Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



jueves, 13 de agosto de 2009

Las burguesías de hojalata


Hay que bendecir la existencia de los investigadores de la historia latinoamericana, esos que han hurgado y hurgan constantemente en los viejos escritos, esos papeles adormecidos por el tiempo pero que contienen tanto verdades como mentiras.
Y en ese orden, hacemos referencia al historiador y político uruguayo Vivián Trías, cuyo ensayo “Simón Bolívar y el nacionalismo del Tercer Mundo”, es considerado por el Doctor José Díaz, Presidente de la fundación que lleva el nombre del desaparecido historiador, “…el mejor ensayo sobre Simón Bolívar desde el Sur de América Latina, y una de las pocas versiones escritas desde la perspectiva del materialismo histórico”. Por cierto, acaba de ser publicada su cuarta edición por la editorial El perro y la rana, del Ministerio del Poder Popular para la Cultura de Venezuela.
En una interpretación, de las realidades de aquellos tiempos, Trías habla de las naciones europeas y sostiene claramente que “…su propia prosperidad industrial, sus avances democráticos, fueron logros de burguesías verdaderamente nacionales. En la América hispana no existe tal clase. No hay burguesías industriales y nacionales que arrasen las artesanías y formas de producción precapitalistas, para edificar un capitalismo industrial autóctono y libre de coyundas. Son, en rigor, burguesías dependientes, intermediarias derivadas de los intereses de la metrópoli europea. Se enriquecen vendiendo a sus socios mayores materias primas baratas que arrasan del sudor y del sufrimiento de sus pueblos y revendiendo, en los mercados internos, manufacturas importadas, sobre todo de Inglaterra, con lo que exterminan las pocas y burdas manufacturas nativas. Su negocio es el coloniaje, no la independencia económica y la nacionalidad auténticamente soberana. Jean Paul Sartre, mucho más tarde, las calificó de burguesías de hojalata “.
Refiere Vivián Trías que el Libertador había comprendido cabalmente que “solo las masas son insobornablemente patriotas, que la cuestión social y la cuestión nacional, en estas tierras, se confunden en un solo postulado. Un Estado encarnado en el caudillismo carismático, apoyado por peones, trabajadores, arrieros, menestrales, productores de todos los colores y expresado en su ejército, a la vez instrumento político y comprometido hasta los tuétanos con la causa revolucionaria, es la única solución. Sobre ella ha de trabajar infatigablemente”.
El enfoque de este historiador uruguayo es interesante, pues salvando las distancias, caracteriza a las burguesías de nuestros países como en realidad se comportan, que llevó a Sartre a calificarlas de burguesías de hojalata. Ciertamente, un ejemplo de lo expresado por este escritor es la famosa agricultura de puerto que tuvo Venezuela en el pasado y que aún, hay que seguir haciendo mientras fortalecen su agricultura con proyectos de impacto social como la utilización de las tierras que tienen tradición agrícola por parte del campesinado.
Ciertamente, Venezuela desarrolló en el pasado una cultura de la importación que ha vulnerado su soberanía por décadas y ahora hace esfuerzos por salir de ella.
No es difícil entender por qué fue atacado duramente Simón Bolívar y porqué se procede de la misma forma contra la revolución bolivariana, es la misma burguesía de hojalata que ha transmitido en herencia su mentalidad colonialista y a la que no le importa en lo más mínimo las consecuencias de sus actos, porque como define el mismo Vivián Trías, “Su negocio es el coloniaje, no la independencia económica y la nacionalidad auténticamente soberana”.

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