Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 4 de mayo de 2010

Bolívar, el hombre de porvenir

En esta nueva era, en la que todo va cambiando pese a las resistencias propias de quienes no quieren que las cosas cambien, siempre es bueno leer lo que otros han escrito sobre el Libertador de América, Simón Bolívar, sujeto principal de este tiempo bicentenario que hoy celebran los americanos del sur.
Cierto, de este guerrero inmortal, Rufino Blanco Fombona escribe en los Ensayos Históricos publicado por la Biblioteca Ayacucho (1981), que “El único genio –genio de acción y genio del pensamiento- que hasta ahora ha producido la América, desde el estrecho de Behring hasta el de Magallanes, ha sido Bolívar. Bolívar es cosa muy seria y sin parangón. No sólo por lo que hizo, sino por lo que dijo y pensó”.
Añade el escritor en su comentario, que algo parecido lo hicieron antes Pizarro y Cortés y en el tiempo que les correspondió Sucre y San Martín. El énfasis lo pone en cinco palabras al referirse al caraqueño:
“Sin embargo, Bolívar es único”.
Tales palabras, las escribe Blanco Fombona en su ensayo Bolívar y España, cuando comenta al respecto:
“Muchos hombres que representaron papel de primer orden en la fundación de los nuevos Estados de América fueron héroes civiles o héroes militares. Lo mismo en el bando americano que en el bando español. Es decir, fueron personajes de los que cierran una época o de los que contribuyen a abrir una nueva. Sólo Bolívar fue el hombre de porvenir. En esto –y en la genialidad poliédrica-, únicamente César puede comparársele. César como Bolívar y Bolívar como César abren la nueva época, no simples juguetes del destino, sino preparadores conscientes de la nueva edad histórica.
Este fallecido poeta, político y narrador profundiza en su visión sobre el héroe americano y refiere que “Bismarck, Washington, Napoleón, fueron hombres superiores, cuya acción personal coincidía con un gran momento. Pero ninguno de ellos fue, en el grado que Bolívar y César, el hombre del momento que nace, el héroe de la transformación”.
Para el escritor, “Bismarck vivió con los ojos en el pasado; su empeño fue resucitarlo o prolongarlo. Napoleón, de genio incomparable en cuanto a soldado, político, oportunista, siguió el impulso de un movimiento nacional explotado, pero no iniciado por él. Posee del tiempo nuevo un concepto restringido. Resucita en su provecho personal, las formas fenecidas de una época ya caduca, reaccionando contra el exceso y el desorden renovador. Lo aplauden los que quieren la continuidad, renovada, de una expresión histórica”.
En cuanto a Washington, el narrador consideró que “no fue gran cerebro, sin que por ello dejara de ser grande hombre. Representó un papel, no de impulsor deliberado de la nueva época, sino de servidor electo para dirigirla”. Luego voltea la mirada hacia el sur para decir:
“En caso parecido, si no idéntico, están en la otra América el Mariscal Sucre y el general San Martín. Sucre fue un gran soldado, quizá el mejor de América, pero sin Eugenio de Bolívar. Realizaba grandes cosas a las órdenes del Libertador. El genio no recibe órdenes; las da”. Y de seguidas, insiste con la pluma para hablar del argentino:
-San Martín es el héroe del Sur, director militar de la revolución argentino-chilena y dictador del Perú. Apenas se encuentra con Bolívar en Guayaquil chocan las ideas monárquicas del uno con las ideas republicanas del otro. Prevalece lo que debía prevalecer.
El único Hegemón del continente
El abnegado San Martín, en vista de la situación angustiosa porque atraviesan la guerra y la causa de América, se ofrece a servir como segundo del Libertador, y como el Libertador tuviera la delicadeza de no aceptar aquel sacrificio de su émulo en gloria y en servicios, San Martín se retira de la política, de la guerra, de la América y deja en manos de Bolívar las dos ramas de la revolución de América, ya unificadas.
Y sigue Rufino Blanco Fombona:
-Desde aquel instante se borra voluntariamente el gran soldado del Sur ante el gran soldado del Norte; quedan ambas revoluciones, la argentino-chilena y la colombiana –representadas por los ejércitos respectivos- bajo la inspiración de Bolívar.
-Así triunfa en Junín, Ayacucho y El Callao; funda nuevas Repúblicas, las consolida a todas y a todas reúne en el Congreso Internacional de Panamá. Es el único Hegemón del continente.
Y hoy, en este siglo XXI, el Libertador Simón Bolívar despierta otra vez en el sentimiento de las mujeres y hombres de las naciones americanas, que parecieran gritar al unísono en continuadas ocasiones, que su espada camina de nuevo por América Latina.

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