Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 10 de abril de 2011

: Simón Rodríguez: ¡ Hagan una revolución y empiécenla por los campos!

El forjador del Libertador

                                                                                 
No es sueño ni delirio, sino filosofía…,
ni el lugar donde esto rehaga será imaginario,
como el que se figuró el Canciller Tomás Moro;
su utopía será, en realidad, la América.

¿Dónde iremos a buscar modelos?
La América Española es original. Original han
de ser sus Instituciones y su Gobierno.
Y originales los medios de fundar
unas y otro. O inventamos  erramos.
                                                   

Escribió el fallecido profesor Alfonso Rumazo González (fue docente de Historia en la Escuela de Periodismo en la Universidad Central de Venezuela, UCV, –después Comunicación Social) en su libro Simón Rodríguez Maestro de América, que publicó la Biblioteca Ayacucho en su Colección Clásica, que “La vida del maestro caraqueño ensanchada largamente hasta los ochenta y tres años, se divide en cuatro etapas nítidamente diferenciadas: un cuarto de siglo en Caracas; otro, en siete países de Europa; un tercer lapso –siete años- desde su retorno del Viejo Mundo hasta la muerte de Bolívar; y, un cuarto de siglo final, en el que publica sus obras. No hay cortes en esa existencia, a pesar de los múltiples viajes, sino del vigor de un plan que se desenvuelve en rígida unidad, dominadas soberbiamente todas las hostilidades, la pobreza tenaz y todas las peripecias adversas”.
Y más adelante, el profesor Rumazo González añade:
“Labora sin término, descubre, innova, intuye, crea, percibe a distancia de cien años  hacia el porvenir. Pero no le comprenden; y en ello va su drama gigante. -Hay ideas –expresa analizando su propia problemática- que no son del tiempo presente aunque sean modernas, ni de moda aunque sean nuevas. Por querer enseñar más de lo que todos aprenden, pocos me han entendido, muchos me han despreciado y algunos se han tomado el trabajo de perseguirme.    
Expone el docente de historia que, desde que tenía veinte años hasta los ochenta, Simón Rodríguez dio clases sin interrupciones y de esa manera logró descubrir y modelar un gran discípulo Simón Bolívar, El Libertador, cuya forja fue fundamentalmente suya.   
-Hubiese bastado eso –soltó como un heraldo el profesor Rumazo González-sólo para perennizar  el nombre del educador, a quien el discípulo le dijo por escrito:
“Yo he seguido e sendero que usted me señaló: No puede usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que usted me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado. Siempre presente a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles”.   
Expósito había nacido
Simón Rodríguez llegó a la vida un 28 de octubre de1771 (muere en 1854) y quienes recabaron información de primera en la sociedad de aquel tiempo, indicaron que su progenitor fue Alejandro Carreño y su madre Rosalía Rodríguez. Simón adoptó el apellido materno. Parece que por 20 años firmó  Simón Narciso.
En la segunda parte de su libro, el profesor Rumazo González escribió que, Simón Rodríguez, “Autodesarraigado, vuélvese hombre fluente que busca la riqueza de las mutaciones sin acelerar el ritmo clavado el ojo en la meta. No se detendrá en ningún sitio largo lapso –tres años, a lo sumo- durante las casi seis  décadas que ha de durar todavía su existencia. Teme echar moho, odia los muros. Su natural rebeldía impídele adaptase a ninguna ciudad a ninguna gentes; el sentido de rígida firmeza en sus convicciones agita sus aguas íntimas violentamente cada vez que tropieza con los contrarios, con os mutantes con los retorcidos y malévolos; en especial, con los de conciencia amaestrada hipócritas. Su reacción es siempre la de orgullo: Mi venganza es el silencio. Andariego, inatajable, llegará a la casa de la muerte todavía hechizado”. 
Sobre la educación republicana 
En el libro Simón Rodríguez Inventamos o Erramos, de la Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, editado por Monte Ávila Editores Latinoamericana, se indica que en la capital de Colombia, el Neo Granadino publica en tres ediciones de los meses abril y mayo de 1849, la exposición que el Maestro de América le hace al gobernador de la provincia de Túquerres. Algunos aspectos revelan el pensamiento y sentir de Rodríguez sobre la educación.
Y así escribe:
Hace 24 años que estoy hablando, y escribiendo pública y privadamente, sobre el sistema Republicano,  y por todo fruto de mis buenos oficios, he conseguido que me traten de loco.
-Los locos y los niños dicen las verdades.-
La Potestad Paterna influyendo en la educación y en la elección de estado y profesión…y las leyes concediendo y protegiendo la facultad de Testar, son dos inconvenientes para emprender la obra de la República.
Toda mujer que pare, y todo marido porque su mujer parió…son maestros natos de cuanto el hombre debe hacer para entrar en sociedad. 
Y en otro aparte comenta:
Hágase algo, pues, por unos pobres pueblos, que no saben qué hacerse ni qué hacer con sus hijos.
Los directores de los pueblos y los que se creen dignos de serlo, debe conocer que a la educación que recibieron en su primera edad deben los homenajes que se les tributan – y que sin ella, estarían perdidos en la masa que desprecian. Cuiden de sus hijos; no sea que, por echarlos a granel en escuelas de especulación o de caridad, os vean mañana sumidos en una ignorancia más crasa que la que hoy consideran como inherente ala pobreza. El hombre no es ignorante porque es pobre, sino al contrario.
En la producción superflua está la desgracia del hombre
No dejó a un lado Simón Rodríguez su opinión sobre la producción y al respecto se refería en los siguientes términos:
En la producción superflua está la desgracia del hombre: por ella pierde y se empobrece: la pobreza lo somete a condiciones duras, y, al fin, la miseria lo vende al capitalista.
¿¡Cuántos descendientes de ricos hacendados no se ven hoy de mendigos o de tahúres!? Por eso no dejan los economistas de prodigar elogios ala agricultura ni de recomendar altamente al honrado labrador Hasta los poetas toman a su cargo el hacernos creer que la gente del campo es feliz, especialmente los pastores, porque pasan casi todo el día durmiendo.
Y en otro aparte:
Si lo americanos quieren que la revolución que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos: de ellos pasará a los talleres,  diariamente notarán mejoras que nunca conseguirán empezando por las ciudades.
Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de aconsejarse para proceder.
Formen sociedades económicas que establezcan esuelas de agricultura y maestranzas en las capitales de provincia, y las extiendan, cuando convenga, a los lugares más poblados de cada una
que designen el número de aprendices y hagan reglamentos, para que los maestros
no hagan de sus discípulos sirvientes domésticos:
que no consientan que el comercio asalaríe por su cuenta a los obreros, para reducirlos a la condición de esclavos:
que enseñen a despreciar la manía de querer exportar lo que no existe, o lo que no se pide, o lo que no se necesita en el país:
que fomenten el comercio interior con lo que produce fácilmente cada lugar, y que hagan entender a los productores que e que no tiene lo necesario no debe pensar e sobrantes:
que piensen en ordenar y en dirigir antes de mandar:
que no permitan errar, por el gusto de quejarse del mal que traen los yerros…en fin,
que no den por imposible lo que no hayan puesto a prueba.  




Simón Rodríguez Maestro de América
RUMAZO GONZÁLEZ, Alfonso
Colección Clásica
Biblioteca Ayacucho
2005

Simón Rodríguez Inventamos o Erramos
Biblioteca Básica de Autores Venezolanos,
Monte Ávila Editores Latinoamericana
2005

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