Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



viernes, 22 de abril de 2011

Una resistencia digna y heroica, la indígena





Seguimos mostrando más de la Colección Bicentenario del diario el Correo del Orinoco, de Venezuela, y en esta oportunidad escribimos en torno a la sencilla publicación Resistencia Indígena, con guión de Michel Bonnefoy e ilustración de Omar Cruz, y en la que nos ofrecen una visión de una manera diáfana, comprensible para niños y adultos, tal guión para radio o televisión, la agresión que sufrieron los primitivos habitantes de este continente del sur en ese encuentro, y no descubrimiento(creencia firme de quien escribe pertinentes), con los brutales imperios europeos.
Así, Bonnefoy escribe:
Al poco tiempo de haber desembarcado, los españoles desvelaron su naturaleza intrínseca, que los pueblos originarios sufrieron en carne propia. Los conquistadores nunca alimentaron otra intención que no fuera enriquecerse a costa de la explotación de las tierras descubiertas (a nuestro juicio la palabra correcta sería desconocidas) y su población nativa.
Hace referencia Bonnefoy al la visión que el mismo Cristóbal Colón se habría hecho de aquel encuentro con los habitantes primigenios de Suramérica, al escribir con descalificación e ignorancia en su diario, el 16 de diciembre de 1492, lo siguiente:
-Ellos no tienen armas y son muy cobardes y así son de buenos para mandarles y hacerles trabajar, sembrar y hacer de todo lo otro que fuese menester.
En este capítulo inicial, Bonnefoy refiere que indígena que se opusiera a los deseos de los españoles ya sabía qué venía para él, es decir, que les montaban unos grillos de metal encima y de paso serían forzados a trabajar como esclavos para los extranjeros agresores. Y tal conducta hacia los hombres era igual de válida para las mujeres y peor, porque estas además satisfacían las necesidades de estos malhechores venidos de otras tierras. Y así:
Los excesos cometidos (una tendencia muy generalizada en quienes se saben poseedores de fuerza bélica, juicio de pertinentes) y la injusticia instaurada por la fuerza provocaron la rebelión de los nativos en todo el territorio americano. Canoabo, cacique de los caribe, lideró el primer levantamiento en la isla La Española, donde tomó por asalto el Fuerte de la Navidad, matando a sus 39 ocupantes. En sucesivas batallas se enfrentó a las tropas de Colón, hasta ser derrotado y aprisionado por Alonso de Ojeda, quien lo envió junto a su hermano a España para ser vendido como esclavo  en el año 1496.  
Esa rebelión en La Española –continúa Bonnefoy- fue sólo el inicio de un largo y doloroso proceso de resistencia indígena a la ocupación europea, que adquirió características diversas en las distintas regiones de toda la geografía de continente.
Una primera gran lección de nuestros aborígenes
Interesante registrar acá lo que escribe el catedrático de la Universidad de Carabobo (Venezuela), José Manuel Hermoso González, en su libro Pueblo Protagónico (1498-1798) Historia de las luchas sociales y políticas del pueblo venezolano, en el capítulo Primera gran guerra por la libertad y otras luchas populares, a título de introducción escribe: 
   En una época tan lejana para nuestros lectores como 1955, ya el prestigioso profesor e historiador Isaac J. Pardo había publicado su valiosísima historia del siglo XVI venezolano que tituló Esta Tierra de Gracia. Un estudio que por su contenido también podría haberse titulado –utilizando la expresión que por primera vez oímos en boca de ese otro gran venezolano que se llamó Miguel Acosta Saignes- Historia de los cien años de resistencia indígena a la conquista de Venezuela.
En efecto, durante los primeros cien años transcurridos desde que los exploradores y posteriormente conquistadores europeos posaron por primera vez sus plantas sobre este territorio en 1498, hasta mucho más allá de 1598, los aborígenes de estas tierras nos dieron una primera gran lección de lucha por la libertad.
Y sigue:
Pero no sólo los aborígenes. Lo que sociológica e históricamente podríamos llamar, raíz o matriz del pueblo venezolano –en otras palabras- el pueblo en proceso de surgimiento, aquel pueblo que se iba formando, lo iba haciendo precisamente en lucha, en lucha contra sus opresores. Para indios, negros y mestizos la lucha por la libertad ha sido siempre punto de encuentro y forma de integración.
El profesor Hermoso González sigue escribiendo:
Y así ha continuado sendo. En efecto, el pueblo venezolano es uno de los pocos pueblos del mundo que ha luchado siempre en contra de la opresión. Dentro y fuera de nuestras fronteras. Nunca Venezuela ha participado en una guerra contra otra nación. Nunca un venezolano ha cruzado los límites de la patria para invadir, oprimir, conquistar o colonizar otros rublos.
Solo hemos luchado fuera de nuestras fronteras para llevar la bandera  de la libertad y de la soberanía a la Patria Grande Latinoamericana, blandida con un canto de unidad e integración en las gargantas. Pabellón tricolor que ondeó en las gloriosas manos de Bolívar, Sucre, Flores y Urdaneta, junto a otros bien llamados padres de la nacionalidad.
Guaicaipuro, primera gran guerra por la libertad
En Resistencia Indígena, Michel Bonnefoy señala que a los 20 años, el joven Guaicaipuro asume e mando de las tribus caracas y los Teques, después que había muerto en 1550 el cacique Catuche y es el joven indígena, poseedor de una gran astucia, sagacidad y habilidad estratégica de acuerdo al docente e investigador Hermoso González, quien mantendrá en jaque a lo conquistadores durante un buen tiempo, es mucho lo que daría que hacer.
Por su parte, Bonnefoy dice que Guaicaipuro “se enfrentó por primera vez con los españoles cuando éstos invadieron el territorio  de los Teques  para explotar una mina de oro.” 
Escribe Bonnefoy que Guicaipuro habría logrado una alianza estratégica con otros caciques de la región, sin embargo, para el catedrático Hermoso González es más profunda. Y escribe que “A principios del año 1560 Fajardo (Francisco) bajó al Litoral y allí fundó la población de El Collado (actual Caraballeda) la cual –con su respectivo cabildo- se convirtió  en la ciudad más importante de la región central  durante esos años. En aquellos momentos se inicia la cruzada liberadora que consagrará históricamente las hazañas del gran cacique Guaicaipuro y de su “estado mayor” integrado por Paramaconi, Terepaima, Cayaurima, Tiuna, Tamanaco, Caurimare y tantos otros como Guaicamacuto, Guarauguta, Aricabacuto, Chacao y Baruta”.
Pese a lo anterior y pudiendo disponer de una gran cantidad de valientes, cerca de 20.000 en total con los que se disponía dar una batalla final para derrotar a los españoles, no funcionó bien el operativo indígena contra los españoles que dirigía Guaicaipuro. Poco tiempo después, sería víctima de unos 80 hombres enviados por  Diego de Losada y al frente de quienes se encontraba el alcalde Francisco Infante. Atacaron de noche sorprendiendo al cacique, pero este prefirió morir antes de rendirse.
En Resistencia Indígena, Bonnefoy lo describe de la siguiente manera:
Rodeado en su cuartel de Suruapo por las tropas enviadas por Diego de Losada, prefiere morir luchando antes de ser apresado como esclavo. Según las crónicas e la época, éstas fueron sus últimas palabras: “¡Ah, españoles cobardes…Yo soy Guaicaipuro a quien buscáis y quien nunca tuvo miedo de vuestra nación soberbia. Aquí me tenéis, matadme, para que con mi muerte os veáis libres de temor que siempre os causé!”

Colección Bicentenario
Correo de Orinoco
Caracas-Venezuela
www.correodelorinoco.gob.ve 

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