Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 1 de diciembre de 2019

El asunto es bíblico



Las posibilidades que tienen algunos sujetos, asunto que nada tiene que ver con la Derecha ni con la Izquierda, es que antes de que podamos hacer otras referencias, aparentemente son individuos que descubren  que hay un sendero, el de la mente y el espíritu, por el que pueden transitar y en el que no se necesita poseer una lógica muy complicada para convencer a muchas personas y valerse de ellas.
La verdad de las cosas no tiene lógica complicada.

Al menos es lo que uno puede pensar luego de leer lo que habría sido escrito por José Ospina-Valencia (periodista de la redacción española de la Deutsche  Welle)  quien refiere que algunos representantes de iglesias pentecostales asoman unas tendencias nada claras acerca del comportamiento en la sociedad moderna y pone como ejemplo a un pastor que rechaza el llamado a respetar los derechos humanos, otros expresan no aceptar el aborto, algunos nada quieren saber del matrimonio entre personas del mismo sexo, otros se hacen llamar cristianos y son más comerciantes que religiosos. Como caso específico nos referimos al caso de alguien que deja de ser costurera, crea una iglesia y termina constituyendo un imperio millonario y hasta descartan que “personas con discapacidades físicas puedan asumir la transmisión de la palabra de Dios”, asunto que es discriminatorio.   

Lo que uno logra pensar de todo esto -aceptando que forma parte del hecho cultural-, es ¿Cómo puede ser posible que alguien pueda interpretar lo que se dice es la palabra de Dios o Cristo y su accionar sea eminentemente económico, porque lo que se sigue diciendo de tales iglesias es que son algo así como una  mina de oro?

Y eso no es nada, porque, ¿Cómo puede alguien aseverar, lo que dicen papeles que datan de muchos siglos atrás y donde no aparece una sola persona que asuma la responsabilidad de haberlo escrito y mostrar una comprobación de lo que dice? Las mentiras de unos cuantos políticos interesados en hacerse con los recursos naturales de los latinoamericanos cuadran muy bien con las mentiras de unos cuantos sujetos que dicen ser adoradores de Dios y sentirse intérpretes de la biblia, pero a final de cuentas, los unos y los otros lo que hace es amasar grandes fortunas y negocios de todo tipo, mientras unos cuantos tontos siguen entregando dinero a las iglesias y creen que pagan así sus malas conductas de conciencia y espíritu.     

En realidad la única lógica que se le consigue a todo -como dicen los expertos- es que hay una especie de camino recorrido por la mayor de las iglesias, la Católica, de la cual se dice que tiene una larguísima  historia de conspiraciones, abusos, negociados, usurpaciones, manejos sexuales y políticos y otras ilegalidades, que nada tiene de extraño la existencia de montañas de centros eclesiástico que comienzan a operar en galpones, garajes y desvencijadas instalaciones y hasta se consiguen dos y tres en la misma cuadra o bloc.

Las experiencias parecen repetirse y si bien sirven para la broma, para otros tiene sentido eso de aprenderse de memoria textos bíblicos y repetirlos a la saciedad una y otra vez, hasta convencer a terceros de que se es un maestro espiritual interprete de la palabra divina, con lo cual se da un gigantesco paso para convertirse en asistente de algún pastor de una de esas iglesias y de allí a ser la voz oficial y creador de una iglesia, el camino estaría prácticamente hecho al dinero. El Metro de Caracas, parece aula para chacharear sandeces por parte de esos sujetos que suelen marear a los viajeros matutinos. 
Creo que todos los ciudadanos de todos los países deben comenzar a invadir las redes escribiendo sus propios testimonios acerca de sus vidas y de las cosas que los rodean, porque hay mucha gente mintiendo y mucho sobre el destino de las sociedades y las naciones. Como dijo el fallecido líder cubano Fidel Castro en el Palacio de Convenciones de La Habana, el 14 de febrero de 2003, durante la clausura del Quinto Encuentro  Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo:
     ¡Ha llegado la hora de que la humanidad comience a escribir su propia historia.   

Pedro Estacio


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