Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 15 de julio de 2008

Tiempos que gritan cambios

Pedro Estacio
Por los vientos que soplan en este planeta tan sencillo y que otros se han encargado de hacerlo complicado, no debería haber ningún tipo de circunstancia o muro que impida un pronto desarrollo tecnológico de América del Sur, Centro América y el Caribe.
Comenzando por el sur del sur, es obvio que la idea de la integración va ampliándose y dejando de lado ese marco teórico, de discusiones estériles y acomodadas, de que integrarse es un exclusivo asunto de la economía, de las fronteras y sus impuestos aduanales y no es para menos, porque entrar en una senda en donde todas las naciones comiencen a formar parte importante de la elaboración de proyectos, que a su vez sean de profundo impacto en lo económico, social y político de los pueblos, le concede a la integración el carácter de sólido de cuerpo que por años ha estado buscando.
Basta pensar nada más en los proyectos más sencillos como los de las vías de comunicación. Sólo en esa área tan común pero necesitada a las personas, generaría una movilización de alta factura. Solo hay que imaginar, para dar ejemplos, un ferrocarril que salga de Caracas y pase por las principales ciudades de este sur. Pero como se trata de ilustrar más, pues nada malo sería integrar también las líneas aéreas y los buses de turismo.
Si bien funciona hacia el sur, igual lo haríamos para llegarnos hasta México y si se trata del Caribe, pues es hora de crear no solo una flota aérea sino marítima caribeña, tanto de pasajeros como de carga para que se mueva libremente en ese bravío mar.
Somos diferentes
En esta parte de la tierra, los americanos de origen indígena, español, portugués, inglés, africano, francés y holandés, debemos asumir, por primera vez en nuestras vidas, que aunque tengamos esas mínimas diferencias de carácter idiomático y poco menos en el ámbito de las tradiciones y costumbres que nos da la diversidad cultural, somos de un mundo diferente al anglosajón y el europeo.
Pudiera decirse, que en nosotros está de manera determinante el llamado determinismo geográfico que, mezclado con los antecedentes del sentir de esos distintos orígenes, hacen de nosotros unos seres con una forma de pensar y sentir diferente. Viéndolo de esa manera, debemos decir que tenemos una influencia cultural demasiado rica y amalgamada, tanto, como variados son nuestros rostros, nuestras formas y colores en nuestros cuerpos. Esa es la gran verdad y por eso, por venir cada uno de nosotros de ese inmenso arcoiris de sentimientos, colores y formas, es que podemos ser capaces de auspiciar y producir entre nosotros mismos las transformaciones que durante siglos hemos dejado a un lado o hemos estado ignorando por banalidades y miserias como la corrupción, esa que nada tenía que ver con nuestras culturas originarias.
Puede darle risas a individuos de pobre formación espiritual aunque académica mayor. Porque esa es una de las confusiones propiciadas en las sociedades, en las cuales algunos suelen esgrimir títulos y cursos estrambóticos.
Uno se preguntaría, ¿Qué diablos hago yo con tantos cursos, si ni siquiera tengo la capacidad para entender a un aborigen nuestro en esta sureña tierra? ¿Puedo entender la poesía Bari, del Zulia? ¿A los mapuches?
La parte interesante de todo este discurrir, es que las personas, sean como sean, de cualquier tamaño, color de ojos, de piel y cabellos, cuando los llevan a la morgue, no son distintos de los demás. Presentan la misma rigidez los blancos, indios y negros. El proceso de putrefacción es idéntico para unos y otros. ¿Entonces?
La diferencia tiene el color del espíritu y como para todos el espíritu no tiene color, quiere decir, obviamente, que esa diferencia comienza a dirigirse hacia otro lado y, cual sorpresa de fiesta, encontramos que la diferencia está en el pensar. Y el pensar, señores del mundo, está totalmente vinculado con las grandes manipulaciones de grupos de interese o con, que le dicen a los ciudadanos que deben ir por este camino, que deben comer de esta manera, que deben comprar aquí, que se deben vestir azul, que el invierno es hacia allá, y que no puedes salir sin patín. Es, para que no nos creamos superdotados por preguntarnos cosas tan sencillas, el mundo en el cual a usted lo sumergen sin que se de cuenta. ¡ Por eso hay que pensar ¡

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