddy Yépez –posiblemente en el 2005-06- pues el ensayo fue editado en 2007 por el Consejo Nacional de la Cultura, Conac, que regía los destinos de la cultura en Venezuela antes de ser creado el Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
Referirnos a Simón Bolívar, es más complicado que hacerlo frente a otros hombres que están en la historia, porque nos encontramos frente a un ser visionario y pragmático a la misma vez. Tuvo sus ideas, fue premonitorio, luchó en batallas, fue un enamorado de la vida, vivió la pasión del amor, y, pese a ello, fue traicionado y abandonado.   
Para Yépez, “Lo acertado es juzgar la obra y el pensamiento de un importante personaje histórico, como Bolívar, por ejemplo, en su tiempo, porque de allí se desprenden la necesidad y el deber de tomar, como legado, sus aportes a las luchas e ideas futuras en la búsqueda de redención social”.
“Al César lo que es del César”
Para este ensayista dar los méritos a quien se lo merece, cuando se trata de una individualidad significa Al César lo que es del César. Y luego refuerza su idea al escribir “Lisonjear a Bolívar no es enaltecerlo sino desmeritarlo; idealizarlo es crucificarlo y no sentirlo como ejemplo vibrador en las luchas por la emancipación de la humanidad”.  .
Lo escrito por Freddy Yépez pareciera estar en la dirección en la que también se sumerge el profesor Jaime Ureña Cervera quien en su libro Bolívar Republicano, refiere que “…censurar o criticar la ambición personal de Bolívar  por alcanza la gloria es anacrónico. Peor aún, equivale a echar por la borda una de las claves de la comprensión de su personalidad histórica. En efecto, en esto Bolívar  no se distinguía de sus contemporáneos europeos y americanos. Para ellos no podía haber  contradicción entre el compromiso activo de un republicano a favor de la libertad y su aspiración personal a la inmortalidad. Esas dos pasiones –acota el historiador colombiano- hacían parte de una misma visión del mundo en la cual el interés individual se asociaba con el interés de la comunidad. Como bien lo demostró el historiador Douglas Adair en su estudio sobre el caso de los Padres Fundadores de América del Norte, el sincero patriotismo de Washington, Adams, Jefferson, Hamilton y Madison no era desinteresado. “Ellos mismos reconocían –dice Adair- que la búsqueda de la fama (pursuit off ame) era una manera de transformar el egotismo (egotism) y el autoengrandecimiento en dedicación a la causa de la comunidad; todos habían comprendido que el servicio público era la vía segura para alcanza la posteridad”. (Véase Adair, 1974, p.8).
Comenta Ureña  Cervera que de acuerdo a la tesis de Adair, en aquel entonces la lucha por la independencia había transformado en profundidad los espíritus de aquella época. “A partir de 1776, -el deseo (lust)  de fama, de honor, de gloria, vino a ser un ingrediente esencia del comportamiento de de Washington y de sus grandes contemporáneos. Al comparar los textos anteriores y posteriores a la revolución, Adair constató  una sorprendente mutación de las mentalidades de los grandes personajes: la guerra de independencia  y, luego, la batalla constitucional habían cambiado las ambiciones y los espíritus de los Padres Fundadores”.   
     

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