Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



jueves, 27 de noviembre de 2014

EL BOLÍVAR QUE SI HIZO POSIBLE A BOLÍVAR




Abrimos el libro del poeta y Premio Nacional de Literatura, Gustavo Pereira, Doctor en estudios literarios de la Universidad de París y autor del prólogo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y apreciamos su calidad como hombre de la literatura que es. Se encarga Pereira de la introducción, las notas y de la selección de los tópicos para el libro.
En su introducción enamora con el lenguaje al decir en las dos primeras líneas “Un fantasma llamado Bolívar recorre de nuevo Nuestra América”.Y con esas palabras nos hace entrar en la magia con que nos envuelve su lectura:
No el amurallado por la bruma o la falsía, el convertido en superhombre o divinidad de infranqueable vallado, objeto de culto o de liturgia y, por lo tanto, cumplido ya su afán o su destino, yerto, inofensivo, embalsamado. Ni aquel cuya estatua, para decirlo en palabras de Pocaterra, sacan a cada aniversario de su base, la ponen a danzar en una mesa de procesión de aldea con coronas barrocas y a cuya majestad se pronuncian discursos y se disparan fuegos artificiales”.
Y sigue Pereira:
Ese Bolívar desposeído ya no de su sombra o su fulgor sino de su espíritu, yace en plazas y homenajes como una tumba, lacrado, mortecino, impedido ya de defenderse ante quienes adulteraron, disociaron y aún falsean todo cuanto en él existió conjugado, inseparable, persistente”.
Expresa nuestro Premio Nacional de Literatura lo que el vulgo en la calle suele recordar con otras palabras, ese sentimiento de que algunos han querido al Libertador allí, en el Panteón Nacional y en las plazas de todas las ciudades y que permanezca allí, exclusivamente para ser recordado en ocasiones especiales y no para hablar de su visión de país, de su comprensión de la realidad americana, de los que padecieron por años. 
Ese es el Bolívar de sus intereses.
Y sigue Gustavo Pereira:
¡Si hasta de sus facciones forjóse perfil ajeno al suyo! Aquel rostro moreno labrado y curtido por sol e intemperie de de trópicos y páramos fue convertido en almibarado semblante de salón, lo mismo que el pelo crespo, alisado para que el rasgo de pertenencia no desdijera del héroe de estirpe grecorromana que en los retratos oficiales y las monedas imponen la figura obligada o supuesta en todo gran hombre”.
Y mas en su escritura:
Pero no es ese el ser humano que pudo sobrevivir a la hagiografía y al olvido”.
Al menos no es el Bolívar que hizo posible a Bolívar.

Y continúa el poeta:

-Ese Bolívar oráculo o semidiós, infalible, todopoderoso y único autor, clausurado, inaccesible, transmutado en papa o invicto guerrero para velar o tapiar o silenciar lo mas audaz y luminoso de su pensamiento, no es aquel hijo de las ideas que convulsionaron y transformaron su tiempo ni el conductor que osó ir mas allá de una clase social -la suya- que en la América meridional colonizada pugnó por alcanzar con la emancipación de las riendas de su propio destino político: “Si algunas personas -escribió el mismo en cierta ocasión, premonitoriamente, a Santander – interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates”.


El Bolívar sensible, contraventor, apasionado, justiciero...


-El fantasma que vivió y vive y trasciende y llega hasta nosotros, o al menos hasta mi -dice el poeta Pereira-, envuelto en su raída manta y presa de osadías y delirios y arrebatos y obsesiones y contradicciones y saberes e intuiciones es el Bolívar sensible, contraventor, apasionado, justiciero -revolucionario verdadero en suma-, cuyo empeño, valor, generosidad, desprendimiento y talento infatigables de osado dirigente y soñador ayudaron a liberar y conformar naciones y mentalidades en un continente abatido por tres siglos de opresión y despojo.
-Ese Bolívar -comenta- nos fue trocado o escamoteado durante largo tiempo y la historia oficial y sus enemigos y sus hagiógrafos se encargaron de reducirlo a fábula o anécdota, cuando no a omnímoda presencia, desplazando el cuerpo matriz de su ideario y de sus luchas y convirtiendo su ejemplo en asignatura moldeable para justificar la iniquidad establecida y hasta la trama o la celada vendepatria.
Y mas:
Ese Bolívar, presente en casi todos los actos de su vida y en sus escritos, sobre todo en aquellos que precedieron a Ayacucho, no batalla ni discurre bajo dictados de tradiciones o privilegios seculares y mucho menos circunscrito a la sola acción antimonárquica e independentista.
El autor nos habla mas del héroe caraqueño y nos refiere que el hombre se había nutrido bajo los influjos de Simón Rodríguez y en la Francia revolucionaria, de las luces y vivencias de quienes habían contribuido, antes y entonces, a hacer posible un nuevo tipo de sociedad. 
Hay mucho mas en Simón Bolívar escritos anticolonialistas, de Gustavo Pereira, pues su contenido -independientemente de ser una lectura apasionante- nos acerca mucho al Simón Bolívar que todos debemos conocer, como cuando nos escribe para señalar que nuestro Libertador prefería la vida del campo a la ciudad, no quería saber nada de los borrachos ni de los jugadores y tampoco de los embusteros y era tan leal y caballeroso “que no permitía que en su presencia se hablase mal de los otros. La amistad era para él palabra sagrada. Confiado como nadie, si descubría engaño o falsía , no perdonaba al que de su confianza hubiese abusado. Su generosidad rayaba en lo pródigo. No solo daba cuanto tenía suyo, sino que se endeudaba para servir a los demás. Pródigo con lo propio, era casi mezquino con los caudales públicos. Pudo alguna vez dar oídos a la lisonja, pero le indignaba la adulación. Hablaba mucho y bien; poseía el raro don de la conversación y gustaba de referir anécdotas de su vida pasada.

Simón Bolívar, escritos
anticolonialistas
PEREIRA Gustavo
Ediciones Correo del Orinoco

Junio 2013

No hay comentarios: