Las posibilidades que tienen algunos sujetos, asunto que nada
tiene que ver con la Derecha ni con la Izquierda, es que antes de que podamos
hacer otras referencias, aparentemente son individuos que descubren que hay un sendero, el de la mente y el
espíritu, por el que pueden transitar y en el que no se necesita poseer una
lógica muy complicada para convencer a muchas personas y valerse de ellas.
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La verdad de las cosas no tiene lógica complicada. |
Al menos es lo que uno puede
pensar luego de leer lo que habría sido escrito por José Ospina-Valencia
(periodista de la redacción española de la Deutsche Welle)
quien refiere que algunos representantes de iglesias pentecostales
asoman unas tendencias nada claras acerca del comportamiento en la sociedad
moderna y pone como ejemplo a un pastor que rechaza el llamado a respetar los
derechos humanos, otros expresan no aceptar el aborto, algunos nada quieren
saber del matrimonio entre personas del mismo sexo, otros se hacen llamar
cristianos y son más comerciantes que religiosos. Como caso específico nos
referimos al caso de alguien que deja de ser costurera, crea una iglesia y
termina constituyendo un imperio millonario y hasta descartan que “personas con
discapacidades físicas puedan asumir la transmisión de la palabra de Dios”,
asunto que es discriminatorio.
Lo que uno logra pensar de todo
esto -aceptando que forma parte del hecho cultural-, es ¿Cómo puede ser posible
que alguien pueda interpretar lo que se dice es la palabra de Dios o Cristo y
su accionar sea eminentemente económico, porque lo que se sigue diciendo de
tales iglesias es que son algo así como una
mina de oro?
Y eso no es nada, porque, ¿Cómo
puede alguien aseverar, lo que dicen papeles que datan de muchos siglos atrás y
donde no aparece una sola persona que asuma la responsabilidad de haberlo
escrito y mostrar una comprobación de lo que dice? Las mentiras de unos cuantos
políticos interesados en hacerse con los recursos naturales de los
latinoamericanos cuadran muy bien con las mentiras de unos cuantos sujetos que
dicen ser adoradores de Dios y sentirse intérpretes de la biblia, pero a final
de cuentas, los unos y los otros lo que hace es amasar grandes fortunas y
negocios de todo tipo, mientras unos cuantos tontos siguen entregando dinero a
las iglesias y creen que pagan así sus malas conductas de conciencia y espíritu.
En realidad la única lógica que se
le consigue a todo -como dicen los expertos- es que hay una especie de camino
recorrido por la mayor de las iglesias, la Católica, de la cual se dice que
tiene una larguísima historia de
conspiraciones, abusos, negociados, usurpaciones, manejos sexuales y políticos
y otras ilegalidades, que nada tiene de extraño la existencia de montañas de
centros eclesiástico que comienzan a operar en galpones, garajes y
desvencijadas instalaciones y hasta se consiguen dos y tres en la misma cuadra
o bloc.
Las experiencias parecen repetirse
y si bien sirven para la broma, para otros tiene sentido eso de aprenderse de
memoria textos bíblicos y repetirlos a la saciedad una y otra vez, hasta
convencer a terceros de que se es un maestro espiritual interprete de la
palabra divina, con lo cual se da un gigantesco paso para convertirse en
asistente de algún pastor de una de esas iglesias y de allí a ser la voz
oficial y creador de una iglesia, el camino estaría prácticamente hecho al
dinero. El Metro de Caracas, parece aula para chacharear sandeces por parte de
esos sujetos que suelen marear a los viajeros matutinos.
Creo que todos los ciudadanos de
todos los países deben comenzar a invadir las redes escribiendo sus propios
testimonios acerca de sus vidas y de las cosas que los rodean, porque hay mucha
gente mintiendo y mucho sobre el destino de las sociedades y las naciones. Como
dijo el fallecido líder cubano Fidel Castro en el Palacio de Convenciones de La
Habana, el 14 de febrero de 2003, durante la clausura del Quinto Encuentro Internacional de Economistas sobre
Globalización y Problemas del Desarrollo:
¡Ha llegado la hora de que la humanidad
comience a escribir su propia historia.
Pedro
Estacio
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