Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



viernes, 22 de julio de 2011

Bolívar y la opinión pública


Volvemos a revisar el libro del profesor Ignacio La Cruz “Bolívar y su concepción del periodismo”, de la colección Análisis, del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, y de nuevo nos sentimos agradados al reconocer la visión integral que tuvo el Libertador.
Escribe el fallecido catedrático zuliano que “El 10 de noviembre de 1817, Bolívar instala en Angostura el Consejo de Estado, acto de enorme trascendencia: internacionalmente  le confiere a Venezuela  la categoría de un Estado en armas que lucha por su independencia. En su discurso, el Libertador destaca el hecho, y sobre todo la proyección de su impacto:   
-El gobierno que, en medio de tantas catástrofes y aislado entre tantos escollos, no contaba antes con ningún apoyo, tendrá ahora por guía una congregación de ilustres militares, magistrados, jueces y administradores, y se hallará en el futuro protegido no solo de una fuerza efectiva, sino sostenido de la primera de todas las fuerzas, que es la opinión pública. La consideración popular, que sabrá inspirar el Consejo de Estado, será el más firme escudo del gobierno. 
Si revisamos hoy, en este 2011, ese punto de vista del Libertador, nos damos cuenta que ese visionario hombre pareciera haber visto en aquel tiempo, lo que hoy estamos haciendo en la revolución bolivariana, cuando descansaba el peso de la defensa del gobierno en la consideración popular, como hoy está descansando la revolución y como su actual líder la enfatiza en el pueblo.
El profesor La Cruz sostiene en su libro de ensayos que “El seguimiento de las pulsaciones de la opinión pública será una de las preocupaciones constantes de su vida. En sus cartas desfila multitud de referencias a periódicos de América, Europa y los Estados Unidos. Siempre tendrá bajo su mirada la situación interna y externa de España y las repercusiones de la revolución de la independencia”.
Y el docente y periodista que fue La Cruz , refuerza el punto de vista expuesto, al referir que, en una carta que Simón Bolívar le escribe a José Antonio Páez, enfatiza su opinión al decir:
-Tan necesario es cuidar de crear, por decirlo así, el espíritu público, que sin su auxilio la fuerza física apenas produce un efecto muy precario. Terrible son las guerras de opinión.  
Escribe el profesor  Ignacio La Cruz que “…con este criterio de crear un espíritu conveniente, el Libertador se esmeraba en que los periódicos bajo su influencia no promovieran  roces entre las naciones  hermanas, ni inflamaran a unas contra otras. Debía estar al servicio de su unidad, contra los peligros exteriores y contra los intereses de las oligarquías locales, que en todas partes atizaban  odios y fricciones para rehacer los cotos de sus antiguos privilegios”. 
Punto interesante este, el de líneas anteriores, porque es bueno recordar  para la historia que hubo ocasiones en que tanto la prensa colombiana como la venezolana, generaron resquemores entre los gobiernos de ambas naciones, siempre intentando generar odio.
Nada nuevo, porque fue una práctica durante el siglo pasado por parte de las oligarquías de las dos naciones hermanas.
La Cruz, quien fuera docente de la Universidad del Zulia, ilustra muy bien esta situación al registrar una comunicación del Libertador al Mariscal José de La Mar , desde Loja, el 14 de octubre de 1822:
- Mucho siento tener que indicar a Ud., de paso, que las imprentas de Lima no me tratan tan bien como la decencia pareciera exigir. Quiero suponer que mi conducta  o la del gobierno sean viciosas; no basta, sin embargo, esta causa para empeñarse entre naciones amigas en increpar la una a la otra sus defectos. Colombia ha podido juzgar  con desaprobación algunas operaciones de los gobiernos americanos; y Colombia se ha abstenido  de la murmuración porque su gobierno ha influido de modo que ha impedido el uso de un arma que no es dado a todos manejar  con acierto y justicia. Yo espero, mi amigo, que Ud., impedirá este abuso que no se está haciendo contra mi, para no verme obligado a mandar órdenes  al general Paz Castillo que me sería desagradable, pues no es razón que la moderación de Colombia se retribuya con ultrajes.  


El cuadro que ilustra este trabajo, pertenece al artista plástico Jesús Espinoza, considerado un hombre que domina muy bien el dibujo, el color y llamado el pintor bolivariano. Formó parte de una colección sobre Bolívar y sus amores, que estuvo expuesta en Fundación La Previsora, a propósito de la jornada del Bicentenario de la Independencia de Venezuela, en julio de prsente año.   

lunes, 4 de julio de 2011

5 de julio de 1811 en Venezuela, realidad vigente hoy en este siglo


 

 El canto patriótico popular, conocido como la Canción Americana, hallado entre los papeles o documentos que encontraron a Gual y España y a quienes compartían aquellos momentos de rebelión y oposición en lo que fue conocido como La Conspiración de La Guaira (1796-1797) contra la corona española, en cierto modo refleja lo que ha estado anidando en los corazones de millones de latinoamericanos hoy día.
En efecto, el profesor José Manuel Hermoso González (Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela), en su libro Pueblo Protagónico (1498-1798)  Historia de las luchas sociales y políticas del pueblo venezolano, (Primera edición, octubre 2008, Valencia) registra la letra, bastante apasionada y muy al día, de ese canto dirigido a los habitantes de este continente sureño:

Es la Patria nuestra Madre
nuestra Madre muy querida
A la cual tuvo el tirano
siempre esclava y afligida:

Es por ella que luchamos
Arriesgando hasta la vida;
¡compatriotas! ¡perezcamos
Antes que verla oprimida!

Hemos considerado necesario hacer esa introducción antes de referirnos al 5 de julio de 1811, porque es importante que todos conozcamos, que el espíritu rebelde y de justicia de los venezolanos y demás latinoamericanos es de vieja data, nace desde el mismo momento en que comenzaron las agresiones de los imperios europeos contra los aborígenes, primero americanos y luego africanos y desde entonces fue siendo fortalecido ese espíritu libertario de este continente, que se concretó en las más variadas luchas y en diversas regiones del continente.
En la edición facsimilar “Independencia para siempre” (Documento fundacional de nuestra República), de la Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Venezuela, que circuló el 3 de julio del presente 2011 con el diario el Correo del Orinoco, uno de sus subtítulos dice una realidad innegable “La Independencia en Venezuela: un proceso en construcción” y es de esa manera porque, la libertad, el ser dueño de su propio andar, no es un asunto nuevo que el imperio español haya traído a este continente sureño, pues antes de que ellos viniesen, nuestros antecesores fueron libres, aunque posteriormente ofendidos, vejados,  sometidos y encadenada su libertad.
Es entonces a partir de allí, de la vulneración de la vida aborigen, que se genera la rebeldía en todos los pueblos latinoamericanos y se inicia una larga lucha, con sus avances y retrocesos, que hoy día no ha cesado pues se trata de un permanente enfrentamiento entre el respeto, la igualdad, la dignidad y la soberanía en contra de la discriminación, exclusión, explotación, la depredación y la injusticia y en el que los sectores más conservadores de las naciones apuestan a ser siempre los controladores de las sociedades.
Eso ha sucedido en otros países y en Venezuela, y se dice que hoy día la construcción de su independencia es un proceso, porque la necesidad de justicia, igualdad, respeto, dignidad y soberanía ya es un asunto de conciencia política de la mayoría ciudadana, cuyo grito encontró eco en las mentes revolucionarias de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José Félix Ribas y otros ciudadanos jóvenes y más adultos en el seno de la Sociedad Patriótica y que conduciría, posteriormente, a la Declaración de la Independencia de Venezuela, el 5 de julio de 1811.
Hoy, doscientos años después, una revolución con el apellido de Bolívar, nacida de sus ideas y de sus sueños y liderada por militares y civiles, profesionales universitarios y un alto contingente de jóvenes, al frente de quienes se encuentra el  Comandante y presidente de Venezuela, Hugo Chávez F. quien se esfuerza por hacer posible lo que decía el Libertador, quien refería que e mejor gobierno era aquel que llevara la mayor suma de bienestar posible a sus habitantes.
El texto de un acta
Refiere la edición facsimilar Independencia para siempre, que “El texto del Acta del 5 de julio no puede leerse sin una emoción a la vez actual y antigua. Los representantes del pueblo de Venezuela denuncian sin cortapisas la opresión sangrienta de la conquista imperial española, y aun tienen la nobleza de omitir mencionar los hechos a fin de mantener la elegancia política. Analizan la irreparable crisis nacional española, desnudan la decadencia de los Borbones y se rehúsan a a admitir una nueva monarquía ilegítima y espurea. Desenmascaran a Carlos IV y a Fernando VII como traidores y cobardes. Se rebelan ante las pretensiones de unas cortes que aspiran a seguir  dominando en América, de manera inconsulta, en nombre de un “rey imaginario”, y hacen saber al mundo sus intentos de sembrar el caos dentro de un proceso político ordenado y civilista que no ha hecho más que recuperar para su pueblo sus más sagrados derechos. Reivindican para siempre una voluntad popular soberana y una orgullosa dignidad nacional que inscriben a Venezuela entre los países libres del mundo, en condiciones de plena igualdad política y con pleno derecho natural de afirmarse, defenderse y salvaguardarse”.    
Vigencia indiscutible
En la edición se afirma que “El Acta del 5 de julio tiene el valor  de una declaración de principios, indiscutibles y perennes, y a la vez de un programa político del destino nacional. Ella encierra los fundamentos del proceso independentista de Venezuela iniciado en 1810 y vigente dos siglos después, cuando el pueblo venezolano ha retomado sus riendas y, de frente a las amenazas de los nuevos imperios, sigue dispuesto a jugarse la vida por la causa de su libertad y su felicidad supremas”.