Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



sábado, 24 de abril de 2010

Nuestros padres lucharon por instituir la nacionalidad


Son interesantes los ensayos históricos de Rufino Blanco Fombona y especialmente los relativos a la revolución que se dio en América Latina, porque le permite dejar bien claro, las razones por las que discutieron, protestaron y lucharon nuestros padres, hace cuestión de dos siglos.
Este escritor, poeta y político en el libro Ensayos históricos (1), pareciera llamarnos a capítulo como suelen decir algunos para recordarnos que “el móvil de la fundación de los sistemas políticos ha sido un móvil económico”, y que “siempre se ha tratado por cierto número de hombres de llegar a un grado superior de bienestar material”.
“Pero recordemos también – apunta- que el anhelo de nuestros padres no se limitaba a una mejora económica exclusivamente. Era mayor su plan. Luchaban por instituir la nacionalidad, pensamiento al cual estaba subordinado el de beneficios materiales; o con más propiedad, toda aspiración o móvil subalterno quedaba comprendido en el anhelo de adquirir patria. Sus ideas económicas fueron claras. Ellos rompieron desde el principio con el sistema de exclusivismos y monopolios de la madre patria, ofrecieron el país al comercio del mundo y decretaron libertad de industrias. Algunos de los prohombres de la Revolución, como D. Mariano Moreno, tenía a este respecto ideas muy sensatas, en oposición con las imperantes”.
Este poeta consideró una realidad que algunos han discutido y mal entendido y hasta tergiversado, como es el hecho de que la revolución iniciada por los blancos criollos de nuestra tierra, inicialmente y así lo indica la lógica, el sentido común, partió de aquellos blancos criollos calificados por algunos como blancos nobles criollos.
El basamento de la nueva sociedad
El mismo Fombona, al tratar el asunto de las castas hace este comentario:
“En aq uel baraje de razas que se produjo en la colonia, y de donde saldrá el basamento de la nueva sociedad, una casta se conservará incontaminada, incólume, orgullosa, pura: la casta criolla, el blanco americano, vástago de conquistadores y pobladores, que será una suerte de nobleza, y que así se llama. Los hombres de esta casta pudieron cohabitar con indias y aún con negras; pero al fruto de esos placeres no lo elevaban socialmente a la condición del padre. Quedaba siendo pueblo”.
Y más adelante:
“Apurado de dinero y poco escrupuloso, dictó el Monarca de España, a promedios del siglo XVIII, una cédula que se vendía a pardos y mestizos. Se llamaba Cédula de gracias al sacar. Según tarifa, proporcionada a la mayor o menor cantidad de sangre africana, se declara por dicha cédula blancos a los que no lo son. Los americanos blancos pusieron el grito en el cielo. (2)
Refiere el escritor que, “Con ese espíritu de toda agrupación, espíritu de defensa y exclusivismo (realidad apreciable en los equipos deportivos de la actualidad. PE) que hace posible la armonía y aún la existencia entre los distintos centros sociales, los blancos se unificaron y defendieron contra las clases étnicas inferiores y ante el Rey. Porque la cuestión era para ellos de mucha entidad. No es que el pardo, por un decreto comprado, fuera igual étnicamente al blanco, sino que ascendía, en principio, al nivel social de éste, y era apto desde ese punto para ejercer aquellas escasas funciones, más aparatosas que importantes, que el español concedía al colono blanco, pero que bastaban, sin embargo, para conferir a éste el primer puesto en el país donde vivía”.
Y luego acuña:
“La gente de color, encontrando el obstáculo de los criollos, no pudo, a pesar de las cédulas reales, obtener preponderancia social ni política durante la colonia”. Ya sería la República, comenta este ensayista, la que le permitiría a la gente de color obtener esa preponderancia.
Una cita de Francois Raymond Depons, que inserta Blanco Fombona, da colorido al comentario en su ensayo cuando refiere que “En el trópico las mujeres son ardientes. Algunas señoritas blancas tenían hijos de amores clandestinos, hijos que abandonaban a la puerta de las iglesias. Los varones sobraban quien los recogiera. Las hembras iban a parar a menudo en manos de alguna familia parda caritativa”.


(1)
BLANCO FOMBONA, Rufino
Ensayos Históricos
Biblioteca Ayacucho, 1981.
(2)
BLANCO & AZPÚRUA, Recopilación
Documentos para la historia del Libertador, Vol 1.

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