Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 25 de octubre de 2009

Bolívar: La tempestad revolucionartia lo reveló


El historiador e intelectual uruguayo Vivián Trías, en su ensayo Simón Bolívar y el nacionalismo del Tercer Mundo, (1) al tratar el tema del caudillaje y, por supuesto, referirse al Libertador, escribió que “Los caudillos emergen en días revueltos, caóticos, de abruptas mutaciones; cuando las gentes pierden el rumbo, se desorientan y claman por quien las conduzca y marque el norte con seguridad y convicción. Son, en suma, hijos de las crisis.”
De seguidas, el ensayista describe con fuerza lo que él consideraba las circunstancias de la vida que abonarían el liderazgo del político y militar suramericano:
“Simón Bolívar, joven, rico y educado mantuano que ha paseado por Europa, que ha sido presentado a reyes, que fue testigo de la coronación de Napoleón y contertulio de encumbrados sabios (Bompland le enseñó: -las revoluciones producen sus hombres-; que conoció, primero, la dolorosa herida de una viudez temprana y luego, dice José Enrique Rodó (2), -deshojó las rosas de sus veinte años- en los salones de París, se erige en jefe carismático y tremendo, envuelto en las borrascas del hundimiento del Imperio Español
Habla de su genio, del cual dice “alentaba, agazapado, en los entresijos de la sociedad americana. La tempestad revolucionaria lo reveló y lo lanzó al ruedo de la historia”.
En las siguientes líneas sigue con Rodó, quien apuntaba entonces que existían próceres de “virtudes ecuménicas, casi abstractas; que no desentonan en ningún medio, porque son caracteres de validez universal” y coloca el ejemplo de José de San Martín.

Inconcebible fuera de la América Hispana
“Bolívar, en cambio, es inconcebible fuera de la América Hispana , india, mestiza, fuera de sus ámbitos de mayestáticas montañas y ríos tumultuosos, de áridos desiertos y valles verdeantes”
“Es el barro de América –otra vez Rodó- atravesado por el soplo del genio…” Lo que explica no pocas de sus contradicciones, de sus contradicciones, de sus íntimas desavenencias. Convoca en su entorno a un inmenso movimiento nacional y popular que reúne distintas clases sociales (y hasta opuestas en sus intereses), expresa a regiones disímiles y, aun, rivales, sintetiza pasiones encontradas, conduce ese torrente desbordado, desigual, bullente, a la meta común de la independencia y de la nacional”.
Y luego Trías se pregunta:
¿Cómo pretender de sus gestos, o de sus juicios, la límpida geometría de la línea recta?” Y luego el mismo ofrece la respuesta:
Su trayectoria y su pensamiento son como el horizonte, quebrado e irregular si se le mira de cerca; nítido, terso, sin la menor vacilación, si se le observa a la distancia. Bolívar mismo lo reclamó: Para juzgar bien de las revoluciones y de sus actores, es preciso observarlas muy de cerca y juzgarlos muy de lejos.
Vivián Trías retorna al tema del caudillismo y lo califica de dual, dicotómico y dialéctico y añade que “El caudillo es inconcebible sin las masas, por ellas es determinado y a ellas determina. Son indesligables. El caudillo es la consecuencia de una necesidad histórica, surge para satisfacerla, es su depositario. Los pueblos lo encumbran a su liderazgo porque es capaz de clarificar las tinieblas que los confunden, de abrir la ruta salvadora en la oscuridad del acoso. Creen en él, confían en él porque lo ven, a un tiempo, su igual y su superior; captan su sincera identificación con su humillada marginalidad y admiran su destreza en el ejercicio de las aptitudes que más respetan”.

Capaz de atisbar lo que esté por venir
“Pero también intuyen en él –escribió el fallecido intelectual-, a quien es capaz de atisbar lo que esté por venir, lo que aún no ha sucedido, lo que yace subrepticio y expectante en la extraña turbia de los sucesos. El caudillo expresa
A las masas. Su visión enfoca e ilumina lo que aquellas apenas entrevén. Formula con pulcritud y sencillez sorprendentes, lo que ellas presienten borrosamente dentro de si.
Definitivamente que el ensayo del historiador Trías atrapa a los lectores pues, escrito de una manera sencilla y fácil de leer, expone también su fibra de intelectual.
Refiere el ensayista uruguayo que el caudillo es un ser que se prueba en las derrotas, cuando factores adversos le atosigan. “Entonces demuestra su tenacidad, su sabiduría, su habilidad para manejar los hechos apremiantes, para sortear las trampas del enemigo y desbaratar intrigas y traiciones en las propias filas. Lo ven siempre enhiesto, resuelto, desafiante y seguro de sí. Aprenden a fiarse de él, se habitúan a obedecerlo y a seguirlo porque saben de su acierto a la corta, o a la larga. Los más grandes caudillos son taumaturgos de la historia; convierten las derrotas más desoladoras en victorias deslumbrantes”.



(1)Vivián Trías, Simón Bolívar y el nacionalismo del Tercer Mundo, Co-edición Editorial El perro y la rana y Ediciones Emancipación, 2008.
(2) José Enrique Rodó, Bolívar en El Mirador de Próspero, Ed. José María Serrano, 1913, Montevideo.

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