Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 16 de febrero de 2010

Rufino Blanco Fombona y los pueblos americanos


En sus Ensayos Históricos (1), Rufino Blanco Fombona desarrolla un interesante texto, específicamente en el Capítulo XI, referido a “La América de Origen Inglés contra la América de Origen Español”, y relacionado directamente con el colaborador del diario madrileño El LiberaL, D. César Falcón, quien impugnó ciertas apreciaciones que encontró en la obra del narrador venezolano El conquistador español del siglo XVI (2), específicamente en el Capítulo XI, referido al texto antes citado.
Blanco Fombona, escribió que creía que existía entre ambas Américas “una lucha de razas, de civilizaciones, de fronteras; lucha de un país industrial y capitalista contra Estados pobres y pueblos agricultores. Estados Unidos contra Estados Desunidos. Creo que esa antipatía recíproca, que esa pugnacidad creciente entre las dos familias humanas que parten la posesión de aquel continente es, por uno de sus aspectos, la lucha secular entre la gente española y la gente inglesa; entre la cultura latina y la católica, por una parte, y la cultura sajona y luterana, por la otra”.
Blanco Fombona, hombre de carácter, quien en una oportunidad se batió a tiros en la parroquia El Valle con un Edecán del Presidente de la República Cipriano Castro, consideraba que “D. César Falcón cree que no y aduce buenas razones. El no cree que pueda llamarse a la América de lengua castellana un conglomerado de raza española. <>”.
Falcón entendía que <>.
Los capitalistas yanquis explotan a las masas yanquis
Pero frente a tal planteamiento, Blanco Fombona replicaba diciendo que “los argumentos de Falcón, como se advierte, pueden explicarse así:
Primero: Los pueblos americanos no son pueblos de raza española.
Segundo: son los capitalistas yanquis que explotan también a las masas yanquis, los que ya solos, ya aliados con plutócratas de Hispanoamérica, explotan a las masas hispanoamericanas.
Ambas razones –alegaba el venezolano- dignas de un pensador como Falcón, me parecen excelentes; pero no invalidan las mías, que abarcan un horizonte más dilatado, desde un plano superior.
El ensayista y poeta pasa luego a responder, a ofrecer sus argumentos:
Primero: desde el punto de vista antropológico, no existen razas puras. En este sentido, mal podríamos llamar española a nuestra América. Pero ¿son o no son aquellas naciones pueblos de civilización española, de lengua española? ¿No poseen un porcentaje considerable de sangre española? ¿No existe una minoría caucásica, dirigente, de origen español, más o menos puro? La raíz de su actual cultura es exclusivamente española, aunque en las ramas se hayan injertado luego –por fortuna- otras culturas complementarias que van dando origen y carácter a una cultura propia que nos proponemos crear.
Este intelectual venezolano, para conocimiento de los lectores de pertinentes, en dos oportunidades (1926 y 1928) fue propuesto, por intelectuales españoles, franceses y uruguayos para el Premio Nobel.
Más adelante, Fombona sostiene que “Representamos en América la cultura latina, en su variedad española, con modificaciones propias. Estas modificaciones cada vez mayores, representarán algún día por sí solas una cultura especialísima: nuestra cultura. Entonces será América con respecto a España, lo que son la misma España, Francia e Italia con respecto a Roma. Creo esto incontrovertible”.
Continúa el autor de la novela El Hombre de Hierro, al señalar que “Hoy representamos en América a la gente española, a pesar del coeficiente indígena en más repúblicas y del coeficiente europeo no español en otras –porque lo español ha absorbido o va absorbiendo lo demás, como puede testificarse con la lengua que es espíritu. Representamos pues, con más o menos puridad y excelencia a la gente española, por nuestras minorías caucásicas, que son las que han impreso e imprimen dirección y carácter político a nuestras repúblicas. Creo también esto incontrovertible”.
Fombona, quien fuera designado en 1933 Gobernador de las Provincias Españolas de Almería y Navarra y posterior Presidente del estado Miranda, en su natal Venezuela, continuó su respuesta analítica a César Falcón, destacando que “Los yanquis, a pesar de su heterogeneidad étnica, representan el espíritu, la lengua y la heredada cultura inglesa. Y como los yanquis y nosotros nos aborrecemos cordialmente, puede concluirse, me parece, que al ponernos en contacto, con el Nuevo Mundo, se ha establecido el viejo antagonismo de las razas y culturas que dieron origen a aquellos países”.
El enemigo de América se llama Estados Unidos
En el segundo punto de su argumentación a las apreciaciones de D. César Falcón, el narrador venezolano enfatiza al señalar que “creer que la avidez imperialista de los Estados Unidos, que se satisface en América a costa nuestra, es obra de una clase social, exclusivamente, y no prurito nacionalista, me parece una candidez. Una candidez peligrosa”.
Así, continua exponiendo que “Es verdad que los plutócratas yanquis son insaciables; pero recuérdese que gobiernos como el de Wilson, que sofrenó un tiempo las concupiscencias de Wall Street, fue por aquella misma época, de una crueldad sádica y de una perfidia luterana –peor que jesuítica- con Méjico, con Nicaragua, con Santo Domingo”.
Este caraqueño nacido en la parroquia Santa Rosalía, quien viviera en París donde se relaciona y escribiera en la compañía del poeta Rubén Darío, el intelectual peruano Francisco García Calderón y otras personalidades del mundo de la literatura, continúa en su respuesta argumentativa y reflexiva y adiciona:
No; no es una casta en los Estados Unidos, ni un partido político, como creen otros, ni algunos hombres de presa los enemigos de América, de nuestra América. Todas esas avideces se alían, se traman, se confunden y toman aspecto y carácter nacional. El enemigo de América se llama Estados Unidos”.
Y luego agrega:
“Hace cosa de un siglo, el Libertador Simón Bolívar, que no dijo ni escribió sino palabras seculares, nos dejó respecto a los Estados Unidos –y cuando todo el mundo estaba deslumbrado por este país-, un juicio que la posteridad corrobora:
<>
Y el intelectual acota un aspecto sumamente interesante para los lectores, al escribir que “Los yanquis mismos reconocen que su imperialismo presente es una enfermedad. Un escritor independiente, Mr. John Kenneth Turned, recuenta crímenes del imperialismo nacional y yanquilandés, disfrazado ahora de panamericanismo. Mr. Kenneth Turned escribe en The Nation, de Nueva York, a propósito de Nicaragua y asimila la política imperialista de los yanquis a la de los pueblos feroces de Europa y Asia”.
<< El imperialismo americano –dice- es aprobado por ambos partidos. No se diferencia por ningún respecto del imperialismo de Inglaterra, Francia, Alemania, Japón e Italia, en lo que tienen de peor>>
Posteriormente adiciona Fombona:
“Como se advierte, Mr. Turned, que sabe lo que dice y lo dice con claridad, echa la culpa del imperialismo, no a una clase exclusiva, sino a toda la política de los Estados Unidos; a los dos partidos que allí dirigen, por turnos de elección, el gobierno; a los ideales nacionales de país: panamericanismo, doctrina de Monroe, comercio americano, civilización americana, expansión americana…, etc.
Así, este talentoso autor esperaba que cambiara “la modalidad actual de vida política (Murió Rufino Blanco Fombona en 1944, con esa y otras creencias propias de aquel tiempo) en los Estados Unidos, y que el comunismo a la rusa impere en el mundo todo, para saber cómo procederá el hipotético comunismo yanqui, desde el gobierno, con los débiles, sean clases, sean naciones, si existiesen para entonces distintas clases sociales, como las comprendemos ahora, y distintas nacionalidades.
Hasta el presente, los partidos socialistas, llegado el caso del conflicto extranjero, parecen dispuestos en casi todo el mundo a solidarizarse con los gobiernos burgueses. Esto ocurrió en la guerra europea. Ninguna guerra de conquista ha impedido hasta ahora. Cuanto al socialismo yanqui, no tiene nada de extremista; y a nuestros ojos de hispanoamericanos se confunde, por varios aspectos, con los partidos burgueses de Europa o hispanoamericanos.
Los nacionalismos no han muerto. Tienen la vida dura. Debemos contar con ellos y defendernos contra ellos cuando son fuertes y agresivos. Es el caso, en América, de la república lobo contra esa manada inerme de paisesitos corderiles. Corderiles no por mansos, sino por débiles. Algo más habrá que decir sobre el carácter de la lucha entre ambas Américas”.
 
(1)
Ensayos históricos
Blanco Fombona, Rufino
Biblioteca Ayacucho, 1981

(2)
El Conquistador español del siglo XVI
Blanco Fombona, Rufino
Editorial Mundo Latino, 1921

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