Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 26 de octubre de 2008

¿Unasur, templo de asilo contra el crimen?


La historia, tal cual como la concebimos en estos tiempos es un acontecer de hechos, de circunstancias en un momento incrustable en la cronología que ha sido construida por el mismo hombre y bajo la cual gráficamente nos venimos rigiendo en esta llamada tierra.
Siendo así nos parece altamente interesante, asombroso y valedero registrar en este momento o circunstancia histórica que vive el planeta las palabras visionadas de ese hombre que fue Simón Bolívar, El Libertador.
En carta que le dirige a Francisco de Paula Santander, en el primer mes del año 1825, Bolívar le expresa que “El objeto que más me llama la atención en el día es la tranquilidad interior de América”.
Utilizo en mis expresiones y para Pertinentes el libro del Doctor Gustavo Pereira, que la amiga Laura Nazoa, del Consejo Nacional de la Cultura, le correspondió producir.
Y más adelante, saltando algunas palabras de quien escribe otros detalles, el hombre que es gloria de Latinoamérica refería: “Cada día me convenzo más de que es necesario darle a nuestra existencia una base de garantía. Veo la guerra civil y los desórdenes volar por todas partes, de un país a otro, mis dioses patrios devorados por el incendio doméstico (…)
No creo que haya que ser exageradamente un tarado que no entendamos lo que decía Bolívar y que estuvo ocurriendo mucho después de su muerte y hasta ahora. Es decir, el hombre ya había presentido, había tenido la visión de las cruentas divisiones que experimentaría nuestra América y de los muchos golpes de Estado, traiciones y deslealtades que se habrían registrado en cada una de las naciones de este sureño continente.
Bolívar fue un genio porque ya había avizorado todo lo que nos ocurrió después, que no es mentira. ¿Algún hombre sensato puede relatar cronológicamente las interrupciones políticas de la marcha de los diferentes Estados que constituyen nuestro continente, y que se fueron por la borda a causa de intereses y apetencias individuales o de grupos?
Escribir sobre los acontecimientos no cuesta, lo que impacta y molesta demasiado duro, en nuestros espíritus, es ver cómo hemos sido utilizados todos los latinoamericanos como tontos útiles mientras se han aprovechado de nosotros desde hace siglos.
La federación, único remedio
Hay que entender lo que sentía El Libertador hace casi dos siglos –por eso la importancia de este único hombre de la humanidad- cuando decía: “Hablo de Venezuela, mi querido país. Esta consideración me ocupa noche y día; porque contemplo que el primer desorden que allí nazca destruye para siempre hasta la esperanza, porque allí el mal será radical y penetra luego a la sangre; vuelvo, pues, a mi primer proyecto como único remedio: la federación. Esta federación me parece a mí un templo de asilo contra las persecuciones del crimen. (…)
Escribir sobre estos temas, no siendo historiador sino un comunicador que hace interpretaciones de hechos que impactaron las diversas historias de esa gran localidad que ha sido el sur de la América, no ha sido nada fácil, pero si emocionante, aleccionador y generador de broncas espirituales por como los hechos en ese importantísimo pasado ocurrieron.
Nos ha estado diciendo Bolívar, desde hace casi dos siglos, que nos unamos y por ello vuelvo a utilizar una palabra de corte popular en Argentina para ver si nos acordamos de las cosas: ¿Es que somos acaso tarados cuando no podemos entender que debemos unirnos todos en Latinoamérica, a pesar de que nuestros héroes de la independencia nos lo decían?
Simón Bolívar, desde todas las plazas donde se encuentra en las distintas naciones de Latinoamérica, nos recuerda cada día y a cada instante –máximo si pasamos cerca de sus bustos o estatuas-, que somos una tierra de seres libres, única, con unas mujeres y hombres únicos, con colores diferentes, con pensares distintos, poseedores de una gran espiritualidad, con inmensas posibilidades como Unasur, Alba, Mercosur, Banco del Sur, Banco del Petróleo y del Gas y los demás recursos que poseemos; valga decir, con la necesaria e ineludible integración, somos una gran nación del sur. Por primera vez, latinoamericanos, ¡Veámonos las caras!

No hay comentarios: