Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



viernes, 27 de enero de 2012

El clero buscó poner al pueblo en contra de Bolívar


 

Bolívar y la Iglesia es el título del IV capítulo del libro “Bolívar ante la política”, escrito por el general de Brigada ®, Héctor Bencomo Barrios, impreso por Editorial Arte (septiembre 2010) y forma parte de la Colección Bicentenario del Ministerio del Poder Popular para la Cultura y contó con e apoyo de Centro Nacional de Libro y el Archivo General de la Nación.

A juicio del general Bencomo Barios, Simón Bolívar habría entendido desde un principio “la gran utilidad de la Iglesia en la educación moral y socia del pueblo” y dicho entender lo habría llevado “a las múltiples acciones que puso en práctica para sacar el mayor provecho de ésta y de sus ministros”.

Como detalle adicional habría que comentar aquí que algunos escritores han dejado entrever que siempre hubo un enfrentamiento entre el guerrero caraqueño y el sector eclesiástico. Pero presentemos acá lo escrito por el Dr. Gustavo Pereira, en su libro  “Simón Bolívar, escritos anticolonialistas”, (1) de la serie Libertador de la palabra:
 “En aquellas patrias troqueladas y amordazadas por tres siglos de dominación, el aparato clerical católico contrarreformista se había impuesto a la collera esclavista. Perú de Lacroix cuenta cómo las feroces campañas de ese clero intentaron predisponer  a las clases populares contra los ejércitos libertadores. Pese a ello Bolívar respetaba esas creencias populares y tenía por costumbre  acudir regularmente  a misa aunque ignoraba  absolutamente  el momento en que debía ponerse de rodillas, o mantenerse en pie, o sentarse, además de que nunca se persignaba. Interrogado  sobre dichos asuntos, explicaba que no gustaba de entrar  en metafísicas que descansaban sobre bases falsas:
-Me basta saber  y estar  convencido  de que el alma tiene la facultad de sentir, es decir, de recibir las impresiones de nuestros sentimientos, pero que no tiene la facultad de pensar , porque no admite ideas innatas. El hombre tiene un cuerpo material y una inteligencia representada por el cerebro, igualmente material, y, según el estado actual de la ciencia,  no se considera ala inteligencia sino como una secreción  del cerebro; llámese, pues, este producto alma, inteligencia, espíritu, poco importa  ni vale la pena disputar  sobre ello: para mi la vida no es otra cosa sino el resultado de la unión de dos principio, a saber: de la contractilidad, que es una facultad de cuerpo material, y de la sensibilidad, que es una facultad del cerebro o de la inteligencia. Cesa la vida cuando cesa aquella unión; el cerebro muere con el cuerpo, y muerto el cerebro no hay más de secreción de inteligencia. Deduzca usted de ahí cuáles serán mis opiniones en materia de Eliseo y de Fánaro o Tártaro y mis ideas sobre las ficciones sagradas que preocupan todavía tanto a los mortales”.   
Un predicador que pide que maten a un líder político
El tema de los hombres con grandes visiones políticas y la visión de la iglesia, siempre con intenciones hegemónicas desde que existe, no es nuevo en el mundo y, precisamente en este tiempo, ha sido posible levantar el velo sacramental con el que se ha cubierto la iglesia católica y apreciar que se trata de un antiguo poder imperial religioso que logró en el pasado un estricto control sobre la humanidad y sus riquezas, apoyado en bases que no tienen explicación científica alguna y que chocan con el conocimiento que la ciencia expone a mundo actual.
 Ya más en dirección a este tiempo moderno y contemporáneo, es posible ver cómo el discurso clerical no cambia y así, su dirigencia mundial levanta espadas y se coloca al lado de los poderes dueños del capital para intentar agredir a los gobiernos de pueblos que buscan un camino distinto a la sumisión, la agresión y luchan por la dignidad y soberanía de sus naciones. Por eso nada extraña escuchar o leer proclamas o palabras de fanáticos religiosos que son capaces de pedir la muerte de otros seres humanos.
Es conocida a nivel mundial, la locura de Pat Robertson, un tele predicador y fundador de la Coalición Cristiana de Estados Unidos y quien también fuera ex aspirante a la Casa Blanca, quien le solicitó al jefe del gobierno de EE.UU. George Bush, en uno de sus sermones por televisión, que asesinara a Hugo Chávez, al que calificó de peligro terrorífico para USA.
A lo anterior habría que adicionar las variadas declaraciones de unos cuantos sacerdotes venezolanos, alejados del sentir de la población, que se ubican en la denominada Conferencia Episcopal Venezolana, como es el caso del Cardenal Jorge Urosa Savino, quien ha expresado su crítica a diversas leyes de la revolución bolivariana ”que considera inconstitucionales y que constituyen una gran preocupación para el pueblo, un atentado contra la democracia y el pluralismo político, como por ejemplo la referida a la educación y la de los procesos electorales, sobre las que los obispos ya se han pronunciado oportunamente”, como citó un medio web, pero  que nada tienen que ver con la realidad  porque precisamente en materia de educación el país tiene en la actualidad más de 9 millones de personas que estudian, en diversos niveles y en materia electoral el modelo venezolano ha sido considerado como uno de los más transparentes del mundo.
Conductas clericales del presente, iguales a las del pasado
El sacerdote, valga decir, solo expresa lo que la oligarquía venezolana manifiesta a través de los voceros de los partidos que la representan, negándose a aceptar  que la mayoría ciudadana respalda al actual presidente de los venezolanos e ignorando cuando se cuestiona al anterior Cardenal Velásquez –a quien sucede Urosa- quien fue uno de los primeros que firmó a favor de Pedro Carmona Estanga, cuando éste llegó al poder con un golpe de Estado, que duró horas porque el pueblo que respalda a al presidente Hugo Chávez lo devolvió a Miraflores.  
La cuestión, a nuestro modo de ver las cosas y observando las conductas de hoy iguales a las del pasado, es que Simón Bolívar, como era de esperarse para quien planteara las ideas de libertad, soberanía, igualdad y rechazo a la esclavitud, al hacerlo, chocaba de frente contra quienes eran partidarios de la sumisión y obediencia de los hombres y mujeres de los pueblos americanos al poder político, económico, militar y clerical de la época.
Y en cierto modo eso s lo que plantea  el general Héctor Bencomo Barrios cuando dice que “Independientemente de las creencias de Bolívar  y de sus ideas acerca de la religión, nuestra afirmación es que él no podía exhibir ante sus gobernados  una conducta contraria al credo y a la idiosincrasia de éstos. Durante 300 años el pueblo americano fue objeto de un adoctrinamiento impuesto por los europeos. Esa acción, llamada por ellos evangelización, era una de las muchas que realizaron en obsequio de lo que la Historia denomina conquista y colonización, que no fue otra cosa que dominación. Por ello, fue tarea muy difícil, por no decir imposible, cualquier intento de cambio del comportamiento de los habitantes ante la iglesia, si es que dentro de los planes del líder de la revolución hubiesen estado presentes acciones contra ésta, por no ser de la aceptación pública”.
A juicio de Bencomo Barrios, lo que buscaba Bolívar es que la iglesia dirigiera sus actividades a favor de los pueblos liberados, con la aspiración, quizá el sueño, de que el clero modificase su conducta, para entonces contraria a los intereses republicanos. Pero como se ha visto, no solo en Latinoamérica sino en muchas otras latitudes, la conducta de algunos sectores del clero se pronuncia hacia la oligarquía, hacia los dueños de dinero. De hecho, la iglesia católica es una de las instituciones más poderosas del mundo, económicamente hablando.

Bencomo Barrios Héctor
Bolívar ante la política
Editorial Arte 09/2010 
Colección Bicentenario
Ministerio del Poder Popular para la Cultura

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